Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 2 de marzo de 2003
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Política

Antonio Gershenson

Petróleo, gas y sus precios

Las amenazas bélicas han contribuido a la inseguridad en muchos sentidos, y por tanto al aumento de los precios del petróleo crudo y del gas natural, a niveles muy elevados. También contribuyó la reducción de las exportaciones venezolanas debido al paro golpista que tuvo lugar aunque, como su antecesor, el golpe que llegó a derrocar temporalmente a Hugo Chávez finalmente fracasó.

Hay un elemento que da sustento material a los precios altos: las existencias de ambos energéticos, en especial en Estados Unidos, están en su nivel más bajo en muchos años. Cabe distinguir entre dos términos que a veces se usan como si fueran equivalentes, sin serlo: las reservas son las que están en el subsuelo, sin haber sido extraídas ni explotadas en ningún momento. Las existencias son las que están en los depósitos construidos para el almacenaje. Y estas últimas son las que están en un nivel muy bajo.

También tenemos un momento en que la producción mundial es menor que el consumo mundial, que es lo que explica la sostenida reducción en las existencias. Y tanto el ciclo de los precios del crudo en el mercado mundial, como el del precio del gas natural en América del Norte, están en su punto más alto.

El anterior momento de precios altos del petróleo crudo llegó a su máximo en el periodo de septiembre a noviembre de 2000. Llegó a su punto más bajo a finales de 2001 y principios de 2002. Ahora está llegando a un nuevo máximo. Tanto la parte ascendente del ciclo como la descendente duraron, cada una, alrededor de 13 o 14 meses, apuntando a que el ciclo completo sea de 26 a 28 meses. El precio medio está, para el promedio de los crudos de referencia, alrededor de los 27 dólares por barril.

En el caso del gas natural en América del Norte (nos basamos en el índice, usado como referencia para otros precios, del Canal de Houston, grandes cargamentos), el anterior máximo fue en diciembre de 2000, muy poco tiempo después que el del crudo. El mínimo fue en febrero de 2002, también muy cerca del otro. Y ahora el máximo se estará alcanzando en marzo, pues el precio se fija a principios de mes y ahora ya se puede estimar que andará alrededor de los nueve o 10 dólares por millón de BTU. Para no dejarnos llevar por causas de corto plazo, como el frío del invierno, estamos considerando para analizar el ciclo los promedios móviles de 12 meses, asignando a cada mes el promedio de los seis meses anteriores y de los seis que se inician en ese mismo mes. Y vemos que el precio promedio es de casi cuatro dólares por millón de BTU.

El gas caro afecta, como se vio en los primeros meses de 2001, a varias industrias mexicanas que lo consumen. También encarece, junto con el crudo encarecido, la parte de la electricidad cuyas tarifas varían con los costos de la energía usada para su generación. Pero hay otro efecto, que en cierto sentido se nota más: afecta a la ya no precisamente muy sólida economía estadunidense. Como se ha llevado a nuestro país a una dependencia extrema en relación con esa economía, pues vemos la paradoja de que cada vez que sube el petróleo, en lugar de que nuestra economía se fortalezca, por tratarse de nuestro principal producto de exportación, pues se debilita. Bolsa de Valores y peso bajan. Y como el peso baja frente al dólar al tiempo que el dólar baja frente al euro y otras monedas, pues la devaluación promedio frente a las divisas es aún mayor.

Se habla de que si estalla la guerra subirá el petróleo más, se habla de que va a bajar. Lo único cierto es que va a haber cambios en las leyes de comportamiento, que habrá que estudiar cuando se vean los resultados, pues son varios los elementos que cuentan allí, que no son fáciles de prever. No se puede dar por seguro que estos cambios sean dictados por el vencedor en el plano militar.

Es claro que el interés de México no está en esa guerra. En este punto hay un consenso casi nacional. Y también debe haber otra lección: hay que fortalecer el mercado interno y diversificar el externo, para no correr tantos riesgos por asuntos que ni son nuestros ni está en nuestras manos decidir o resolver.

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