APOTEOSIS DE KUKULKAN

EN CHICHEN ITZA

Kukulcán, la traducción yucateca de Quetzalcóatl, y Chichén Itzá, la capital que dominó el sureste de Mesoamérica entre 800 y el año 1000, son los grandes personajes del período Posclásico en la tierra maya. En las crónicas que describen esta región Kukulcán también es llamado Gucumatz o Nakxit ("Cuatro Pies", en náuatl). Se advierte que estas fuentes nunca le llaman Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl. Sin embargo, algunos autores del siglo XX afirmaron que el Topiltzin Quetzalcóatl de Tula era el mismo Kukulcán que fundó Chichén Itzá, convirtiéndolo en un personaje ubicuo que al mismo tiempo podía estar en dos regiones separadas por más de mil kilómetros y gobernar dos reinos distintos. En contraste con esas interpretaciones, sostengo aquí que la existencia de Kukulcán, Quetzalcóatl, Gucumatz o Nakxit fue una realidad en diversas regiones de Mesoamérica, pues tal fue el título que ostentaron los capitanes y jefes políticos que fundaron nuevos reinos en esa época.

Desde el inicio de las indagaciones acerca de esta región Chichén Itzá se vinculó al nombre de Kukulcán. La obra que nos dio la primera imagen de la antigua civilización maya, La relación de las cosas de Yucatán de Diego de Landa, asentó que Kukulcán fue su fundador.
  FIG. 1 TRAZO NUEVO EPS
Figura 1. Esquema del área central de Chichén
Itzá y sus principales monumentos:
1. Cenote Sagrado
2. Templo de las Mesas.
3. Templo de los Guerreros.
4. Grupo de las Mil Columnas.
5. El Mercado
6. Cenote Xtolox.
7. El Caracol.
8. Akab Tzib.
9. Casa de las Monjas.
10. Casa Colorada.
11. Tumba del Sumo Sacerdote.
12. El Castillo.
13. Gran Juego de Pelota.

Chichén Itzá comenzó a estudiarse de modo intensivo hacia 1920 y desde entonces esas exploraciones revelaron la presencia de una ciudad de proporciones comparables a las de Teotihuacán o Tenochtitlán (Fig. 1). Paralelamente, crecieron las incógnitas acerca de su origen y la identidad de sus pobladores. Los arqueólogos concluyeron que Chichén Itzá era el producto de una "invasión tolteca". Esta pretendida ascendencia "mexicana" fue reiterada por la mayoría de las crónicas coloniales.

La exhumación arqueológica de Tula en la década de 1940, que reveló la semejanza de su trazo urbano con el diseño de Chichén Itzá, pareció confirmar la idea de una invasión tolteca en la península de Yucatán. En esos años la revaloración de la Tula de Hidalgo condujo a la declaración de que ésta era la elogiada Tollan de los textos nauas, e indirectamente esta tesis apoyó la ascendencia de Tula sobre Chichén Itzá. No todos aceptaron esta tesis; los mayistas desafiaron la interpretación que calificaba a Chichén Itzá de mera copia de la Tula del México Central. La polémica acerca de si Tula y Chichén Itzá eran ciudades gemelas, o sobre cuál fue primera y cuál un derivado de la otra, nació entonces y se ha continuado hasta nuestros días.
 

El espacio sagrado de Chichén Itzá y su simbolismo colectivo

Los orígenes y rasgos étnicos de los itzaes continúan siendo objeto de interpretaciones encontradas. La tesis más aceptada sostiene que los itzaes eran grupos guerreros de ascendencia mexicana, que invadieron esta región y se mezclaron con la gente maya a través del matrimonio. Más tarde, estos grupos, ya mezclados, se asentaron en el norte de la Península, en una planicie dominada por un cenote de aguas verdes al que llamaron Chichén Itzá, que quiere decir Boca del Poso de los Itzaes. Al lado de este espejo de agua hundido los itzaes construyeron una ciudad grandiosa entre los años 800 y 1000.

El Libro de Chilam Balam de Chumayel contiene párrafos relativos a la fundación de Chichén Itzá que se inscriben en la tradición mesoamericana de las fundaciones primordiales. En la sección titulada "Libro de los linajes", se relata la migración de los itzaes, su establecimiento en los cuatro rumbos del mundo y el "ordenamiento de la tierra" que dispusieron sus jefes: "En el once Ahau sucedió esto. Y entonces fundaron sus pueblos y fundaron sus Tierras y se establecieron en Ich-caan-sihó". La población de Ichcaansihó corresponde a la Mérida actual, donde según este relato se reunieron los distintos linajes itzaes y acordaron nombrar un jefe.

