Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 21 de marzo de 2003
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Espectáculos
Se presenta hoy junto a Diego el Cigala en el Festival de México en el Centro Histórico

Jerry González, el músico que convirtió el ritmo caribeño en jazz

Lo mismo ha tocado con los bravos de la rumba que con los maestros de la síncopa

En su más reciente álbum demuestra que el flamenco y lo afrocubano sí se llevan

ERNESTO MARQUEZ

¿Qué música puede hacer alguien que ama el folclor afrocubano y conoce las técnicas del jazz, que se ha graduado en un conservatorio de música con altos honores y aprendido "lecciones verdaderas" en la universidad de la calle; que como conguero ha tocado con los más bravos de la rumba y como trompetista ha sido reconocido por sus maestros e influencias (Louis Armstrong, Dizzy Gillespie y Miles Davis); que como músico no se amedrenta ante la aventura de experimentar con el rock, el flamenco, la música electrónica, y como melómano se puede pasar dias enteros revisando y escuchando su amplísima, variada y selecta colección de discos "para gozar y soñar"?

Solamente alguien como Jerry González, que desde que nació no ha parado de pensar y alimentarse con música, música y más música.

Y precisamente esta hambre de experimentar lo llevó a fusionar el jazz, la rumba y los ritmos afrocaribeños con el flamenco, de la mano de uno de los máximos exponentes de este género español: Diego el Cigala. Ambos músicos se presentarán esta noche en el Teatro de la Ciudad como parte de los actos de la edición 19 del Festival de México en el Centro Histórico.

El niño maldito del jazz latino

El discurrir de Jerry González comienza siendo apenas un niño, cuando su padre, que cantaba boleros en una orquesta latina, le regala una trompeta, un tambor y una colección de música cubana. A partir de ahí la música caribeña y el jazz estadunidense le ayudan a desarrollar un talento que más adelante hará posible que derrumbe varios mitos y tabúes en las estructuras de la música establecida.

Jerry González es el hombre que ha dado más vueltas de tuercas al jazz y, sobre todo, al jazz latino, que aquellos que se dicen innovadores. Muchos lo aman, otros le temen, y quienes no lo conocen y lo descubren en una foto con ese aspecto de guapo de barrio, con sombrero, gafas oscuras, manos vendadas y su actitud hostil, han de pensar que es cierta esa fama de maldito que ha alimentado el cinerrealizador español Fernando Trueba.

"Yo no se por qué, si soy un tipo tranquilo", comenta Jerry al tiempo que ríe arqueando un ceja. "Gracias a Fernando muchos son los que van a mí para descubrir si es cierto eso, si traigo un puñal y me le voy pa' encima. No hay nada de eso, chico."

Jerry González tiene una historia tan larga y luminosa como cola de cometa. Su discurso musical lo expresa en dos fases: el Jerry conguero y el Jerry trompetista; en ambas expresiones demuestra un inconmensurable talento. En la primera es el tamborero capaz de generar los argumentos rítmicos más picantes gracias a su impulso abakuá, que hace saltar los duendes yorubas de los cueros. En la segunda tenemos a un trompetista suelto, desarrollando con relajada indeterminación melódica escalas sónicas que develan ambientes inéditos y nuevas rutas para el jazz latino.

"La gente olvida que las experiencias afroamericana y afrocaribeña son los dos lados de la misma moneda", nos dice este maestro que ha impartido seminarios de música y ha participado en foros como el Smithsoninano. "Si a los negros en Estados Unidos les hubieran permitido conservar sus tambores como esclavos, probablemente habrían desarrollado una música muy cercana a la esencia afrocaribeña. Lo mismo que si el jazz continuara como música de baile, la dirección del jazz latino estaría determinada por las formas bailables como mambo, cha cha chá u otro.

