Jornada Semanal, domingo 23  de marzo de 2003         núm. 420
Placeres permitidos
EVODIO ESCALANTE.

LA OLA HEIDEGGER 

La ruina o la gloria de un texto, como todo mundo sabe, dependen de la traducción. Durante más de cincuenta años, los lectores de Heidegger en español tuvieron que perderse en los fatigosos callejones repletos de tecnicismos y expresiones forzadas que les deparaba la escabrosa traducción que hiciera de Ser y tiempo el venerable maestro José Gaos. Para colmo de la dificultad, la versión canónica de Gaos (la llamo canónica porque no había otra y era tan obligatoria como las idas a la iglesia) recurrió a menudo a expresiones que quizás le parecieron castizas, quiero decir, revestidas de abolengo ancestral, pero que no eran sino arcaísmos de la época de Pedro el Ermitaño. Así, donde podía escribirse "cuidado", Gaos propuso "cura" (?); donde podía verterse "en medio de", Gaos recurrió al anticuado "ser cabe"; en lugar de "interpretación", que todo mundo entiende, Gaos propuso "exégesis"; en lugar de "el ente que está-ahí", Gaos tozudamente acuñó el ente "ante los ojos", y así por el estilo. El fracaso rotundo de los "hiperiones" para aplicar o adaptar en México las enseñanzas de Heidegger tiene ahora una plausible explicación. Con la asmática y reumática traducción de Gaos no sólo no se podían escalar las cumbres de la filosofía, sino que ni siquiera se podía salir airosamente a la calle. Para decirlo de otro modo: la traducción de Gaos necesitaba a su vez de una traducción. 

Cinco décadas después, un filósofo chileno, Jorge Eduardo Rivera, ha sorprendido al mundo de habla española al publicar una nueva versión súper legible y extraordinariamente fluida de Ser y tiempo. Producto de un minucioso trabajo de más de veinte años, durante los cuales pudo consultar no sólo los originales manuscritos de la obra sino el legendario Hüttenexemplar –es decir, el ejemplar con las anotaciones del propio Heidegger y que éste guardaba en su cabaña en la Selva Negra, y resultado también de sus reuniones con el autor del libro así como de consultas que el traductor sostuvo con Gadamer y con el profesor Von-Herrman, el albacea literario de Heidegger, Jorge Eduardo Rivera ha logrado una hazaña cuyas consecuencias no se harán esperar. Al volver "legible" el que sigue siendo el más importante de los tratados de Heidegger, Jorge Eduardo Rivera ha sentado las bases para lo que puede ser una nueva generación de filósofos de inspiración heideggeriana que ya no estarán obligados a llevar la ominosa carga de una traducción arcaizante y en muchos momentos inepta. 

Por fortuna, el esfuerzo de este traductor meritorio no está aislado. Desde hace varios años, diversas editoriales españolas han dado a las prensas libros desconocidos de la abundante producción de Martin Heidegger, cuyas obras completas en alemán alcanzarán según se dice tanto así como los ochenta tomos, de donde resulta que Heidegger se perfila como un escritor más prolífico que nuestros novelistas Carlos Fuentes o Fernando del Paso. Entre los títulos más recientes de estas disfrutables versiones al español de títulos de Heidegger están Los problemas fundamentales de la filosofía (producto de un curso dictado en Marburgo hacia 1927, o sea el mismo año en que apareció Ser y tiempo), la Introducción a la filosofía (curso de Friburgo de fines de 1928 y principios de 1929, al que asistiría entre otros Hanna Arendt), los dos tomos del prolongado seminario sobre Nietzsche, dictados durante los años tormentosos de la guerra mundial, y lo que puede ser la joya de la corona, las Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles, también conocido como Informe Natorp.

Este último librito, de escasas cincuenta páginas, que el entonces desconocido Martin Heidegger habría redactado hacia 1922 con el objeto de ganar una plaza como profesor pero que permaneció inédito hasta hace muy poco, tiene el extraordinario interés de ser una versión abreviada o si se prefiere embrionaria de Ser y tiempo. Aquí aparecen los primeros balbuceos de lo que iba a ser una complicada gigantomaquia intelectual que se empeñó en recuperar con nuevos bríos el problema del ser que supuestamente habría caído en el olvido en la historia de Occidente y que descubrió en el Dasein, es decir, en la estructura del ex-sistente que somos cada uno de nosotros, la piedra de toque para volver a plantear desde la óptica de la finitud el problema del ser, es decir, de lo que su autor llama una ontología fundamental. La peculiar trabazón de este Dasein que hace uno con el mundo ya aparece con meridiana claridad en este breve tratado. "La vida fáctica –sostiene Heidegger– habla el lenguaje del mundo cada vez que habla consigo misma."

La brumosidad de la caída, el ocultamiento del ser, su pérdida en el mundo del anonimato y de la irresponsabilidad, tan decisivos en Ser y tiempo, se prefiguran aquí con trazos que hay que calificar como maestros: "En el mundo al que la vida se abandona y en el término medio en el que circula, la vida se oculta, se esconde de sí misma. La tendencia hacia la caída conduce a la vida al desencuentro consigo misma. La manifestación más relevante de esta movilidad fundamental se plasma en el modo en el que la vida misma hace frente a la muerte."

Las Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles tienen a mi modo de ver un interés adicional. Se observa aquí de qué modo el joven Heidegger, atorado en el callejón sin salida de la filosofía de la conciencia de su maestro Husserl, recurre de modo magistral a un apoyo inesperado, el de Aristóteles, a partir de cuyos textos elabora las categorías que él necesita aplicar en su análisis de la vida fáctica, dando con esto un salto atrás que se convierte paradójicamente y de manera afortunada en un salto adelante sin el cual la filosofía de Heidegger no tendría la importancia que actualmente tiene.

Lo único que me falta agregar es que la indispensable traducción de Ser y tiempo que publica la Universidad de Chile se puede adquirir en una librería situada en un centro comercial del sur de la Ciudad de México.