Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 15 de abril de 2003
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Política
El ex subsecretario fue pieza clave para contener la intervención de EU en CA

Derbez acepta renuncia de Iruegas y pierde al decano de mayor nivel

Durante la gestión de Castañeda en la SRE, le tocó corregir los yerros del canciller

BLANCHE PETRICH

El secretario de Relaciones Exteriores, Luis Ernesto Derbez, prescindió ayer del decano de mayor nivel y más experiencia en gestiones clave de la diplomacia mexicana, al aceptar la renuncia del subsecretario para América Latina y el Caribe, Gustavo Iruegas.

Meses antes, la Secretaría de Relaciones Exteriores aceptó también, sin intentar retenerlo, la salida de otro veterano de las lides internacionales, el ex subsecretario Miguel Marín Bosch, quien adelantó su jubilación por desacuerdos con las nuevas líneas de acción de México frente a Washington.

En el proceso de alineación estratégica de la política exterior del país frente al nuevo orden mundial que encabeza George W. Bush, iniciado por el anterior secretario, Jorge G. Castañeda, su sucesor, Luis Ernesto Derbez, sin experiencia en el terreno diplomático, resolvió que Iruegas no reunía el "perfil requerido" para conducir las relaciones con el subhemisferio.

Diplomático de carrera con 38 años de labor en la cancillería, Iruegas fue partícipe de varios de los momentos más destacados de la política exterior del país.

Operó en parte de los procesos de negociación que pusieron fin a décadas de guerra en El Salvador y Guatemala; participó de cerca en los hechos que contribuyeron, en 1979, a la caída de la dictadura de Anastasio Somoza; durante décadas fue interlocutor y correa de transmisión de primer nivel entre el presidente cubano Fidel Castro y varios mandatarios mexicanos en gestiones que permitieron incorporar a Cuba a algunos espacios de integración regionales. Se le atribuye también, a principios de los ochenta, haber sentado las bases para la actual estructura de la cancillería en la protección de mexicanos en el extranjero.

Fracaso de la Doctrina Iruegas

Cuando tuvo responsabilidades en política interna, el papel de Iruegas fue controvertido. Durante 1995, a inicios del sexenio de Ernesto Zedillo, fue miembro de la representación gubernamental en el diálogo con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Aun antes de que se estableciera la mesa de San Andrés Larráinzar fueron evidentes las fricciones entre este delegado y el intermediario, Samuel Ruiz, antiguo obispo de San Cristóbal de las Casas.

En lo que sus críticos consideran que fue una incapacidad para entender la naturaleza y alcances de la representación social del zapatismo, el diplomático insistió en limitar el reconocimiento de la legitimidad de los insurgentes al tamaño de su fuerza militar. Otros analistas cuestionan su visión de la cuestión indígena, limitada a la integración de los pueblos indios a la nación mestiza.

El funcionario dejó la delegación gubernamental en diciembre de 1995, aunque su visión -que se conoció como la Doctrina Iruegas, entendida como la intención de minimizar a la fuerza rebelde- perduró a lo largo del sexenio y al final llevó al fracaso la negociación.

No fue un político típico del foxismo. Durante los dos truculentos años de Jorge G. Castañeda al frente a la cancillería, su subsecretario tuvo que entrar con frecuencia a enderezar los entuertos de su jefe, en particular con los "pleitos" que provocaba el ex canciller con La Habana.

Fue él quien en la primavera del año pasado, después de que Castañeda azuzara con declaraciones equívocas hechas en Miami la estampida de presuntos emigrantes hacia la embajada de México en La Habana, operó en el conflicto y resolvió con las autoridades cubanas el desalojo de la misión. Poco tiempo después la relación bilateral se tensó casi al umbral de la ruptura por el incidente de la cumbre de Monterrey, el "comes y te vas" del presidente Fox. Nuevamente fue Iruegas quien institucionalmente logró que la relación retornara a la normalidad.

El privilegiado nivel de interlocución del diplomático con Cuba data de sus primeros años en el servicio exterior, cuando fue canciller B en la embajada mexicana en ese país de 1966 a 1968.