"Nosotros hemos trabajado con la misma esencia que viene de diferentes momentos y lugares. Por ello los gatos que nunca han escuchado un tambor de conga o una banda latina se asombran cuando ven a Lester Bowie tocando con una banda dominicana y no saben por qué motivo o cuál es la relación. Si ellos supieran algo de la cronología del jazz entenderían que Machito es nuestro Duke Ellington y Tito Puente nuestro Count Bassie.''

La Fort Apache Band

Durante sus años en el New York City College, donde se ligó con el trompetista Kenny Dorhan en un quinteto de jazz latino en el que también estaba su hermano Andy en el bajo, Jerry González, de 53 años, asegura nunca haberse doblado ante el reto o el rechazo. "Siempre he estado luchando contra la corriente. Todo el tiempo estoy batallando para mantenerme vivo y esa actitud la cargo conmigo donde quiera que voy", señala con voz queda mientras recuerda a sus gurús en la música: los trompetistas Louis Armstrong, Dizzy Gilliespie, Miles Davis, pero sobre todo al baterista Rashied Alí, su primer guia en la vanguardia, quien además lo puso en contacto con personajes como Archie Shepp y Dewey Redman.

Con ellos trabajó arduamente en busca de una personalidad tonal. Se involucró en grabaciones de "pan y mantequilla" y entre actuaciones y grabaciones de discos con Dizzy Gillespie, Ray Barreto y George Benson le sorprendió la década de los 70 jugando un papel de pivote entre el hard jazz y la rumba tradicional. Experiencia que se refleja en el álbum The Gardens of Harlem (JCOA), de Clifford Thorton, trabajo seminal en ese tipo de fusiones con acercamientos a los cantos afrocubanos tradicionales.

En la década de los 80, mientras colabora con Tito Puente y McCoy Tyner, Jerry pone en marcha su proyecto más ambicioso: la Fort Apache Band (FAB), en la que junto a su hermano Andy en el contrabajo, Carter Jefferson en el sax tenor, Larry Willis al piano y Steve Berrios en la batería, desarrolla un sonido que ya venía gestándose con elementos de todo lo hecho en años anteriores.

"Los integrantes de la FAB son músicos que saben tocar blues, jazz y entienden la clave. Nosotros partimos de estándares estadunidenses y latinos y hacemos un cambio de roles. Podemos tomar una balada latina y hacerla como una balada jazz. Temas viejos, como los que conocen mi abuela y gente latina de su edad. Así (Ford, Jefferson y Willis) tienen que escuchar el jazz en ellos, y darles la vuelta sin quitarles la esencia latina. Tal como lo hicimos en Rumba para Monk, donde Monk convive con Los Roncos y se sabe quién es quién.''

Los piratas del flamenco

La primera aproximación de Jerry González a los ritmos del flamenco vino de la mano de Miles Davis. Posteriormente descubre a Manolo El Caracol, aunque reconoce que no le prestó atención, y fue el más reciente disco de Paco de Lucía y Camarón el que despertó su interés por la música flamenca.

Fue con Diego el Cigala que concreta este ''divertimento'', como ambos llaman a su material conjunto Jerry González y Los Piratas del Flamenco, el cual es, según los músicos, "simplemente el fruto del intercambio de sonidos y de experiencias (...) Una mezcla de flamenco y jazz, rumba y ritmos afrocubanos al frente de un agrupación austera" . Porque finalmente los piratas son sólo Jerry González, José Heredia, Niño Josele, el percusionista Israel Suárez Piraña y el propio Diego, que, dicho sea de paso, hace una versión espléndida de Obsesion de Pedro Flores.

Pocas veces se está frente a una de las grandes leyendas de la música y esas pocas veces hay que aprovecharlas (para no maldecir mil veces haber dejado escapar la oportunidad de aprender y aprehender) y sucumbir ante una personalidad tan inquietante como la de Jerry González, el niño maldito del jazz latino, quien hoy, en compañía de Diego el Cigala, estará en el Teatro de la Ciudad como parte del programa Radical Mestizo, idea de José Luis Paredes Pacho, para el Festival de México en el Centro Histórico.

 

 

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