Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 4 de marzo de 2003
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Cultura

Teresa del Conde

Orozco: Los muertos y otras obras

La muestra José Clemente Orozco en Estados Unidos 1927-1934 está vigente durante este mes en el Museo Carrillo Gil. Ofrece buena lectura y además varias de las piezas exhibidas no son conocidas aquí y tardarán en reaparecer de nueva cuenta en una exposición mexicana. Revisando cierta antología de Antonio Luna Arroyo, me encontré la reproducción de un cuadro de Juan O'Gorman, El dictador (1942), que con todo y la modalidad expresiva de este pintor (tajantemente opuesta a la de Orozco), deriva de Los muertos, o sea del cuadro de la Colección Carrillo Gil que siempre se expone porque es una de las masterpieces orozquianas en el contexto total de su producción.

El cuadro de O'Gorman es una transposición temática de esta pintura, la que a su vez, según analiza Renato González Mello en el catálogo estadunidense editado para esta exposición, tiene una fuente iconográfica precisa: se sitúa en el opuesto a un collage fotográfico de Paul Citröen, titulado Metrópolis (1923), perteneciente a la colección de la Universidad de Leiden. Este collage podría ser un antecedente al título de la famosa película de Fritz Lang, pues la Metrópolis fílmica es una obra, también situada en un contexto expresionista, que ''habla" (aunque es silent movie) con cuidadísima proyección de las sociedades del futuro, en parte simbolizadas en la arquitectura.

La película, creo, tiene que ver también con Los muertos, de Orozco. El pintor realizó su cuadro haciendo gala de un irracionalismo demoniaco, al poner énfasis en implicaciones ''apocalípticas y barrocas".

González Mello vincula este impulso a un libro que Orozco leyó a conciencia. El autor es el alemán Franz Roh y la versión castellana apareció en Revista de Occidente en 1927, con el título de Realismo mágico. Quienes nos interesamos en estas cosas rechazaríamos de primer envite ese título que Roh inscribe en el expresionismo, porque lo primero que anexamos al toparnos con tal denominación es el prólogo de Alejo Carpentier a su propia narración novelada El reino de este mundo, situada en la antítesis de lo que Roh señala.

Este se refiere al tipo de ''realismo" (así, entre comillas) practicado por los artistas adheridos a la República de Weimar, pienso, por ejemplo, en Otto Dix y George Grosz, es decir, particularmente a los que realizaban crítica social, pero también en el afluente metafísico que llegó a permear a los dadaístas, incluso por medio de Giorgio de Chirico, cuyos dummies eran ''objetivos".

La cuestión se apuntala en una idea que de tiempo atrás se esgrimía (pensemos, por ejemplo, en Oscar Wilde), referida al dominio del arte sobre la realidad. De manera simultánea hay un consecuente rechazo a la cancelación del pasado, rasgo que puede considerarse antifuturista. Esto acarrearía de igual forma un rechazo a aquella arraigada costumbre, que tanto mal ha provocado, de ver la historia del arte como una cadena de estilos sucesivos. De sobra sabemos que las cosas no son así, como se han planteado en innumerables tratados.

Como quiera que sea Los muertos es resultado de las secuelas que dejó la crisis de 1929 y se encuentran en contraste con otro cuadro también expresionista, pero de muy distinta índole, Calle 14, Manhattan, de tónica totalmente distinta al Elevado (1929-30) de la Colección Carrillo Gil. Esta obra guarda ciertas analogías con obras de Fernand Leger, es una sucesión de escalas y diagonales en sentido ascendente, casi geométrico, muy distinto a otro Elevado (también exhibido) en vena posimpresionista.

En aquel tiempo es indudable que Orozco se acercó al recién fundado Museo de Arte Moderno de Nueva York, que se abrió (no en el local de la avenida 54) en 1929. Se exhibía el fondo de la Colección Bliss, donde había muchos Cezánne, Léger, etcétera.

Los estilos de la pintura (escultura) no son sucesivos. Igualmente el imaginario de cualquier pintor, en este caso de Orozco, puede inclinarse por adaptar su modo de expresión a la obra específica que va a pintar (o que le han encargado). Por eso el Retrato de la señora Siquelianos (1928), aunque ligeramente anterior a las piezas que he mencionado, obedece a tónica tan distinta. Siempre me ha llamado la atención algo que percibo en este cuadro, en el que la fisonomía rembrandtiana de la modelo es la de una iluminada: el brazo doblado en ángulo recto bajo el busto es tan extremamente corto que casi parecería pertenecer a un dwarf.

Aquí tenemos una moción de composición: los hombros en declive de donde arrancan los pliegues de la túnica, hacen un triángulo escaleno casi perfecto si tomamos como vértice la ligera hendidura del mentón. Cerca de esta pieza el visitante puede fijar la atención en una obra poco conocida, Succesful people (1931). La expresión es casi caricaturesca, pero a la vez deriva de los maniquíes metafísicos y hasta de las geometrizaciones de Modigliani.

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