Frente al cenote se niveló una gran plaza donde se construyeron monumentos que imitaban la geografía del cosmos y explicaban los orígenes y la identidad de los itzaes. Chichén Itzá se edificó a lo largo de un eje que circunscribió la parte ceremonial en el norte, mientras las actividades de gobierno más privadas se ubicaron en el sur. En la gran plataforma norte que simbolizaba el mar primordial se levantó El Castillo o pirámide de Kukulcán. Esta primera colina era también la residencia simbólica del fundador del reino.
FIG
Figura 2. Pirámide de Kukulcán (El Castillo), en la plaza central de
Chichén Itzá. Esta imagen reproduce la figura de la serpiente de luz y
sombra que baja desde las alturas de la pirámide a la superficie terrestre,
el 21 de marzo, día del equinoccio de primavera.

El Castillo es famosa hoy por la extraordinaria hierofanía que en el equinoccio de primavera dibuja en su escalinata norte el perfil de una serpiente luminosa, Kukulcán. Al combinarse la luz del sol con el movimiento arquitectónico de la pirámide, la gente reunida en la gran plaza creía contemplar el momento maravilloso en que Kukulcán descendía a la tierra convertido en lluvia fertilizadora (Fig. 2).

El segundo monumento que ilumina la geografía de Chichén Itzá es la cancha del Juego de Pelota (Fig. 3). Atrás del Juego de Pelota, en un pequeño edificio que mira a la gran plaza central, llamado Templo Inferior de los Jaguares, se representó el acto seminal que sigue a la creación del cosmos: la fundación del reino de Chichén Itzá. En los pilares del pórtico se grabó la figura de cuatro Pawahtuns y de la diosa Chak Chel. Los primeros son los cargadores del cosmos, los dioses ancestrales, que en estas imágenes sostienen una lápida grabada que representa el renacimiento del dios del maíz de una hendidura de la tierra (Fig. 4). Chak Chel es la diosa de los nacimientos y aquí aparece como partera de la creación del cosmos.
FIG
Figura 3. Esquema del edificio del juego de
pelota de Chichén Itzá.

Estas escenas preceden al extraordinario mural que recorre las paredes interiores del templo. Al penetrar en este edificio el espectador es sorprendido por un cortejo humano que transita en procesión y cuyo significado se expresa a través de imágenes. Estos glifos indican el nombre del personaje o de su linaje.
FIG
Figura 4. Relieve de las columnas que sostiene el
pórtico del Templo Inferior de los Jaguares.
La escena muestra el renacimiento del dios del maíz.

El magnífico relieve del Templo Inferior de los Jaguares se compone de cinco franjas divididas por una cuerda formada por el entrelazamiento de dos serpientes. Lo más probable es que este mural deba leerse de abajo hacia arriba, pues la franja inferior está ocupada por lirios que simbolizan la fertilidad de las aguas primordiales, y por la figura del dios del maíz, que brota de la hendidura de una montaña. La franja que sigue incluye 12 individuos del lado izquierdo y 11 del derecho, que se encuentran en el medio y miran hacia la parte central de la franja superior, donde sobresale la figura que hipnotiza la atención de todos los que participan en esta escena. Ésta es la franja mejor conservada y se observa que sus personajes confluyen en una procesión cuyo objetivo es rendirle homenaje a la figura mayor de la franja de arriba. Estos personajes son guerreros, portan lanzas, escudos, cuchillos, lanzadardos y en sus cabezas lucen tocados vistosos rematados por penachos de plumas.

Los personajes de la franja siguiente son también guerreros, llevan en sus manos el átlatl y manojos de dardos; algunos tienen atrás un espejo amarrado a la cintura y en el pecho un adorno en forma de mariposa. Uno tras otro estos personajes convergen en el centro, cantando y brindando ofrendas a la gran figura que exhala volutas de energía de su cuerpo y cuyo rostro está cubierto por anteojeras y una placa bucal idénticas a unos objetos de oro extraídos del cenote sagrado . Este personaje tiene atuendos de jugador de pelota, como el yugo que cubre su cintura.
FIG
Figura 5. Personajes que aparecen en las dos últimas
franjas del mural del Templo Inferior de los Jaguares.
Arriba, a la izquierda, un ancestro real sentado en un
trono de jaguar observa la ceremonia que exalta al
nuevo gobernante de Chichén Itzá. Abajo, la figura
de la derecha mira hacia el lugar de esta ceremonia.
En su cabeza lleva un tocado semejante a la diadema
real de los mexicas.

