274 ° DOMINGO 23 DE MARZO DE 2003
Jornaleros agrícolas, víctimas de agricultores y de Taco Bell
La lucha
por un centavo más

PATRICIA FORTUNY LORET DE MOLA*

No descansan un solo día, trabajan jornadas de hasta 12 horas y perciben menos de la mitad de un salario mínimo. Así los explotan, no en los campos de México –cosa que también sucede–, sino en el paraíso agrícola del suroeste de Florida, Estados Unidos. La mayoría de ellos son mexicanos y guatemaltecos, y en los últimos años se han organizado para demandar el pago de un centavo más por cada libra de tomate que recolectan. Pero ni las multinacionales de comida rápida –principales consumidoras del tomate– ni los rancheros dueños de la tierra se hacen responsables de esta situación

MIENTRAS EN MEXICO Y ESTADOS UNIDOS optimistas políticos y funcionarios públicos discuten en sus frescas oficinas las ventajas y desventajas que ofrece el TLCAN, miles de migrantes mexicanos, alejados de las comodidades de las grandes ciudades, trabajan de sol a sol para sobrevivir en los campos agrícolas de muchas regiones de este último país. Los primeros ignoran o no desean ver la realidad que viven los segundos.

Cada día bajan de los autobuses de la línea Adame, en la estación de Immokalee, cientos de mexicanos y guatemaltecos indígenas y mestizos indocumentados, que llegan a Estados Unidos atraídos por los billetes verdes, con la esperanza de mejorar las condiciones de vida de sus familias. En los campos “de labor”, los migrantes trabajan siete días a la semana con jornadas de hasta 12 horas diarias durante la temporada alta, y reciben a cambio menos de la mitad del salario mínimo estadunidense, es decir, 7 mil 500 dólares anuales.

El salario mínimo estipulado fluctúa entre 15 mil y 17 mil dólares anuales. El trabajo agrícola se paga a destajo, y en el caso del tomate, desde hace más de 20 años, se paga a los migrantes 40 o 45 centavos de dólar por cubeta recolectada.

La cubeta pesa aproximadamente 15 kilos, y en las condiciones actuales, para alcanzar un salario mínimo sería necesario que los jornaleros llenaran 13 cubetas de tomate por hora.

Del 24 al 28 de febrero, integrantes de la Coalición de Trabajadores de Immokalee ayunaron frente a las oficinas centrales de la empresa Taco Bell (principal compradora del tomate), en Irvine, California, para solicitar el alza de un centavo más por libra de tomate recogida.

En caso de alcanzar este objetivo, el pago por una cubeta llena equivaldría a 70 o 75 centavos de dólar, por lo cual los jornaleros tendrían que completar sólo siete por hora para alcanzar un salario mínimo promedio –que es aún muy bajo– de 5.25 dólares por hora.

Mi casa no es tu casa
Immokalee significa “mi casa” en el lenguaje de los indígenas seminoles, primeros pobladores del lugar. Es un pequeño pueblo rural situado al suroeste de la Florida y desde 1980 ha constituido el área de mayor producción agrícola durante las estaciones de otoño, invierno y primavera, que provee de frutas y verduras a casi todo el país del norte. Su clima benévolo y sus suelos arenosos e irrigados son ideales para el cultivo de cítricos, tomate, pimiento, pepino y sandía.

La producción de cítricos y hortalizas requiere de trabajo intensivo y temporal. Entre 1940 y 1960, la mano de obra migrante necesaria para estas labores era proveída por los afroamericanos del resto del país. Pero a medida que avanzó el proceso de latinización de los trabajadores agrícolas en Estados Unidos, que actualmente abarca casi todo el país, son México (80%), Guatemala (17%) y Haití (en menor porcentaje) los países que proporcionan la mano de obra requerida en estos campos.

Entre los migrantes de Immokalee, además de indígenas de varios departamentos de Guatemala, encontramos indígenas de Oaxaca, Chiapas, mestizos de Guerrero, Zacatecas, Veracruz, Guanajuato, Tamaulipas y otros estados del norte, centro y sur del país, sin que hasta el momento pueda definirse alguna tendencia.

