La Jornada Semanal,   domingo 20 de abril del 2003        núm. 424

Ricardo Rondón
jornadas musicales

Sergio Vela y El anillo del nibelungo

A unos cuantos días de estrenar en México El Oro del Rin, de Richard Wagner, que es el preludio de la tetralogía que integra con La Valquiria, Sigfrido y El ocaso de los dioses, platicamos con el director escénico Sergio Vela en sus instalaciones de la UNAM. Vela se encuentra nervioso, presionado, muy contento y feliz de ver nacer una ilusión que tiene desde los trece años. Conoció la trama antes de la música gracias a los libros de Pahlen y Casona. "Iba a cumplir trece años y mis padres decidieron regalarme la grabación de Pelleas et Melisande, de Debussy, en la edición de Ernest Ansermet. Mi madre me llevó a comprar el regalo y solicité que además se incluyera un enorme álbum del Anillo completo bajo Karl Böhm."

Sergio es el segundo de tres hijos, tiene dos hermanas. Obviamente se tenía que consultar el considerable aumento del obsequio; su padre capituló y Vela entró al mundo mágico de Wagner dirigido por Böhm, cuya energía dramática lo sedujo. El libreto estaba exclusivamente en alemán, así que le debe a Philips el haber tenido que estudiar este idioma. El oro del Rin se estrenó en el Hof-und-National-Theater de Munich, el 22 de septiembre de 1869, y el 20 de marzo de 2003 abrió su mundo a México, gracias a Vela.

-¿Cuál es el reto Wagneriano?

–He dirigido El holandés errante y Tristán e Isolda, ambas de Wagner. Otras piezas recientes han sido La flauta mágica e Idomeneo, de Mozart, Macbeth [Verdi] y The Visitors, de Carlos Chávez. El Anillo, antes que nada, debe ser coherente desde Rheingold hasta el Ocaso. Es una metáfora del ser. Tiene que haber una interpretación entera de la realidad. ¡Tiene que alcanzar el tiempo de ensayos! La idea es montar una obra por año y después la tetralogía completa. No se qué pasará después de 2006, es imposible anticiparlo. Este es el propósito. Las dificultades del proyecto hicieron deseable empezar en 2003. En lo posible usaremos el mismo elenco retomando el modelo clásico griego.

–¿Cómo es el grupo que interviene?

–Todos entienden la textualidad. Tienen entusiasmo y queremos continuidad. Mucha de la tecnología tiene que estar lista desde ahora. La orquesta requiere ciertos refuerzos. Wagner pide 116 músicos y salvo en Bayreuth o en el Metropolitan, no caben en el foso. No quiero que la orquesta oculte las voces de los cantantes y la reducción prudente será en las cuerdas. Solamente los yunques y la voz invisible de Alberich serán amplificados. Los yunques serán rines de coche fuera del escenario. El elenco es el mismo para todas las funciones. Un aspecto muy importante es el trabajo de los técnicos. El buen talante de estos expertos en tramoya, mecánica e iluminación es maravilloso. La actitud de los técnicos del Palacio de Bellas Artes requiere destreza, esfuerzo físico y apoyo incondicional. El cariño de su colaboración es una gran deuda que francamente me emociona y no olvidaré.

–¿Qué reacción esperas?

–Hay interés por Wagner. Es seductor. Mi experiencia me hace pensar que será un éxito. México no tiene la cultura alemana y vamos a abrir apetito. El público debe gozarlo y procuro dejar en el espectador las herramientas para que sea el último intérprete. Puedo citar tres producciones que me dejaron huella: La de Harry Kupfer aunque no sea mi cup of tea dramáticamente, la de Robert Wilson, y especialmente la de Wieland Wagner de 1965. No puedo quedarme con una sola y debo agregar a Peter Hall y a Patrice Chereau. Es imposible elegir, todas son muy diferentes.

–¿Hay óperas que nunca dirigirías?

–Hay obras que se acercan al naturalismo que no corresponden a mis creencias. La Bohéme y La Traviata no son para mí y no me interesaría volver a hacer Fausto, aunque fue mi debut. Me fascinaría hacer Medea [Cherubini], Monteverdi, Gluck, Mozart y Strauss.

–¿Planes futuros?

–Estoy invitado a dirigir el reestreno de Motezuma [sic] de Francesco de Majo, apreciado por Mozart. Esto será en Aschaffenburg. La producción es del Centro Antiguo de Nápoles y en 2004 será escenificado en Nápoles, Francia y España. En Italia haré la versión italiana de Acis, Galatea y Polifemo, de Händel y naturalmente la continuación de la tetralogía en México, así como una obra magna de Hector Berlioz semiescenificada, con la Orquesta Filarmónica de la UNAM bajo su titular Zouhuang Chen. Creo que se trata de La condenación de Fausto, y sería mi primera elección.

Le pedí que me dijera una palabra que le guste por su significado positivo. Sin titubeos contestó: "amor"; y lo contrario, "traición".

El anillo del nibelungo es el drama lírico más ambicioso de todos los tiempos. El oro de Rin es el preludio a las otras tres integrantes de la Tetralogía. La creación del Anillo absorbió un cuarto de siglo en la gestación de Wagner y refleja tantas ideas, ideales, situaciones y dilemas que ha sido sujeta a tratamientos diametralmente opuestos. Patrice Chereau nos transportó a la Revolución Industrial. En Bayreuth recibió rechiflas en el estreno pero después de diez años se impuso. Otto Schenk se apegó a los que podríamos llamar las ideas originales del compositor. La experiencia de sus trabajos anteriores nos garantizó que Sergio Vela nos daría algo especial, emocionante y lógico, y no nos equivocamos.