Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 20 de marzo de 2003
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Política

Fernando del Paso/ III y último

Gratitud y predestinación

Desatada ya la invasión a Irak, si los iraquíes tienen armas químicas, biológicas o de destrucción masiva, sin duda, como decíamos, las usarán contra los estadunidenses. Si no las tienen, Estados Unidos, para justificar su invasión, nos dará a comulgar otra rueda de molino: inventará que sí, que sí existían, pero que fueron destruidas por el propio ejército estadunidense. Y jamás sabremos la verdad.

Es muy probable, sin embargo, que tales armas no existan, y no es suposición mía: lo afirma un estadunidense, Scott Ritter, en el libro ya mencionado en mi primer artículo: War on Iraq. What team Bush doesn't want you to know -Guerra contra Irak, lo que los hombres de Bush no quieren que usted sepa-, publicado en Nueva York por Context Books a fines de 2002. Ritter fue inspector de armas en Irak de 1991 a 1998, año en que renunció y se transformó en un fuerte opositor de la política de George W. Bush a quien ha rebatido en numerosas ocasiones, tanto en la televisión como en varias universidades y otras instituciones.

War on Iraq consiste en una larga entrevista que Ritter sostiene con el periodista William Rivers Pitt.

En el prólogo, Rivers Pitt, además de recordarnos que fue Gran Bretaña la que inventó Kuwait en 1921 arrancando a Irak considerable extensión de su territorio, nos señala que, de acuerdo con la política instaurada en 1980 -a raíz de las crisis de los rehenes de Teherán- por el presidente que ahora viaja por el mundo vestido de blanca paloma, y que lleva su nombre: doctrina Carter, Estados Unidos dejó muy en claro que se reservaba el derecho de intervenir en la región para asegurar el acceso al petróleo de la misma. Eso es lo que Estados Unidos está haciendo ahora. Dos años después el gobierno de Ronald Reagan comenzó a armar a Saddam Hussein, a quien le dio todo su apoyo.

Scott Ritter asegura no sólo que la capacidad de Irak para construir armas de destrucción masiva fue reducida de 90 o 95 por ciento, sino que además Irak se quedó sin posibilidades de reconstruir, a corto plazo -es decir durante los años en que se suspendió la inspección de Naciones Unidas-, toda la compleja y muy costosa infraestructura necesaria para fabricar esas armas.

Ritter se refiere a algunas de las técnicas más increíblemente sofisticadas que se emplean para detectar a grandes distancias la elaboración y existencia de armas químicas, como el Sarin y el Tabun, que en efecto fueron elaboradas en Irak en una fábrica del estado de Muthanna, destruida durante la guerra del Golfo, y nos indica que la construcción de misiles de largo alcance es imposible sin la realización de pruebas y experimentos efectuados en exteriores, y que serían detectados con enorme facilidad. Menciona también que varias sustancias químicas pierden su efecto tras ser almacenadas durante pocos años. Nos habla también de cómo descubrieron los inspectores algunas mentiras de los iraquíes.

El ex inspector de armas no trata en War on Iraq de disfrazar o atenuar la criminalidad del régimen de Hussein o del peligro que podría representar en un futuro a mediano plazo si no se le controla. Lo único que nos dice es que, por ahora, hablar de armas iraquíes biológicas, químicas o atómicas de destrucción masiva es pura especulación. Vamos a ver si es cierto. p-airborne_iraq_0aj

Ritt elimina también toda posibilidad de vínculo entre Hussein, Bin Laden y Al Qaeda. Todo eso está muy bien, pero lo lamentable es que sus argumentos -los argumentos de quien trabajó como inspector de armas en Irak durante siete años- hayan sido ignorados por el pueblo estadunidense, desconocidos para los países que participan en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y condenados y desmentidos por el gobierno de su propia nación, Estados Unidos, que lo ha acusado de ser un traidor y agente de Irak.

Insistir en un criterio cuantitativo, como lo hace Enrique Krauze, para implicar que Hussein es equis veces más siniestro de lo que fue el haitiano Papa-Doc, me ha conducido a imaginar una suma de los horrores cometidos contra sus pueblos por todos los dictadores latinoamericanos que ha apoyado Estados Unidos: el mismo Duvalier, más Somoza -el son of a bitch favorito de los gobiernos estadunidenses-, más Trujillo, más Batista, más Rojas Pinilla, más Jorge Ubico, más Pérez Jiménez, etcétera, etcétera. Creo que con estos y otros sátrapas sumados podemos obtener un Hussein y medio, por lo menos, o quizá un Hussein tres cuartos. Esto para no hablar de Hitler -la comparación entre el iraquí y el austriaco se originó en la propia Casa Blanca-, que nunca necesitó el menor apoyo de los estadunidenses, y a quien éstos dejaron gobernar y asesinar a su pueblo -y a otros pueblos- sin ser molestado. Si de cantidades hablamos, Hitler debió equivaler a unos 15 o 20 Husseines.

