Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 25 de abril de 2003
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Política

Gilberto López y Rivas

Crimen de lesa cultura

la acción destructiva y depredadora llevada a cabo por los invasores angloestadunidenses en Irak tiene tres grandes vertientes. En primer lugar, se ha minado severamente la capacidad económica de ese país, no sólo en la trágica circunstancia de la presente guerra imperialista, sino como la continuación agravada de un proceso iniciado en la anterior guerra del Golfo y el bloqueo subsecuente, que determinó la muerte de más de un millón de niños y la pauperización absoluta del pueblo iraquí, que hasta esa fecha gozaba de uno de los más elevados niveles de bienestar en el mundo árabe.

En segundo término, los agresores han devastado la infraestructura material y humana de un gobierno nacional independiente: sus fuerzas armadas, el aparato de Estado y todos los inmuebles gubernamentales relacionados con la administración pública y la atención social, a excepción, claro, de los ministerios del Petróleo y del Interior, piezas clave de lo que interesa a los conquistadores: la información de inteligencia y la riqueza petrolera.

Por último, la soldadesca angloestadunidense ha propiciado y permitido deliberada y visiblemente la aniquilación del patrimonio cultural del pueblo iraquí, perpetrando con ello un crimen a la cultura de la especie humana. Los invasores son responsables directos de los saqueos y los incendios de la Biblioteca Nacional, los Archivos Nacionales, la Biblioteca de los Coranes y el Museo Nacional de Irak. Este último poseía las más antiguas tablas cuneiformes (primera escritura del mundo) y la mayor colección de piezas de Mesopotamia con una antigüedad de más de 6 mil años, todas perdidas irremediablemente. Irak contaba con unos 10 mil sitios arqueológicos, muchos ubicados en las ciudades de Mosul, Nasiriya y Tikrit, ferozmente bombardeadas por los imperialistas. La ignorancia de los mandos del Pentágono es inconmensurable: su inventario de zonas arqueológicas era de 150, mientras destacados especialistas en arqueología les entregaron una lista de 4 mil, señalándoles que era sólo un porcentaje mínimo del patrimonio cultural iraquí. La Dirección General de Antigüedades de Irak da cuenta de 13 museos gravemente afectados por la guerra.

La Convención de La Haya de 1954 sobre la protección del patrimonio cultural prohíbe los ataques militares a sitios culturales y religiosos. Sin embargo, Estados Unidos nunca ratificó este tratado. Tampoco lo hizo Gran Bretaña. A la luz de lo ocurrido en esta guerra, esta negativa de ratificación tiene una clara intencionalidad. Los dos imperios quieren rehuir cualquier responsabilidad en torno a sus políticas expansionistas, en especial cuando se ven afectados bienes culturales.

El fascismo tiene una historia de atropellos contra la cultura. La memoria nos remite a aquel triste día de 1936 en que el general franquista José Millán de Astray gritó en la Universidad de Salamanca, España: "šAbajo la inteligencia! šViva la muerte!", ante el rector Miguel de Unamuno. Recordemos también la quema de libros en Alemania y, durante la guerra, los saqueos por los nazis de los países europeos ocupados.

A consecuencia de ello prosperaron bandas oficiales de contrabandistas y traficantes que enriquecieron colecciones de arte como las de Adolfo Hitler y Hermann Goering. En otros países neutrales, como Suiza, se traficó intensamente con las colecciones robadas, de la misma manera que en la España franquista. šHoy las tropas invasoras angloestadunidenses emulan las estrategias devastadoras de la cultura de la Alemania nazi!

Los objetivos de estas acciones son aniquilar la identidad cultural de Irak, reducir su capacidad de resistencia, minar su carácter nacional, en un proceso que podríamos llamar de deshumanización de un pueblo para sojuzgarlo. Pretenden, de forma terrorista, la dependencia total de la sociedad iraquí a las fuerzas militares de ocupación. Se trata de borrar todo tipo de memoria histórica o arqueológica. En este caso se han destruido, nada menos, los vestigios de una de las cunas de la civilización, junto con China y Mesoamérica.

El gobierno de ocupación designado en Washington pretende crear una base social que le permita desarrollar sus planes colonialistas, es decir, generar las condiciones para la aplicación de los programas de reconstrucción por las grandes empresas trasnacionales.

Permitir, e inclusive promover los saqueos del patrimonio cultural de la nación por las fuerzas invasoras, manifiesta la intención de criminalizar a los sectores desclasados, y por tanto menos conscientes, de la sociedad iraquí y convertirlos en su base de sustentación. Hacerlos partícipe del saqueo generalizado contra la nación es una forma de establecer una alianza con esos grupos sociales sobre la base de la complicidad. Apoyar a los saqueadores tiene también la finalidad de mostrar a los ojos del mundo la barbarie de los neocolonizados, para intentar ocultar la propia. Algún día se juzgaran estos crímenes de lesa cultura

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