Los excelentes dibujos del libro de Maudslay, Biologia Centrali-Americana, muestran que el símbolo que identifica a esta figura es la poderosa imagen de la Serpiente Emplumada. Aquí el cuerpo casi alado de la Serpiente Emplumada repta hacia arriba y es rematado por una nariguera que la ennoblece y por un tocado. Eduard Seler había señalado que una figura del templo superior del Castillo lucía esa diadema; asimismo, Karl Taube observó que algunos de los personajes del mural del Templo Inferior de los Jaguares llevan esa diadema y por eso dice que la corona mexica (xiuhuitzolli) se originó en Chichén Itzá (Fig. 5). La coincidencia de que la Serpiente Emplumada sea la figura mayor de este mural y ostente una insignia semejante en su cabeza me lleva a sugerir que estamos ante una representación de la realeza, frente a un emblema real.

Los personajes de las últimas dos franjas son también guerreros, están ataviados con trajes y armas semejantes a los de los individuos ya descritos, y dirigen su mirada y sus cantos al señor protegido por el emblema de la Serpiente Emplumada. Resalta entre estos personajes la presencia de una mujer, quien también tiene en su cabeza un tocado en forma de diadema triangular. En la franja más alta se distingue un disco solar que proyecta rayos y en cuyo interior sobresale un personaje con el traje típico de los antiguos reyes mayas sentado en un trono de jaguar (Fig. 5). Por su ubicación en lo alto y flotando, parece un ancestro dando fe de la ceremonia que abajo consagra al guerrero enmarcado por el emblema de la Serpiente Emplumada. Linda Schele advierte que este ancestro lleva en la cabeza la banda Sak hunal, la corona real de los mandatarios mayas de la época Clásica.

En resumen, estos bajorrelieves realzan el momento decisivo en que los capitanes de la guerra, los jefes de los linajes y los grandes sacerdotes celebraron el ascenso de este guerrero a la categoría de comandante supremo de Chichén Itzá. Es una imagen que conmemora la unidad de los diversos linajes en torno a una nueva forma de gobierno, el multepal o gobierno conjunto, una modalidad que se impone en el Posclásico.

En contraste con el gobierno absoluto de los reyes de la época Clásica, al final de ese periodo y en el Posclásico las fuentes escritas y los testimonios visuales hablan de gobierno conjunto, de alianzas entre dos o más ciudades para dominar un territorio, de la concertación de varios señores o cabezas de linaje para gobernar una ciudad o un reino. El emblema político de esta organización es la Serpiente Emplumada, un símbolo real de Teotihuacán.

Los edificios que rodean el Juego de Pelota, el llamado Templo Superior de los Jaguares y el Templo Norte, desvelan la imagen política que se había asentado en Chichén Itzá (Fig. 3). El primero es un templo de la guerra, celebra los combates que hicieron de Chichén Itzá la nación más poderosa del norte de Yucatán.
FIG
Figura 6. Reconstrucción de la fachada del
Popol Na de Copán. En la parte superior
sobresale el retrato del ahaw Humo Mono,
sentado en un trono de jaguar, a la usanza
maya. En la parte del medio se ven los retratos
de los jefes de linaje con quienes compartía el
poder. Abajo se advierten las puertas de acceso
y a la izquierda la plataforma donde se
escenificaban las danzas.

La sala que mira al exterior está repleta de capitanes de la guerra grabados en las jambas de las puertas y en los muros. En el dintel de la puerta que da acceso al cuarto interior están retratados dos personajes emblemáticos del reino de Chichén Itzá. El ancestro que ya vimos antes sentado en el trono de jaguar (Fig. 5) aparece aquí, en el lado izquierdo, enmarcado por un disco solar, sentado en el mismo trono y vestido con traje y adornos mayas. El personaje del lado derecho se distingue por la Serpiente Emplumada que envuelve su cuerpo y por sus armas, como el lanzadardos, un instrumento nativo del México central. Linda Schele sostiene que ambos eran ancestros de los itzaes, y Charles Lincoln afirma que esos personajes se refieren a los dos oficios de la tarea de gobernar: el gobierno y el mando militar. Karl Taube, apoyado en Lincoln, sostiene que "mientras el tonatiuh maya representa el tradicional oficio maya de ahaw, la imagen de la Serpiente Emplumada tolteca expresa el cargo de capitán de la guerra, o de cogobernante" de Chichén Itzá. Quizá ésta es la interpretación correcta, pues la Serpiente Emplumada es el emblema de la guerra que domina la iconografía de Chichén Itzá.

