Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 6 de marzo de 2003
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Mundo

Los imanes chiítas del sur anuncian su apoyo a Bagdad contra los planes de Bush

Nueva traición de Estados Unidos echa por tierra el apoyo kurdo al ataque a Irak

Detonante, el pacto Washington-Ankara para sofocar las aspiraciones independentistas

BLANCHE PETRICH ENVIADA

Bagdad, 5 de marzo. Estados Unidos trabajó du-rante años para crear grupos de oposición al régimen de Saddam Hussein en el norte kurdo, frontera con Turquía, y en el sur, frontera con Kuwait, donde domina una mayoría chiíta.

Hoy, cuando el gobierno del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, necesita exhibir disidentes oprimidos y urgidos de que los marines lleguen a liberarlos del tirano, la carta de la desestabilización de la ba-raja estadunidense ha sufrido un revés no previsto por los estrategas de Washington.

Por razones distintas, pero básicamente por el temor a las consecuencias que pu-diera acarrear una acción militar en gran escala como la que se cierne sobre sus fronteras, kurdos y chiítas, cada uno por su lado, han dado la espalda a sus pretendidos children_protest_antaliados y han formado dos frentes contra Estados Unidos.

El domingo de la semana pasada los imanes chiítas del sur, quienes en su rivalidad con sus pares sunnitas del centro habían asumido posiciones de oposición al régimen que gobierna en Bagdad, hicieron un pronunciamiento sorpresivo.

Anunciaron desde los alminares, pero también mediante los medios de comunicación y por los canales oficiales de la casa presidencial, que ante la amenaza de una invasión estadunidense en gran escala el pueblo musulmán chiíta cerraba filas con su país y su gobierno.

No es para menos su temor. Cuando las tropas estadunidenses empiecen a avanzar, será el sur el primero en ser aplastado.

El lunes anterior, en la norteña Evril, capital de la región autónoma kurda de Irak, 200 mil manifestantes marcharon por las calles para denunciar públicamente el pacto secreto turco-estadunidense, que finalmente salió a la luz y que consiste en una transacción entre Ankara y Washington en la que ellos, los kurdos iraquíes, fueron la moneda de cambio.

El acuerdo es que Turquía dará la anhelada autorización para que las aviaciones estadunidense y británica utilicen sus bases militares -que es un factor muy importante para sus planes bélicos, pero no un elemento decisivo- a cambio de que iniciada la invasión, Estados Unidos permita que el ejército turco ocupe militarmente el Kurdistán iraquí, con el pretexto de evitar un desbordamiento de los flujos de refugiados a su territorio, pero con la evidente intención de aplacar el creciente activismo de kurdos de los dos lados de la frontera para aprovechar esta crisis y lograr lo que ha sido el viejo y más sentido anhelo de este pueblo, crear un gran Kurdistán, un territorio propio.

Este plan turco-estadunidense, revelado hace poco tiempo, sería la "tercera traición" de Estados Unidos en los últimos 25 años, según los kurdos del sur, que, en efecto, son opositores a Saddam Hussein.

Pero aunque casi todas las organizaciones políticas kurdas son contrarias al líder iraquí, el sentimiento antiturco pesa mucho más en el ánimo de este pueblo fragmentado, y a estas alturas ya es una importante barrera política para la invasión que se prepara desde el norte.

Las expresiones contra Washington van desde un pronunciamiento del Parlamento kurdo hasta una proclama de 32 organizaciones de esta región.

Es precisamente este endurecimiento lo que ha provocado que, contra todo principio de la democracia que dicen querer venir a implantar aquí, los generales del alto mando turco han anunciado que impondrán su decisión de abrir la puerta a la aviación estadunidense, incluso por encima de la vo-luntad del Congreso.

Realidades diferentes

En Irak viven poco más de 3 millones de kurdos en la región autónoma. Tienen sus propias leyes, usan su idioma en escuelas, periódicos y publicaciones y cuentan con un Congreso propio.

En el gabinete del gobierno central, varios ministros husseinistas son kurdos. Estos derechos son impensables para otros 15 millones de kurdos que viven del lado de Turquía, oprimidos, sin derecho ni a usar su lengua, su cultura y mucho menos una legislatura propia.

Cada expresión de independencia de los kurdos turcos es castigada brutalmente por el gobierno de Ankara. La máxima aspiración de las dos regiones es unificar su territorio e independizarse, pero Ankara ha jurado que no lo permitirá jamás y el proyecto estadunidense ha quedado entrampado en los recovecos de este complejo panorama.

El temor de los kurdos iraquíes a una tercera traición de Estados Unidos es más que fundado. En los últimos meses las organizaciones políticas, incluso las más pequeñas, han recibido grandes cantidades de dinero e incluso entrenamiento y asesoría de la Agencia Central de Inteligencia, para propiciar un levantamiento kurdo contra Saddam Hussein llegada la hora.

Pero ese plan se vino abajo estrepitosamente cuando se supo que Estados Unidos negoció a sus espaldas con Turquía el derecho de que los soldados puedan entrar sin trabas al Kurdistán iraquí.

Ello provocó que los kurdos cierren filas contra Estados Unidos. Washington pierde con esta compleja situación político militar dos ventajas para la guerra: kurdos que aporten sus fuerzas para desestabilizar la poderosa maquinaria de poder de Hussein y, lo más importante para la fase siguiente de la guerra, la del "día después" de la operación quirúrgica, el derecho a utilizar las bases turcas.

Según analistas occidentales, perder el derecho a usar las bases aéreas de Turquía no es un obstáculo decisivo para detener a Estados Unidos, pero sí limita la capacidad de operación de los grandes aviones de guerra británicos C-5 y C-17.

En suma, el factor kurdo es apenas una piedrita en el zapato. Pero junto con mu-chas otras que se están acumulando en el vasto esfuerzo mundial en contra de la guerra, está elevando el costo del plan del presidente Bush a un precio que quizá, al final, no pueda pagar.

Pero, como dice otro analista asentado en esta capital, lo que decida al final la Casa Blanca no entra en el terreno de la racionalidad, sino en el de la locura. Y los locos son siempre impredecibles.

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