Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 6 de abril de 2003
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Capital

Angeles González Gamio

De la mano por el parque

Una de las colonias con más encanto en la ciudad es la Ex Hipódromo de Peralvillo, que ahora cuenta con una Guía de recorridos urbanos, que editaron la Universidad Iberoamericana y la Dirección de Arquitectura del Instituto Nacional de Bellas Artes, que dirige la talentosa arquitecta Sara Topelson, quien comenta en la presentación que una forma inmejorable de conocer una colonia es caminarla, recorrerla, mirar sus galerías, librerías, tiendas y cafés; constituye la mejor manera de rencontrarnos con la arquitectura, la traza urbana, sus forma, sus detalles y sus ambientes, que le dan carácter propio.

Alejandro Aguilera, coordinador de la colección, explica que el objetivo de las guías, de las cuales ésta es la primera -obra de Marisol Flores García-, es registrar y difundir el patrimonio arquitectónico de la ciudad de México, sobre todo para el conocimiento de estudiantes y profesionales de la arquitectura, lo cual eventualmente puede contribuir a su conservación, pero asimismo, a generar una oportunidad para que el habitante común pueda conocer, comprender y cuidar su lugar de vida.

De la mano de la guía podremos reconocer los distintos estilos arquitectónicos que dan personalidad a esta distintiva colonia: art decó, stream-line y zigzag, modernista, californiano y funcionalista, que vienen muy bien explicados y nos proporcionan fichas muy completas, con foto, dirección, arquitecto, plano y comentario. Compañía perfecta para unas buenas caminatas por esa linda colonia, cuya fascinante historia vale la pena recordar, remontándonos al siglo XIX con la creación, en 1881, del Jockey Club, integrado por miembros de la aristocracia porfirista, con el objetivo de establecer un hipódromo; las carreras de caballos eran un deporte considerado de prosapia, y la idea era disminuir la afición por las corridas de toros, consideradas por muchos un espectáculo salvaje y poco elegante.

Establecieron su sede en la Casa de los Azulejos, coordinando desde allí la construcción del Hipódromo de Peralvillo, que se tornó en sitio de encuentro de la "familia" porfirista. Al paso del tiempo se consideró que el acceso era difícil, por lo que se acordó construir uno nuevo en terrenos de la hacienda de la Condesa, mucho más accesible y con mejor clima, el cual se inauguró en 1910, con lujo y pompa.

Quince años funcionó exitosamente, al término de los cuales, vencida la concesión y desgastado el negocio, los empresarios José de la Lama y Raúl Basurto iniciaron en el predio la construcción de un fraccionamiento, que habría de ser de los más modernos de la ciudad. El arquitecto José Luis Cuevas, encargado del proyecto, decidió aprovechar la traza del antiguo hipódromo, diseñando un original espacio que rompía con el tradicional de emparrillado, que había caracterizado todos los desarrollos urbanísticos capitalinos.

Otro atractivo fue la construcción de dos parques, uno de ellos con un teatro al aire libre. También consideró amplios camellones arbolados, dos agradables glorietas, fuentes y una plaza. Esto se completaba con un audaz mobiliario urbano, que incluía lindas bancas de concreto adornadas con azulejos y su farol integrado, rodeadas de follaje.

En los años recientes esta colonia ha tenido un renacimiento; muchas personas sensibles, que aprecian el encanto de sus zonas verdes, la original arquitectura, la vida de barrio y su excelente localización, se han ido a vivir ahí. Sin embargo, esta popularidad ha llevado a que se destruyan añejas construcciones, para levantar en su lugar edificios que no respetan el entorno; entre otros, los ahora de moda lofts, absurdo arquitectónico cuyo origen más conocido son viejas bodegas en el barrio del Soho, en Nueva York, que los artistas pobretones adaptaban para habitación y estudio.

Ojalá que las guías de recorridos urbanos ayuden para que se emitan declaratorias que protejan estas colonias; esperamos pronto contar con una de la Roma y otra de la Juárez, ya que ambas conservan magníficas casonas y tienen rica historia. Por cierto, en esta última colonia, en la calle Dinamarca 72, se encuentra el restaurante El asado argentino, que atiende personalmente su dueño, Osvaldo Caldú, amante de la buena comida, quien ofrece el mejor asado de la ciudad, que se cocina con leña lentamente, por varias horas, y que auténticamente es de chuparse los dedos. Su jugo de carne es único y las empanadas son riquísimas. Los fines de semana se puede escuchar tango por las noches y varios días dan clases de tango.

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