Al pasar por el dintel de esta puerta se llega a la recámara interior, donde sobresalen unas pinturas que congelaron en colores las batallas memorables de los guerreros de Chichén Itzá. Aun cuando las pinturas originales casi han desaparecido, quedan las invaluables reproducciones hechas por la artista inglesa Adela Breton al comenzar el siglo XX. En la pared del lado este se ven algunos rastros del personaje con las anteojeras de Tláloc que recibe homenaje en el mural del Templo Inferior de los Jaguares. En otra pared también deteriorada se advierten los preparativos de una batalla.

El mural de la pared sur describe un ataque contra un pueblo, cuyas altas murallas son asaltadas con torres y escaleras portátiles. El papel protagónico que juegan en sus escenas la Serpiente Emplumada y otros personajes míticos es un rasgo propio de la historia de Mesoamérica, donde los dioses protectores y las fuerzas sobrenaturales solían combatir al lado de seres de carne y hueso.

Se advierte que estas pinturas convocan a los ancestros dotados de poderes sobrenaturales, conmemoran las guerras victoriosas de sus capitanes, festejan los ritos dedicados a los gobernantes y celebran los tributos impuestos a los pueblos sometidos. Es una memoria dedicada a enaltecer el poder de Chichén Itzá y a fortalecer la identidad de sus caudillos.

El tercer conjunto monumental que ilumina el tipo de gobierno implantado en Chichén Itzá es el llamado Templo de los Guerreros. Si es verdad que el estilo de este edificio contrasta con la antigua arquitectura maya del palacio real, cumple la misma función de albergar a quienes ejercían el poder, como lo ilustra el caso de Copán, el reino maya de la época Clásica que por primera vez registra la existencia de la Casa del Consejo o Popol Na, que literalmente quiere decir Casa de la Estera o lugar donde se asienta el poder (Fig. 6).

El debilitamiento de los cimientos que sostenían al ahaw maya se acentuó con la caída del Estado teotihuacano. En Copán esta crisis tuvo un desenlace catastrófico cuando uno de sus gobernantes más emprendedores, 18 Conejo, fue hecho prisionero y luego decapitado por el rey de Quiriguá, un mes después de que había festejado la remodelación del bello edificio del Juego de Pelota. El sucesor, Humo Mono, sin apoyos para acceder al poder unipersonal, fue constreñido a compartir el mando, bajo la modalidad del Popol Na.

En Copán el edificio del Popol Na se ubicaba en lo más alto de la acrópolis, al lado del templo dedicado a celebrar el nacimiento del dios del maíz. Pero comparado con los otros monumentos que ahí se levantaron, consagrados a los dioses, los ancestros fundadores o el ahaw, éste era una construcción modesta. En cambio, en Chichén Itzá, el Popol Na es el llamado Templo de los Guerreros, un alarde arquitectónico que impone una marca en la construcción de sedes del gobierno.
FIG
Figura 7. Las formidables columnas
de serpientes emplumadas en el
pórtico del Templo de los Guerreros
de Chichén Itzá.

Este edificio es una novedad en el área maya y en Mesoamérica por las dimensiones grandiosas y enérgicas de su simbolismo colectivo. Una de sus innovaciones más notables es el largo corredor formado por 81 pilastras cuadradas que sostenían un techo de madera. Cada una de estas pilastras tenía impreso en sus cuatro caras la figura de un guerrero profusamente armado o de un sacerdote, mientras que las columnas que daban al frente de la escalera que sube al edificio superior retrataban a individuos nobles humillados por la condición de prisioneros. Así que esta impresionante galería reunía a los individuos reales que participaban en las procesiones con los cientos de personajes pintados en las columnas, de modo que la suma de ambos presentaba uno de los panoramas multitudinarios y visuales más espectaculares del mundo maya. Su propósito era mostrar el esplendor y la fuerza que irradiaban del poder asentado en Chichén Itzá, y expresar su naturaleza colectiva.

El pórtico, enmarcado por dos colosales serpientes emplumadas en forma de columnas (Fig. 7), era una recepción dedicada a causar un efecto perturbador en el visitante. Un recinto amplio daba acceso a la primera sala, en cuyas paredes estaban pintadas las jornadas que describían las migraciones y triunfos del pueblo itzá. Unas pinturas muestran recorridos en canoas por las costas de Yucatán (Fig. 8), y otras registran batallas y la toma de prisioneros. En una de las paredes de esta sala se pintó la terrible ceremonia del sacrificio de corazones humanos, ejecutada en la persona de un prisionero de guerra, cuyo cuerpo yace sobre una de las ondulaciones de la Serpiente Emplumada, que aquí hace las veces de piedra de los sacrificios (Fig. 9).
FIG
Figura 8. Escena que muestra a un grupo de guerreros
toltecas recorriendo las costas de Yucatán.
Reproducción de una pintura encontrada en las
paredes del Templo de los Guerreros de Chichén Itzá.