Además de los bajos salarios, los migrantes mexicanos y guatemaltecos, en su mayoría ilegales, sufren vejaciones y malos tratos en la vida cotidiana. La multietnicidad de Immokalee no se traduce en multiculturalismo; lo que se da más bien es una suerte de exacerbación del nosotros y el rechazo del otro. Los mexicanos evitan y temen a los afroamericanos, en tanto que los anglosajones encarnan las figuras de poder y autoridad que pueden ser utilizados en contra de los migrantes (de cualquier país). Son discriminados por su “raza” y pobreza, no sólo por sus patrones directos, los contratistas, sino por los propios anglosajones que se encuentran dentro del sistema de poder (la migra, la policía, el sheriff, o el empleado bancario).

A principios de los ochenta, movidos por la situación de extrema pobreza e injusticia social, un grupo de jornaleros haitianos, guatemaltecos y mexicanos, acompañados por voluntarios anglosajones, comenzaron a reunirse en el Centro Guadalupe de la parroquia católica de Immokalee. Las discusiones giraban en torno a la lucha para mejorar sus condiciones de vida.

Se apoyaban en la filosofía de Paulo Freire para concientizar a los trabajadores sobre las relaciones de poder dentro del sistema económico y sobre sus derechos humanos y laborales. Fue a raíz de estas reuniones informales, de muchos años, que a mediados de 1990 se conformó la Coalición de Trabajadores de Immokalee (CIW, por sus siglas en inglés), que cuenta actualmente con una centena de migrantes de origen mexicano, guatemalteco y haitiano.

Los esfuerzos de esta organización han tenido frutos importantes: en 1997, con ayuda de los medios de comunicación, atrajo la atención de autoridades federales y del mismo Departamento de Justicia para revisar y dictar sentencias en seis casos de esclavitud. Esto permitió que al menos desaparecieran las condiciones de violencia abierta –a veces a punta de pistola– que se sucedían en los campos de la Florida. Por otra parte, este movimiento ha llevado sus peticiones y luchas más allá de la localidad y de la región, de tal manera que su voz de protesta política tiene hoy resonancia nacional.

La pirámide en los campos
La estructura de poder en los campos agrícolas consiste en una pirámide que tiene en la cima al ranchero o grower, quien es dueño de la tierra. Los rancheros pueden ser de origen mexicano o bolillos (nombre que se da a los norteamericanos blancos). Debajo del ranchero está el contratista o crewleader, en ocasiones de origen mexicano, guatemalteco o afroamericano. Los contratistas son los responsables de reclutar a la cuadrilla de trabajadores y sus deberes incluyen muchas veces proveer de vivienda, alimentos y bebidas a ésta.

La historia de la agricultura moderna en Estados Unidos, particularmente en Texas y Florida, está llena de historias de terror acerca de los malos tratos, la violencia física y los abusos que los contratistas ejercen sobre sus trabajadores. Los contratistas cuentan con mayordomos o dompeadores, quienes pesan los productos recogidos por los recolectores. En la base de la pirámide se encuentran los trabajadores o jornaleros agrícolas, quienes sólo cuentan con su fuerza de trabajo y poseen más desventajas sociales y políticas que todos los demás. No tienen derecho a organizarse en sindicatos y en ocasiones no son contratados durante todo el año o son subcontratados, lo que se refleja en menores ingresos.

Por otro lado, si existe una sobreoferta de trabajo tienen que laborar durante jornadas más largas, sin descanso. Está de sobra decir que no se les remuneran las horas extras, no cuentan con instituciones de salud, sufren las consecuencias de los pesticidas, carecen de vacaciones pagadas y desde luego no gozan de una pensión.

La situación de la vivienda en Immokalee es deplorable. Más de 50% de los jornaleros renta a altos precios casas-remolque viejas e inservibles que resultan calurosas en el verano y frías en el invierno. Estos remolques son pequeños y carecen de los servicios sanitarios mínimos, además de que están siempre saturados. Una casa móvil –o trailita como le llaman los migrantes– puede ser habitada hasta por ocho o 10 hombres, y en ocasiones incluye una o dos parejas.

Vivir en hacinamiento y al mismo tiempo en soledad, lejos de la familia, del pueblo y la cultura, aunado a la constante condición de riesgo por su estatus ilegal, provoca en los migrantes sentimientos de frustración y de desconfianza hacia los otros.

