Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 22 de abril de 2003
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Política

José Blanco

Desfiguros cubanos

La Organización de Naciones Unidas (ONU) se compone de una Asamblea General, un Consejo de Seguridad, un Consejo Económico y Social (del que dependen cinco comisiones regionales, la CEPAL para el caso de América Latina), una Corte Internacional de Justicia (en la Haya) y una multiplicidad enorme de agencias especializadas por temas: la educación, la agricultura y la alimentación, el desarrollo y muchos más.

Los miembros de la ONU hace tiempo admitieron que "la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana", y se comprometieron, en consecuencia, "a asegurar, en cooperación con Naciones Unidas, la promoción del respeto universal y la observancia de los derechos humanos y las libertades fundamentales". Derivado de ese acuerdo, la ONU creó la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que se rige por la Declaración Universal de los Derechos Humanos y seis tratados internacionales operados por igual número de comités ad hoc.

Si se leen los 30 artículos que componen la Declaración Universal se hallará que, además de enlistar el conjunto de los derechos humanos de toda persona nacida en cualquier parte del planeta, se prevén las bases para el cuidado y la promoción de esas garantías por los estados nacionales a que pertenecen las personas. De este modo, la Oficina del Alto Comisionado funciona a partir de los informes que entregan los estados partes (así se les llama en esa oficina). Los países que han suscrito la Declaración Universal y los tratados deben observar las reglas ahí dispuestas. Cuba es un Estado parte que está obligado a asumir las resoluciones que surgen de esa instancia. Como está claro, la Oficina del Alto Comisionado tiene el deber de vigilar los derechos humanos y emitir recomendaciones o condenas en relación con las violaciones cometidas por un Estado nacional dado respecto a los ciudadanos de ese mismo Estado.

Numerosos comisionados andan por el mundo permanentemente verificando la veracidad de los informes que entregan los Estados partes. México los ha recibido varias veces y siempre le han sido adversos. Sólo las muertas de Juárez son una ignominia suficiente para que se nos condene.

El gobierno de George W. Bush ha cometido crímenes sin nombre en Irak, con una guerra ilegal no acordada por el Consejo de Seguridad, y mantiene en el oprobio jurídico y humano a los presos afganos recluidos en Guantánamo. Pero no es la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos el espacio institucional en el que puede condenarse a Bush por esos crímenes. Es, seguramente, La Haya. El Consejo de Seguridad debió haber emitido una condena severa por la masacre de Irak, pero nadie se atreve frente al poderoso. Los crímenes de Bush, sin embargo, no justifican las ejecuciones y las mazmorras de Fidel Castro.

Dada la condena no institucional, sino política, de una gran parte de la comunidad internacional frente a la represión castrista, el gobierno cubano reculó y durante horas el canciller Pérez Roque nos asestó el pasado viernes una perorata pueril e insensata, aunque en tono menor respecto de la retahíla de insultos del día anterior, dirigida hacia todos los puntos cardinales. Las injurias y los vituperios, por lo demás, suelen ser el estilo de la refinada diplomacia cubana. El colmo de la desfachatez del discurso de Pérez Roque es la "interpretación" cubana según la cual, el que haya sido retirada la enmienda presentada por Costa Rica, fue "un aval" de la Comisión de Derechos Humanos (CDH) a los brutales juicios sumarios con que se condenó a descabelladas penas a los opositores por intentar construir una propuesta de reforma constitucional, y también "un espaldarazo" a los fusilamientos de los secuestradores de la lancha sin gasolina. Es una diplomacia tropical sin brújula. Injurias cubanas, de otra parte, a una raquítica resolución inocua, como los propios cubanos la han calificado.

Los derechos humanos se violan en todas partes; la diferencia es que en muchos países del mundo existen libertades ciudadanas, organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación, marchas multitudinarias si es preciso, y aún el derecho de acudir a la CDH para defenderse de las violaciones a los derechos humanos por el Estado. En Cuba, con un Estado totalitario, nada de eso existe ni puede existir; y si alguien quiere hacerlo surgir, lo aplastan, como está a la vista. Por eso fue correcto el voto mexicano. Los abstenciones acobardadas de Brasil y Argentina parecen un lamentable y oportunista intento de quedar bien con Bush y con la isla.

Como cada año, la Asamblea General condenará a Estados Unidos por el bloqueo a Cuba. México deberá votar sin dudas en ese sentido. Falta que los especialistas nos digan si la Oficina del Alto Comisionado es el espacio institucional para presentar y en su caso aprobar la condena al bloqueo; de ser afirmativo, así debemos votar.

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