El sacrificio humano es también el tema central del Juego de Pelota, como lo subraya la escena de decapitación que ejecuta el vencedor en los relieves adosados a la cancha de Juego de Pelota (Fig. 10). En la sala más íntima, el sanctasanctórum, sobresale una gran banqueta sostenida por 16 atlantes, que parece un trono colectivo donde se sentaban los jefes de los linajes que integraban el Popol Na de Chichén Itzá. Importa decir que este escenario tiene un antecedente histórico en el llamado Templo del Chak mol, un Popol Na previo que fue cubierto por el Templo de los Guerreros. En este edificio hoy oculto, hay unas pinturas que retratan a unas diosas y señores sentados en cojines cubiertos con pieles de jaguar haciendo ofrendas, mientras otros personajes aparecen sentados en tronos de jaguar y portan armas (Fig. 11). Es decir, en Chichén Itzá, como lo mostró Ruth Krochock, aparece una forma de gobierno colectivo que contrasta notablemente con el poder absoluto de los jefes de la época clásica.
FIG
Figura 9. Sacrificio de prisioneros
de guerra bajo el emblema de la
Serpiente Emplumada

La ubicación del Popol Na o Casa del Consejo en el centro de Chichén Itzá, la repetida representación del gobierno mediante grupos de señores, las procesiones masivas de guerreros, cabezas de linajes y sacerdotes, indican que esas fuerzas eran ahora las depositarias del poder. Cynthia Kristan-Graham afirma que la organización del multepal le dio nueva fuerza al linaje basado en la estructura familiar. Al parecer, como muchos de los individuos que formaban las órdenes militares de Chichén Itzá provenían de fuera, su integración al medio local se dio mediante el casamiento con mujeres yucatecas y por eso en esta región predominó el linaje matrilineal.

Pero si bien el ascenso de las órdenes militares y de los linajes nobles debilitó los fundamentos del gobierno central, no suprimió el cargo de gobernante supremo. Por el contrario, la iconografía del poder que despliegan los monumentos de Chichén Itzá exalta al jefe militar señalado por el emblema carismático de la Serpiente Emplumada.
FIG
Figura 10. Escena de decapitación de uno de los
perdedores en el Juego de Pelota. El personaje
de la izquierda tiene en una mano la cabeza
cercenada del jugador vencido y en la otra un
cuchillo. El personaje de la derecha está hincado
sobre una de sus rodillas y de su cabeza decapitada
brotan serpientes que simulan la sangre.

En Chichén Itzá la figura del capitán de la guerra se multiplica en los edificios donde habita el poder y es también el personaje que ocupa el trono de jaguar, el símbolo maya que denota a quien ejerce el máximo cargo político. Lo inusitado es que en lugar de un solo poseedor de ese sitio privilegiado encontramos a varios individuos sentados en diferentes tronos o a grupos de personas ocupando un trono colectivo (Fig. 11).
 

Las "invasiones toltecas" en Yucatán: desvelamiento de un equívoco

Las hazañas del personaje Kukulcán que transforma el destino de la tierra yucateca no vinieron a nuestro conocimiento por los canales de la arqueología. Las primeras imágenes de Kukulcán provienen de los testimonios a veces prejuiciados de los frailes o de los relatos fantasiosos de los cronistas.

Estos relatos y otros más tardíos fortalecieron la tesis de la "invasión tolteca" que sedujo a la mayoría de los historiadores y arqueólogos del siglo XX. Los arqueólogos más distinguidos situaron la "invasión de los toltecas" hacia el principio del siglo IX, fecha que coincidía con la supuesta fundación de Chichén Itzá, y fijaron la disolución de este reino en el siglo XII. Pero esta cronología, antes que emanar de la región maya, proviene del México central y de las elucubraciones acerca del reino de Tula (Hidalgo) y su legendario gobernante, Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl.
FIG
Figura 11. Banca del Templo del Chac Mol de Chichén
Itzá. En la parte superior se ven unos personajes vestidos
a la usanza maya, que hacen ofrendas, sentados en cojines
forrados de piel de jaguar. Abajo, otros guerreros, con el
traje militar del Altiplano Central, aparecen sentados en
tronos de jaguar.