Todos se lavan las manos
Una gran parte de las tierras de cultivo del suroeste de la Florida pertenece a grandes corporaciones como Six L’s Packing Company. Esta compañía vende la mayor parte del tomate que utiliza la cadena de restaurantes Taco Bell en la preparación de su comida rápida. Six L’s también compra tomate a los rancheros grandes y medianos. Los restaurantes de la franquicia Taco Bell, Pizza Hut y Kentucky Fried Chicken forman parte de la billonaria corporación llamada Tricon Global Restaurant Inc. Cuando ésta fue demandada para que cumpliera con los derechos básicos de los trabajadores, su vocera Amy Sherwood respondió que este era “un asunto entre una compañía (no relacionada con esta empresa) y sus empleados. Nosotros no nos involucramos con las prácticas de terceros”.

¿Quién es el proveedor de Tricon?: Six L’s Packing Company. Pero esta corporación tampoco asume la responsabilidad de los salarios de los trabajadores, porque –señala– éstos son directamente contratados por los crewleaders. Incluso, los rancheros o medianos terratenientes no han podido ser acusados por malos tratos o salarios injustos debido a que ellos no son legalmente responsables de los jornaleros.

Taco Bell, que sería el siguiente patrón implicado en esta compleja red, afirma que la cuestión de la compensación económica y todo lo relacionado con los salarios de los trabajadores agrícolas debe resolverse entre jornaleros y rancheros. Laurie Gannon, vocera de la empresa, respondió ante los medios: “Nosotros requerimos de nuestros proveedores que cumplan con todas las leyes locales, estatales y federales, y esto incluye los salarios y las condiciones de trabajo”.

Por su parte, Six L’s Packing Company Inc. ha rehusado responder a los medios, y los rancheros de Immokalee también guardan silencio. Los contratistas, directamente vinculados con los jornaleros, son, al parecer, libres en su manera de emplear y pagar, y pueden hacerlo porque saben que siempre habrá más oferta que demanda. Hay países pobres, como México y Guatemala, donde abundan los campesinos sin tierra y sin empleo que desean emigrar para mejorar sus condiciones de vida.

Ayuno contra Goliat
Para explicar el diálogo entre trabajadores migrantes y sus patrones podemos recurrir al viejo cliché de David y Goliat. Tricon controla más de 30 mil restaurantes y es dueña de la franquicia más grande del mundo. En 1999 reportó ganancias por 22 mil millones de dólares, mientras que su hija, Taco Bell, reportó ventas por más de 5.2 mil millones de dólares. Los trabajadores sólo están solicitando a Tricon que les pague a sus proveedores un centavo de dólar más por cada libra de tomate recolectado.

Con el objetivo de hacer realidad el diálogo entre David y Goliat, la CIW y decenas de organizaciones aliadas dentro y fuera de país, partieron de Immokalee el lunes 20 de febrero y recorrieron esta nación de este a oeste para llegar al ayuno programado para este fin de semana.

La protesta tuvo lugar frente a las oficinas de la sede de Taco Bell en Irvine, California. El ayuno es una más de las actividades que la coalición ha organizado en los años recientes para presionar y boicotear a los restaurantes Taco Bell. El año pasado, en su Marcha de la verdad (Taco Bell Tour Truth), setenta trabajadores de la CIW y 30 estudiantes voluntarios, a los que se sumaron 2 mil manifestantes, hicieron un recorrido desde Immokalee, pasando por Tampa, Atlanta, Chicago, Los Angeles y San Francisco, hasta llegar a Irvine.

La marcha derivó en un primer diálogo –jamás imaginado– entre funcionarios de Taco Bell y trabajadores agrícolas. En este diálogo, los demandantes plantearon su petición central: el alza de un centavo de dólar por cada libra de tomate recogida.

Los ejecutivos de la cadena, aunque escucharon la demanda, no ofrecieron en ese momento –ni en el resto del año– una posición clara al respecto. Los trabajadores esperan que este ayuno se traduzca muy pronto en verdaderos resultados.

Más información sobre actividades, objetivos y logros de la CIW y organizaciones aliadas en: www.ciw-online.org.

*La autora es investigadora del Programa CIESAS Peninsular