Se hace hincapié en las atrocidades que Hussein ha cometido contra los kurdos, pero se callan las cometidas por los turcos contra el mismo pueblo. Los turcos arrasaron y bombardearon docenas de poblados kurdos con los tanques M-60, los bombarderos F-16 y los helicópteros Cobra y Black Hawk que les vendía Estados Unidos, su socio en la OTAN, y que les siguió vendiendo ya enterado de las atrocidades el gobierno de Clinton, quien evadió la ley que exigía la suspensión de entrega de las armas, como nos indica Noam Chomsky en su libro El nuevo humanismo militar.

La lista de los horrores a los que los turcos sometieron a los kurdos, según informó Human Rights Watch en 1995, es vomitiva: tortura, masacres, violación de mujeres y hombres, prisioneros arrojados vivos a las llamas o lanzados al mar desde helicópteros, limpieza étnica...

Tan condenable es, desde luego, la actitud de los iraquíes como de los turcos, pero Estados Unidos sólo ha condenado la de los primeros con una sagrada indignación, en tanto que ha hecho todo lo posible para ignorar las atrocidades y la inhumanidad de los segundos.

Las guerras que, nos dice Krauze, ha emprendido Estados Unidos en defensa de los derechos humanos, en realidad han sido emprendidas en menoscabo y atropello de otras libertades y con gravísimas consecuencias. La imposición de ese humanismo militar es una expresión más de los países -Estados Unidos y Gran Bretaña en particular- que han asumido el Destino Manifiesto de llevar La Palabra y la Democracia a todos los rincones del mundo y que, después de hacerlo -sin importarles las consecuencias colaterales- exigen gratitud a los países supuestamente beneficiados por la brutal expresión de su Evangelio salvador. Estas consecuencias han sido muchas veces muy graves.

Cita Chomsky a un catedrático en derecho, estadunidense, quien expresó a propósito de la guerra en Kosovo: "poca duda cabe de que la campaña de bombardeo ha dado tanto el motivo como la oportunidad para una operación serbia mucho más amplia y salvaje de lo que se había imaginado en un principio". Por su parte, Robert Hayden, catedrático de la Universidad de Pittsburgh, dijo: "Las muertes de civiles serbios en las primeras tres semanas de guerra -es decir desde el momento en que intervino Estados Unidos- superan con mucho las muertes de ambos lados en Kosovo durante los tres meses previos a la guerra".

ƑPor qué los estadunidenses no invaden, en nombre de los derechos humanos a Arabia Saudita, un país dominado por una dictadura inflexible, donde las mujeres tienen muchísimo menos derechos que las mujeres de Irak, en donde impera una teocracia manipulada por príncipes corruptos e infinitamente ricos, y cuya concepción de Dios y la sociedad está cimentada en los principios de una de las sectas más radicales y más furiosamente fundamentalistas del Islam, el wahabismo, un país donde a los ladrones se les corta las manos y a las adúlteras se les lapida o se les decapita y que, ese sí es un semillero de terroristas de Al Qaeda, como demostraron los atentados del 11 de septiembre?

Porque esta guerra no se hace en nombre de los derechos humanos, sino en nombre de la "doctrina Carter", que por ahora a Estados Unidos no le conviene aplicar en Arabia Saudita y sí en Irak. O dicho de otra manera, no se hace en nombre de Dios al que tanto acuden en sus discursos los estadunidenses, sino del becerro de oro. Los estadunidenses no desperdician una sola oportunidad para hacer negocio.

Terminaré con una anécdota tomada del libro American Ground, Unbuilding the World Trade Center -Territorio Americano, "des-edificando" las Torres Gemelas- en el cual su autor, William Langewiesche, nos narra el largo, doloroso y macabro proceso que significó recoger los escombros de las Torres tras los atentados del 11 de septiembre... Esta reseña incluye todo, lo mismo las trifulcas que hubo entre la policía y los ensoberbecidos bomberos neoyorquinos, que la clasificación de los restos por materiales o por desechos humanos, entre estos últimos más de 19 mil piezas: manos, pedazos de pulmones o de hígados, ojos, etcétera. El material de construcción inservible fue enterrado en un lugar de Staten Island que tenía el nombre, muy adecuado, de Fresh Kills. Pero resultó que se pudo reunir unas 200 mil toneladas de acero estructural reciclable. Y como el costo del proceso de reciclaje es en Estados Unidos más alto que en muchos países, los 200 millones de kilos de acero fueron destinados a la India y a China, donde servirían para fabricar aparatos domésticos y partes de automóvil. Para hacerlo, los estadunidenses contrataron un carguero turco, el Osman Mete. Langewiesche nos dice que los hombres de la tripulación estaban sucios, y "obviamente indiferentes al significado de este cargamento".

Yo me pregunto: Ƒpor qué no renunciaron los estadunidenses a la repugnante oportunidad de sacar dinero de estos restos de las Torres y los enterraron junto con todos los otros escombros? ƑY cómo es posible que reprochen la indiferencia de una tripulación extranjera sin darse cuenta de que ellos mismos, los estadunidenses, le estaban dando la concesión -y con ella el jugoso negocio- del transporte a un barco musulmán de tripulación musulmana? ƑCómo es posible permitir que un trozo de una columna de acero que pudo haber hecho pedazos el cráneo de un holandés, un mexicano o desde luego un estadunidense el 11 de septiembre de 2001 se transforme, por ejemplo, en una licuadora Made in China?

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