La tesis de una "invasión tolteca" en Chichén Itzá, procedente de la Tula de Hidalgo, debe desecharse por su carencia de bases fidedignas. Según una cronología de los principales acontecimientos ocurridos en Chichén Itzá, establecida por Linda Schele y Peter Mathews, la fundación de Chichén Itzá fue anterior a la de la Tula de Hidalgo. Aun más infundada es la tesis de un Quetzalcóatl tolteca que desde la Tula de Hidalgo viaja a las tierras yucatecas, vence a los nativos, los induce a fundar un reino, impone la paz a los grupos disidentes, construye templos y edificios suntuosos y luego deserta el lugar para regresar a su país de origen. El argumento fuerte contra esta pretendida invasión tolteca es la historia misma de la construcción de Chichén Itzá, un esfuerzo prolongado y colectivo que produjo una entidad singular. Ningún gobierno extranjero hubiera podido construir en territorio maya una ciudad de las dimensiones de Chichén Itzá, cuyos monumentos están enraizados en sistemas constructivos y tradiciones culturales propias. Y es imposible pensar que una hueste invasora fuera capaz de originar el espíritu de identidad colectiva que emana de la traza, los monumentos, las pinturas y los símbolos políticos de esa metrópoli.

Para revalorar la historia de Yucatán de fines de la época Clásica y comienzos del Posclásico es preciso olvidar a los toltecas de la Tula de Hidalgo y vincular los acontecimientos ocurridos en la Península con Teotihuacán. Así como en la época Clásica Tollan-Teotihuacán fue la potencia política y cultural más influyente en el mundo maya, el derrumbe de este Estado tuvo también repercusiones decisivas en el desarrollo de los reinos mayas. Sin embargo, esa gran avenida histórica fue obliterada por la Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología de 1941, que en mala hora decidió que la aclamada Tollan de los textos históricos era la Tula de Hidalgo y no Teotihuacán.

Medio siglo más tarde, los datos arqueológicos, históricos, lingüísticos y epigráficos muestran que la verdadera Tollan es Teotihuacán, el Estado fundado en el centro de Mesoamérica a principios de la era actual. A su vez, el reconocimiento de la influencia política y cultural de Teotihuacán a finales del periodo Clásico y en los inicios del Posclásico es indispensable para disipar la confusión creada por la llamada "invasión tolteca" procedente de Tula. Ya vimos antes cómo las armas, el comercio y la organización política de Teotihuacán jugaron un papel crucial en la instauración de nuevas dinastías en Tikal, Copán y Kaminaljuyú desde el siglo IV. Asimismo, estudios recientes indican que esa presencia se manifestó en otras capitales mayas, como Palenque, en los siglos V y VI. Y disponemos ahora de persuasivos indicios que hablan de una fuerte influencia teotihuacana al final de la época Clásica y durante el Posclásico.
FIG
Figura 12. Estela 31 de Tikal, con
los dos retratos de Yax Nuun Ayin,
gobernante de Tikal entre 379 y
404 (?). En esta imagen Yax Nuun
Ayin viste un atuendo y armas de
origen teotihuacano.

En un estudio, Andrea Stone descubrió que en los años finales del periodo Clásico y principios del Posclásico los gobernantes de Piedras Negras y otros reinos mayas, entre ellos Chichén Itzá, asumieron la imagen del guerrero teotihuacano como prototipo del jefe conquistador. Según Stone, el uniforme guerrero y los emblemas del militar teotihuacano se convirtieron en paradigmas de los reinos mayas entre los años 400 y 800. Es decir, desde la aparición del guerrero teotihuacano en la tierra maya en la famosa estela 31 de Tikal, fechada en el año 445, esa imagen no cesa de reproducirse en distintas áreas y tiempos del sureste de Mesoamérica (Fig. 12).

La estela de Tikal es la primera imagen del guerrero teotihuacano en la tierra maya. Curiosamente, después del derrumbe de Teotihuacán entre 650 y 700, la imagen de sus guerreros se multiplica en Piedras Negras, el área del río de la Pasión (Aguateca, Seibal, Dos Pilas) y en la península de Yucatán, como lo observó Andrea Stone.
FIG
Figura 13. Retrato de K'inich
Yo'nal Ahk I, primer gobernante
de Piedras Negras, adornado con
el gran tocado de la
Serpiente de la Guerra de Teotihuacán.

Los gobernantes de estas ciudades, atentos a la legitimidad que provenía del pasado remoto, ordenaron que sus retratos mostraran los símbolos guerreros de Teotihuacán como uno de sus blasones más prestigiosos. Tal es el caso de K'inich Yo'nal Ahk I (603-639) de Piedras Negras; de B'alaj Chan K'awil (648-692) de Dos Pilas; o de Pájaro Jaguar IV (725-768) de Yaxchilán (Figs. 13 y 14).

