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México D.F. Viernes 9 de mayo de 2003

Jorge Camil

Realidad

Después de los bombardeos, y más allá de la tragedia de niños descuartizados y hombres llorando como niños la pérdida de familias enteras. Después del saqueo despiadado de museos y bibliotecas milenarias viene... Ƒla calma? šNo! Algo peor: šla realidad! Irak no es Afganistán y la pretendida democratización iniciada por el gobierno de Bagdad, dirigido hasta hace unos días por el general Jay Garner (quien como ex administrador de Estados Unidos en Irak paseaba como turista despreocupado por la ciudad capital con las manos en los bolsillos y en mangas de camisa), está lejos de ser la paternalista ocupación militar de Japón dirigida por Douglas McArthur. (El periodista Kaleem Omar preguntó recientemente en el Daily Times de Pakistán si Garner era de verdad, o si pertenecía a algún personaje de las tiras cómicas, porque en una de sus primeras declaraciones, cuando las tensiones de la guerra aún estaban a flor de piel, aconsejó a las tropas sacar el pecho y meter el estómago para proclamar orgullosamente: "šsomos estadunidenses!").

Los estadunidenses, que últimamente reducen su política exterior al concepto maniqueo del bien y el mal, jamás pensaron que debajo de la bota de Saddam Hussein funcionaba una compleja sociedad con diferencias de clase, religión y expectativas a futuro, y que la caída del régimen sólo presentaría una oportunidad para que las diferentes fuerzas políticas y religiosas se organizaran con el objetivo de promover sus agendas personales.

"Nos recibirán como héroes", vaticinó George W. Bush en diferentes ocasiones, olvidando que en Irak, como en México del siglo pasado, la dictadura no era vista necesariamente como el fin del mundo, sino con frecuencia como un redituable negocio sostenido por los lazos indisolubles del nepotismo y la corrupción.

Ahora, con Hussein fuera de combate, la mayoría chiíta practica libremente su culto religioso en espera de controlar los acontecimientos políticos, y con posibilidad de someter a la minoría sunita (a la que pertenece el depuesto dictador).

Los kurdos, por su parte, cooperaron con las fuerzas de ocupación en el norte animados por el objetivo de establecer un Estado independiente, y los fundamentalistas de todos los signos religiosos consideran el cambio como una oportunidad ideal para sustituir el gobierno laico de Saddam Hussein con una teocracia parecida a la que gobierna en Irán.

En el caso de Afganistán, un país sin estructura política gobernado por caciques militares y señores feudales, sometido por el terror que inspiraba el movimiento talibán, tomó unas cuantas semanas designar al nuevo gobernante (Hamid Karzai, un antiguo consultor petrolero apoyado por Estados Unidos y la difunta monarquía para gobernar un país que continúa profundamente dividido).

Mientras que en Irak, el establecimiento del gobierno "estable" anunciado por Washington amenaza con desatar la guerra civil. Los iraquíes no entendían de geopolítica pero comienzan a aprender. Les dijeron que los marines venían a liberarlos de Saddam Hussein, a descubrir supuestas armas de destrucción masiva que no acaban de aparecer y a instaurar un gobierno democrático. Y ahora resulta que hasta hace unos días fueron gobernados por Jay Garner, un militar convertido en hombre de negocios que intentó supervisar la reconstrucción del país y determinar la tasa de trueque (o truco): Ƒcuántos barriles de petróleo por metro cuadrado de obra pública? Un agudo observador de la política estadunidense me decía en días pasados que Irak no constituye únicamente el programa de política exterior de George W. Bush, sino también su programa económico. Cuando la economía va mal, y los fraudes corporativos han destruido la confianza del pueblo estadunidense en la bolsa de valores, una guerra es la receta ideal: organizas una fuerza militar de más de 250 mil hombres y te lanzas a una invasión que en unos cuantos meses ha derramado 85 mil millones de dólares en beneficio del military industrial complex. Después, distribuyes 100 mil millones de dólares de contratos entre las principales constructoras y compañías petroleras para que realicen obras de infraestructura que serán sufragadas con petróleo iraquí.

El secreto a voces, sin embargo, es la certeza de que Washington celebrará contratos a largo plazo para la producción, distribución y venta de petróleo iraquí. šNo es mal negocio! El cinismo ha llegado a tal extremo que los propios halcones del Pentágono han comenzado a discutir en los medios la posibilidad de dividir el país entre las principales potencias. (Es obvio que alguien con perspectiva histórica -y con gran sentido práctico- aconsejó dividir el botín para contribuir al restablecimiento de las relaciones con la Alianza del Atlántico y enmendar la afrenta a Naciones Unidas.) Como dicen los mismos estadunidenses: money makes the world go round (el dinero hace girar el mundo).

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