Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 23 de abril de 2003
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Mundo

Manuel Vázquez Montalbán

La globalización del rifle

El ganador del Oscar 2003 por el mejor documental, Michael Moore, se ha convertido en el más duro perseguidor de los argumentos imperiales de George W. Bush y su lobby. Miembro de la Asociación Nacional del Rifle, presidida por Charlton Heston, Moore se quedó estupefacto ante la matanza del Instituto Colombine a cargo de escolares adolescentes armados y por el dato de que cada año mueren en Estados Unidos 11 mil ciudadanos a causa del empleo de armas de fuego. A partir de esta provocación, Moore, cámara al hombro, cumple una indagación por conclusión de que tanto la exterior como la interior son fruto del miedo. El miedo del pionero original, inmigrante que tuvo que quitarle las tierras a los indios y la soberanía a los ingleses, se perpetuó en la evolución de una población de aluvión que hizo de la violencia un instrumento de defensa, conquista, de acumulación económica, de superación de la propia inseguridad.

Estar armado es una afirmación de la identidad americana, razona Charlton Heston en una patética entrevista con Moore, en la que Ben Hur se queda sin argumentos ante los de su entrevistador y opta por cortar el encuentro y retirarse algo amedrentado, incluso es posible que algo amedrentado de sí mismo. A lo largo de casi dos horas hemos asistido a una tragicómica inmersión en el miedo americano, mediante entrevistas con víctimas y verdugos y la constatación de causas objetivas que producen miedo y violencia. Especialmente conmovedoras las situaciones en las que adolescentes armados han disparado contra compañeros y profesores e incluso un niño mata a una compañera de clase de seis años, en una acción gratuita mediante la que expresa su soledad. Ed Harris, el adolescente causante de la matanza del Instituto de Colombine, había crecido en una base militar de Michigan, el lugar de origen del director del documental. Otras coincidencias estimuladoras de angustia y perplejidad fueron que un implicado en los sangrientos atentados de Oklahoma había sido compañero de estudios de Moore y que Charlton Heston, presidente de la Asociación Nacional del Rifle, se había criado apenas a dos horas de distancia de donde creció el realizador de Bowling for Colombine.

Moore cumple el requisito de haber comido el mismo pan y bebido el mismo vino, es un decir, de casos extremos de violencia armada en un país donde constan 250 millones de pistolas y fusiles en manos de la población civil. Especialmente desgraciado, razona Moore, el momento en que Samuel Colt inventó el revólver, el arma de seis tiros seguidos, lo que permite la matanza continuada. Durante 10 mil años de historia de la violencia, todas las armas mecánicas debían ser recargadas y sólo a partir del Colt la mano humana se convirtió en un instrumento de muerte repetible. Aunque el implacable testigo de la violencia de su propio país, de su mismísima personal cultura de la violencia, sostiene la tesis de que el americano es violento porque ha tenido, tiene y tendrá miedo, también habría que tener en cuenta lo rentable que le ha sido la cultura y la industria de la violencia para alcanzar la hegemonía imperial a lo largo del siglo XX.

Se justifica la indignación del ministro de Defensa de Bush, irritado porque en plena victoria estadunidense en la guerra de Irak, la mayor parte de los medios de comunicación del mundo entero glosan la situación de violencia incontrolada desatada por la ocupación. En las carteleras cinematográficas, dos películas parecen realizadas y estrenadas ex profeso para explicar parte de lo inexplicable. Una es la de Moore sobre la cultura de la violencia civil yanqui y otra es El americano impasible, basada en la novela de Graham Greene, implacable constatación de las conspiraciones que llevaron a la sustitución de franceses por estadunidenses en la guerra de Indochina y las estrategias asumidas para legitimar la intervención. Si en cierto sentido, las novelas totales de Le Carré y Greene han sido verdaderas actas históricas sobre el subsuelo donde se urdía la guerra fría, en el momento en que se explicita la consecuencia de la guerra fría, es decir, la hegemonía absoluta del vencedor, convendría que tanto el documental de Moore como El americano impasible se convirtieran en material didáctico recomendable para escolares y no escolares españoles y globales, así como para diputados, concejales y demás agentes de interacción social del PP y de la derecha belicista democrática, allí donde se dé. Pocas veces tendrán tan barato y tan cercano un producto que les explique mejor en qué lío les ha metido Aznar al integrarles en el Eje Atlántico. El lobby que dirige el imperio nos propone participar en una Asociación Global del Rifle y hay que documentarse y no dar una respuesta a la ligera.

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