El prototipo del guerrero teotihuacano es la figura dominante de la iconografía de Chichén Itzá. Su vestimenta y símbolos se han transformado con el paso de los años, pero conservan una indeleble raíz teotihuacana. Su tocado más común es una suerte de sombrero con forma de tambor forrado por un mosaico de turquesas, cuyo antecedente teotihuacano es el casco que recubre a la Serpiente de la Guerra de esa metrópoli. Tiene el septun de la nariz horadado por una piedra de turquesa. Porta el pectoral en forma de mariposa típico de los guerreros pintados en los muros de Teotihuacán. En la parte trasera lleva prendido un espejo y tiene atadas a las piernas unas fajas de piel de coyote. En sus manos sostiene las armas canónicas del guerrero del México central: el átlatl y los dardos (Fig. 15).

En Chichén Itzá la glorificación del guerrero va acompañada por la apoteosis del emblema de la Serpiente Emplumada creado por los gobernantes de Teotihuacán. En ninguna otra ciudad, ni siquiera en Teotihuacán, se encuentra un número tan grande de representaciones de este emblema, que aquí aparece entrelazado con la enérgica figura del guerrero. Se advierte que el emblema de la Serpiente Emplumada identifica a la más alta autoridad militar de Chichén Itzá y a un grupo de capitanes vinculados con esa autoridad, a quienes está reservado el ejercicio de ritos específicos (Fig. 16).
FIG
Figura 14. Retrato del rey
Itzamunnaaj K'awill en la
estela 15 de Dos Pilas,
fechada en el año 721.
Su elaborada máscara
y tocado son semejantes
a la de los gobernantes
teotihuacanos.

Quizá el emblema de la Serpiente Emplumada denotaba también a los guerreros que pertenecían a esa orden o cofradía, como parecen sugerirlo las imágenes que los muestran formando unidades procesionales o corporativas (Fig. 17). Tal vez el retrato de un guerrero triunfante, envuelto por la figura de la Serpiente Emplumada, que se eleva sobre los cuerpos caídos de dos prisioneros, sea una de las mejores expresiones de esta glorificación de la guerra. Por su presencia en los monumentos más significativos y por su posición iconográfica en las escenas que narran los altos momentos en la formación política de la ciudad, la Serpiente Emplumada es la imagen paradigmática de Chichén Itzá.

La multiplicación del símbolo de la Serpiente Emplumada en el Posclásico expresa la compulsión irrefrenable que sentían los gobernantes por vincular su Estado con Teotihuacán. Para comprender el sentido profundo de este vínculo tendríamos que erradicar los términos "tolteca" o "mexicano" que con frecuencia sustituyen a lo que históricamente es teotihuacano.

La relación entre el área maya y Teotihuacán desde el siglo III hasta la caída de la gran metrópoli sugiere que los vínculos entre ambas culturas fueron producto de intercambios constantes. Estas evidencias comenzaron a impulsar una nueva interpretación de los años finales del periodo Clásico y del Posclásico. La nueva generación de epigrafistas, arqueólogos e historiadores del arte, la religión y la cultura no comulga más con la tesis de la "invasión tolteca". La propuesta que se ha venido imponiendo es la de una constante y mutua interacción entre los reinos mayas y el México central, que a su vez ha promovido la revaloración de Teotihuacán como paradigma de la cultura náuatl en la época Clásica y los siglos posteriores.
FIG
Figura 15. Representación de
un guerrero de Chichén Itzá,
grabado en una columna del
Templo de los Guerreros.

Con todo, un misterio rodea la figura de la Serpiente Emplumada. Inexplicablemente, la extraordinaria multiplicación del emblema de la Serpiente Emplumada en los monumentos de Chichén Itzá coincide con la ausencia de registros históricos del individuo que lleva el mismo nombre, Kukulcán, mencionado en las crónicas de la época colonial. En los monumentos de Chichén Itzá no se ha encontrado huella del nombre de Kukulcán, Nacxit o Quetzalcóatl, lo cual sugiere que o bien éste no existió en esa época, o que la imagen de la Serpiente Emplumada denotaba a ese personaje y era el equivalente de su nombre. La segunda propuesta parece ser la correcta, pues los principales cronistas del siglo XVI, como Diego de Landa, designan con el nombre de Cuculcán a "un gran señor" que reinó en Chichén Itzá y provenía del México central.