Durante esos primeros años de la revolución, Iruegas contribuyó a la denuncia de los hechos de corrupción en los que había incurrido el embajador general Pámenes Escobedo y años después también intervino para descubrir la trama del agente de la CIA Carrillo Colón, infiltrado en la misión mexicana.

Centroamérica, la pacificación

En 1978, cuando México retiró a su embajador en Nicaragua en protesta por la brutalidad del régimen somocista, Iruegas quedó como encargado de negocios en Managua, en un periodo en que ofreció asilo masivo a cientos de sandinistas, hasta que finalmente se produjo la ruptura de relaciones, pocos días antes del triunfo revolucionario. Varios de los asilados, como Sergio Ramírez y Joaquín Cuadra, regresaron a Managua a la toma del poder.

A mediados de 1980, a raíz del asesinato del periodista chihuahuense Ignacio Rodríguez Terrazas en San Salvador, México retira nuevamente a su embajador e Iruegas permanece como encargado de negocio, dando asilo a revolucionarios y contribuyó a la denuncia de los crímenes de guerra que cometía el ejército local, hasta que, con una importante contribución suya, se emitió la Declaración Franco Mexicana, que sienta precedente al reconocer el nivel de interlocución internacional, como fuerza combatiente, del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN).

En ese periodo gestiona también el encuentro entre Fidel Castro y el entonces presidente José López Portillo en un yate en las costas de Cozumel, en vísperas de la Cumbre Norte-Sur, en la que Estados Unidos vetó la presencia cubana. Eran estos los años dorados de la política exterior mexicana, con Jorge Castañeda de la Rosa.

A mediados de los ochenta, con Miguel de la Madrid en la Presidencia, México continuó reforzando acciones diplomáticas en Centroamérica para contener las acciones de intervención de Estados Unidos, pero en un marco que le permitiera compartir la responsabilidad con otras naciones latinoamericanas. Iruegas ya no participó directamente en el proceso.

Con la llegada de Carlos Salinas, el ahora ex subsecretario fue llamado nuevamente al teatro de las gestiones clave de la política exterior. Como organizador de la primera cumbre iberoamericana que se celebró en Guadalajara en 1990, logró que Castro estuviera presente en un espacio de jefes de Estado de América Latina sin Estados Unidos. Con los años, esta instancia se ha desgastado para dejar su lugar a la Cumbre de las Américas, controlada por Estados Unidos, en la que Cuba es, nuevamente, aislada y hostigada.

Como director general para América Latina, Iruegas retomó la conducción del papel de anfitrión de las negociaciones de paz de El Salvador y Guatemala (que culminan en México en 1992 y 1996, respectivamente) y propició también encuentros entre el gobierno colombiano y las fuerzas guerrilleras de ese país.

A pesar de que son años de fuertes jaloneos entre el canciller Fernando Solana y el asesor presidencial Joseph Córdova, Iruegas operó políticamente en esos procesos latinoamericanos.

Temporadas en la "congeladora"

El ahora ex subsecretario no siempre fue un funcionario cómodo para sus superiores y hubo etapas en las que fue enviado "a la congeladora", a embajadas que lo alejaron del área latinoamericana, que, como dicen sus más cercanos colaboradores, "es su vocación".

Uno de esos momentos fue cuando, en pleno proceso de pacificación en Guatemala, la entonces subsecretaria Rosario Green quiso expulsar de México a la comandancia de la URNG. Iruegas se opuso y logró impedirlo, pero fue enviado como cónsul a San Diego.

Regresó a la cancillería llamado por el titular, Manuel Tello, quien lo nombró oficial mayor en los últimos meses del salinismo. Después de su polémico papel en la negociación del conflicto en Chiapas pasó otra etapa gélida en Noruega.

No regresó al centro de la acción diplomática sino hasta la llegada de Jorge G. Castañeda. En ese cargo, quizá para marcar distancia con la gestión foxista, Iruegas se permitió un pequeño gesto individual.

En pleno escándalo por la película El crimen del padre Amaro, su oficina organizó una exhibición privada del filme, días antes de su estreno, para el cuerpo diplomático acreditado en México. Ni siquiera el nuncio apostólico pudo protestar. Ayer fue el último día de trabajo del subsecretario Iruegas en Tlatelolco.

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