Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 6 de marzo de 2003
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Política

Octavio Rodríguez Araujo

Fuenteovejuna contra Bush

ƑQué más se puede decir sobre la guerra y la paz? Leo decenas de noticias, artículos y reflexiones sobre el posible ataque de Estados Unidos a Irak y lo único que puedo concluir es que en realidad no se trata de una guerra, es decir, de un conflicto establecido y aceptado entre dos o más naciones, sino de una agresión, por ahora colateral, del gobierno de un país (encabezado por Bush) contra otro gobierno (encabezado por Hussein). Para nadie se ocultan las intenciones de Washington sobre Irak: petróleo, y el gobernante iraquí es un estorbo del que hay que deshacerse para sustituirlo por un títere más de los intereses imperialistas en el mundo.

Aunque se ha dicho muchas veces, debe insistirse en que la vara con la que se mide el "peligro" iraquí no es la misma con la que se miden (o de plano, no se miden) los peligros de otras naciones, comenzando por Estados Unidos, el país más poderoso del mundo en armamentos ofensivos. Es por lo menos inmoral el papel que ha estado jugando la Organización de Naciones Unidas al prestarse a fiscalizar el armamento de Irak. ƑPor qué no hace lo mismo con todos los países, comenzando con aquellos cuyos gobiernos tienen en sus manos aprobar la agresión, rechazarla, posponerla o condicionarla, es decir, con los que tienen voz y voto en el Consejo de Seguridad de la misma ONU? La ONU, debe decirse, no tiene autonomía como órgano de representación de sus países miembros. Tampoco puede presumir de imparcialidad. Acepta hegemonías y actúa en función de éstas, como lo ha hecho en el pasado. No considera que todos los países sean iguales, es decir, respetables y soberanos, sino que unos son de segunda, otros de tercera y cuarta y, desde luego, unos pocos, como ocurre con los ciudadanos en cualquier país del mundo, son de primera.

No encuentro la diferencia entre lo que pasa entre naciones y lo que ha ocurrido y ocurre cotidianamente en los pueblos sobre todo rurales de Estados Unidos o de México. En estos pueblos suele existir un cacique u hombre fuerte que, por serlo, se siente con derecho de invadir las tierras de otro propietario, o de quemarle la tienda a un competidor porque le obstaculiza sus deseos monopólicos, o de matarle los hijos al vecino porque no invitaron al suyo a una fiesta. El jefe de la policía, el agente del Ministerio Público o el juez son personas que nada hacen, pues el cacique del pueblo es el jefe, y quizá a éste le deban su trabajo o la posibilidad de mantenerse en él. Verán los atropellos del cacique o preferirán no verlos y, mientras, las víctimas aprenderán que les pudo haber ido peor si hubieran protestado. Y así se repetirá la historia hasta que, como en Fuenteovejuna (del gran Lope de Vega), el honor sea asumido colectivamente contra el comendador, contra el tirano, contra la cínica y prepotente actitud del inquilino de la Casa Blanca.

Véase el caso de Turquía. Su parlamento rechazó que el territorio de ese país sirviera de plataforma de ataques estadunidenses a Irak. De inmediato el gobierno yanqui amenazó con bloquear económicamente a ese país islámico que quiere pertenecer a la Unión Europea: "salvo que los legisladores turcos cambien de opinión, Turquía perderá buena parte de los 6 mil millones de dólares que se le ofrecieron", dijo el portavoz del Departamento de Estado (La Jornada, 4/03/03). Ya Bush presionó por teléfono al Presidente mexicano e hizo que titubeara una vez más. Y así seguirá el juego de fuerzas hasta que finalmente la potencia imperial logre su propósito, por demás explícito: demostrar que Estados Unidos es el poder dominante en el mundo y escribir en adelante y de manera unilateral la historia (La Jornada, 28/02/03).

Los gobiernos no harán nada o harán poco, unos porque son socios del de Estados Unidos o tienen intereses muy similares, otros porque han aceptado ser gerentes o jugar el papel de presidentes municipales de los intereses estadunidenses representados por su gobernante, otros más porque no se han dado cuenta de que sus responsabilidades se deben a quienes les dieron el poder como tales, es decir, a sus pueblos. Pero los pueblos sí pueden (podemos) hacer algo, y ya he leído iniciativas al respecto. La que me ha parecido más atractiva y muy fácil de llevar a cabo, además de seguir protestando por la actitud belicista del imperio, es dejar de consumir productos de Estados Unidos o exportados por ese país, pero no por un día o una semana, sino hasta que Bush acepte que sólo es el presidente de Estados Unidos y no del mundo. ƑSerá posible?

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