Otros textos de la época colonial mencionan la entrada de Kukulcán en Yucatán en tiempos diferentes. Los historiadores del siglo XX interpretaron estas citas como prueba de la entrada en Yucatán del Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl de Tula. Sostengo, por el contrario, que esas menciones de Kukulcán identificaban a los capitanes de la guerra procedentes de Teotihuacán, quienes en diferentes tiempos invadieron Yucatán y participaron en la creación de nuevas organizaciones políticas en esa región. Como sabemos, esas migraciones están registradas desde el Clásico temprano y se repitieron más tarde. Los epigrafistas y arqueólogos documentaron la invasión del poderoso general teotihuacano Siyaj K'ak en Tikal, en el año 378, y otra invasión teotihuacana en Copán, en los inicios del siglo V, que propició el establecimiento de la dinastía de K'inich Yax K'uk Mo'.

La verificación histórica de las invasiones teotihuacanas en el área maya obliga a revalorar los testimonios coloniales que afirmaban que Chichén Itzá fue colonizada por migrantes provenientes del occidente, por gente del Altiplano Central, que según los datos acumulados aquí, no podrían ser más que teotihuacanos.
FIG
Figura 16. Banca del Templo de los Guerreros
que muestra una procesión de personajes,
envueltos por el emblema de la Serpiente
Emplumada, que concurren hacia un objeto de
culto, un zacatapayolli que tiene insertos
instrumentos para el sacrificio de la sangre.

De modo que ahora podemos afirmar, basados en la información disponible, que efectivamente Chichén Itzá fue poblado por mayas procedentes de Yucatán mezclados con otros grupos asentados en el área de Xicalanco, y por migrantes procedentes de Teotihuacán, que esas fuentes identificaron como "mexicanos" o "toltecas" por el habla náuatl, reconocida en la época colonial como la lengua de los mexicanos que gobernaron en Tenochtitlán y expandieron su idioma por gran parte de Mesoamérica. La reciente demostración de que Tollan-Teotihuacán era un reino de habla náuatl ratifica esta interpretación. En un estudio hoy olvidado, Wigberto Jiménez Moreno había afirmado que la lengua de los fundadores de Teotihuacán y de sus epígonos, los nonoalca, era el naua. Esta premonición ha sido corroborada por un excelente estudio de Karl Taube sobre los glifos de Teotihuacán. Según su lectura, se trata de una escritura náuat, un dialecto primitivo del náuatl.

La afirmación de que las migraciones teotihuacanas en tierra yucateca fueron encabezadas por Kukulcán o Cuculcán, seguramente no se refieren a un individuo específico, a una persona, sino como venimos sosteniendo en este ensayo, ese nombre aludía al emblema militar que significaba a los capitanes de la guerra procedentes de Teotihuacán, o a los capitanes yucatecos que habían asumido ese emblema porque era el que irradiaba mayor prestigio y poder. Estos capitanes se distinguían por el emblema de la Serpiente Emplumada, el símbolo que cubría su cuerpo y señalaba su posición de comandante de los ejércitos. Como se ha visto antes, éste es el emblema paradigmático de los constructores de Chichén Itzá, el símbolo que al mismo tiempo que denotaba su condición guerrera, señalaba su origen: Tollan-Teotihuacán. Es probable que la caída de esa gran metrópoli acelerara la migración de linajes nobles y de guerreros teotihuacanos hacia la península de Yucatán y las tierras altas de Guatemala. La iconografía de Chichén Itzá da cuenta, con gran riqueza de detalles, de la presencia de estos dos troncos étnicos y culturales, que a lo largo de cientos de años de convivencia, aprendieron a cohabitar sin renunciar a sus orígenes y tradiciones. La época de florecimiento de la ciudad combina las antiguas tradiciones religiosas y culturales mayas con la ideología guerrera y conquistadora de Teotihuacán.

La huella que los capitanes de origen teotihuacano dejaron en la tierra maya fue perdurable. Varios siglos más tarde, cuando las ciudades se despoblaron y los palacios quedaron cubiertos por la selva y el polvo, sus descendientes recordaron el nombre del fundador de sus antiguos reinos y escribieron, en yucateco, chol, k'iche' o kaqchikel, usando el alfabeto latino, las glorias de sus antepasados, quienes habían sido grandes capitanes y conquistadores de pueblos, y los introductores de cultos extraños, como el sacrificio de corazones y "la idolatría". La fundación de reinos, la guerra y la ideología religiosa, son los tres legados de Teotihuacán más recordados en la memoria de Mesoámerica. El vértice de esa tríada fue el jefe guerrero indistintamente llamado Kukulcán, Gucumatz, Nakxit o Quetzalcóatl, que en Chichén Itzá se convirtió en el prototipo del ancestro fundador y en una figura política avasalladora y carismática.
FIG
Figura 17. En esta escena se advierte,
en el lado izquierdo, a un guerrero
rodeado por el emblema de la
Serpiente Emplumada. En el derecho
otro guerrero aparece protegido por
el emblema del jaguar.