Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 10 de marzo de 2003
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Mundo
La abadesa de la congregación recibió la más alta distinción del gobierno cubano

Condecoran a Fidel Castro con la Cruz Ecuménica de Santa Brígida

Los obispos de la isla no asistieron a la apertura del convento ni a la cena de gala

ROSA ELVIRA VARGAS Y GERARDO ARREOLA ENVIADA Y CORRESPONSAL

La Habana, 9 de marzo. El desembarco de las monjas brigidinas en Cuba, gestionado activamente por un sector de la Iglesia católica de México, culminó el sábado en la noche con la entrega de una condecoración de la orden al presidente Fidel Castro, y propició un sutil pero claro debate sobre el clima de libertades en la isla.

En una ceremonia solemne en la se
de del Consejo de Estado, en el Palacio de la Revolución, la religiosa italiana Tekla Famiglietti, abadesa general de
la congregación, entregó a Castro la Cruz Ecuménica con Estrella de Comendador, "como especial reconocimiento por la promoción de los altos ideales que se inspiran en el diálogo ecuménico y en los valores promovidos por Santa Brígida".

La monja recibió a su vez la Orden Félix Varela, la condecoración más alta que entrega el Estado cubano en el sector de la cultura y la educación y que lleva el nombre del sacerdote independentista del siglo XIX.

En un discurso improvisado, que pronunció con voz grave y muy pausada, Castro agradeció la distinción de las brigidinas y elogió ampliamente la misión de las monjas. Dijo que el reconocimiento "nos compromete a tratar de entregarnos más a hacer aquello que creemos estar haciendo bien". La frase de Castro se ubica en línea con su discurso ante el parlamento el jueves pasado, en el inicio de su sexto mandato como jefe de Estado y de gobierno, en el que ratificó la vigencia del modelo político y social y descartó reformas significativas.

El homenaje de la orden de origen medieval al mandatario cubano contrastó con la ausencia de los obispos cubanos en la apertura del convento brigidino, el sábado por la tarde, en la ceremonia de condecoración y en una posterior cena de gala.

La carta pastoral No hay patria sin virtud, difundida hace dos semanas por el cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana, dice, entre otras críticas a la situación local, que el pueblo cubano vive con "un temor difuso y generalizado al porvenir", que faltan en el país "propuestas que levanten el ánimo y acrezcan la esperanza", que la ausencia de escuelas católicas es "una espina en el corazón de la Iglesia", que los sacerdotes acogen "con una frecuencia mayor que la esperada las angustias de la gente" y que "la desesperanza es hoy la primera causa de emigración".

Las palabras de Ortega, ausentes en la ceremonia del sábado, han estado resonando en los templos católicos de Cuba en las misas de los domingos recientes y circulando profusamente entre la comunidad creyente.

Durante el acto de condecoraciones, el cardenal italiano Crescenzio Sepe, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y enviado papal a la instalación de las brigidinas en Cuba, leyó un mensaje especial de Juan Pablo II a Castro.

En forma muy comedida, el Papa recuerda su viaje de hace cinco años a la isla y agradece las atenciones que recibió. Pero invocando las demandas que planteó durante su estancia en Cuba en enero de 1998, el pontífice dice también: "hago votos para que esa nación camine siempre por verdaderas sendas de reconciliación y de paz, de desarrollo espiritual y material, de justicia, libertad y solidaridad, trabajando con empeño por una meta común que es el auténtico bienestar de la nación y de sus habitantes".

El arzobispo de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez, uno de los promotores del convento brigidino en Cuba, dijo a la prensa que la apertura de esa casa de monjas en La Habana es "un gesto que va en la línea de lo que pidió el Papa, una apertura".

Pero Sandoval declinó pronunciarse sobre la pastoral de su par cubano: "Ni la comparto ni la combato. Es un asunto propio de Cuba (...) si en otros rubros falta apertura, que se pida de la mejor manera posible".

La llegada de la orden fundada por la santa sueca tuvo en Cuba un tratamiento oficial nunca visto para un caso semejante. Además de la presencia y las reiteradas deferencias de Castro hacia la abadesa y su orden, la cadena nacional de radio y televisión transmitió en vivo la apertura del convento, incluso el ritual católico de bendición del edificio, a cargo del cardenal Sepe. Se trata de las únicas emisiones de su tipo desde la visita papal.

La jerarquía que atribuyó Castro a este convento se reflejó, en términos materiales, en el gasto de rehabilitación del inmueble (millón y medio de dólares en gasto directo en moneda dura y otros 135 mil dólares en el equivalente en pesos cubanos).

El empresario mexicano José María Guardia, quien también tiene el rango de comendador de Santa Brígida y es un efusivo partidario del líder cubano, informó a la prensa que gastó 250 mil dólares en el vuelo chárter y el hospedaje de unos 150 invitados a las ceremonias.

Sandoval, Guardia y otros mexicanos, altos dignatarios de la Iglesia Católica, como Luis Morales Reyes, Abelardo Alvarado y Luis Barrera, constituyeron hace dos años un grupo que buscaba desatar un movimiento adverso al bloqueo económico estadunidense contra Cuba, según reveló el propio Castro en la víspera. El eslabón con aquel conglomerado, señaló el mandatario, fue el desaparecido político y jefe policiaco Fernando Gutiérrez Barrios.

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