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México D.F. Domingo 11 de mayo de 2003

Juan Saldaña

Ambiciones

Difícil situación la de los dirigentes de partidos políticos que deben resistir los embates desordenados de sus más ambiciosos militantes. Transcurren en México los tiempos en que los organismos políticos deben postular a quienes los representarán en el Congreso. Son tiempos importantes. Los instantes corren y cuentan. El pasaje comicial se avecina. Remudan personeros y pasiones. Querellas, rencores y pasiones. Solidaridad partidista. Censuras y pasiones.

Sorprende que el PRI, partido que ha tenido que resistir los embates, abiertos y embozados, cada vez más agudos y feroces del establecimiento panista en el poder, deba encarar por añadidura el revanchismo descarado de quienes no alcanzaron lugar en las "listas". De quienes habiendo probado las mieles del poder en el pasado, bajo la bandería priísta, deturpen y pretendan ensuciar a su alma mater. Patadas al pesebre. Ambiciones, sólo ambiciones.

Sorprende aún más, como anotamos, que quienes se ofenden por su ausencia en las famosas "listas" sean precisamente personajes que en el pasado, no muy remoto, fueron postulados por el PRI y hubieron de desempeñar encargos trascendentes de elección popular. Cabe la pregunta: en tal caso, Ƒpor qué las pedestres ambiciones desmedidas de los antiguos miembros de la familia, mucho más que las de otros candidatos de renuevo? ƑPor qué el que ya tuvo quiere más?

Vale la pena anotarlo. Para el PRI y para cualquier otro partido, ya que las ambiciones no reconocen banderías. Quien es capaz de levantar la voz para expresar rencores y pasiones cuando sus ambiciones no se colman sólo da cuenta de su triste y deprimente concepto del quehacer político. Empobrece hasta la inanición a la política. Porque esto ocurre por un hecho lamentable y singular, es el político autoevaluado que no fue tomado en consideración. šTorpe vanidad de vanidades!

Se trata aquí del político, con tufos de prócer, a quien ofende su exclusión. Lo ofende, de manera entrañable, que su partido no le permita salvar a la patria. Lo ofende que los intereses orgánicos de su partido no accedan a subordinarse a sus deseos. Lo ofende la exclusión. No será capaz de incorporarse al trabajo de partido para reintegrar a su órgano político algo de lo que le fue entregado en el pasado. Trabajar por su partido en la discreción y en el silencio. Imposible. Militancia sin reflectores. Imposible.

La torpe eclosión de vanidades y autoelogio que supone la ofensa por no ser postulado habla además de otras cuestiones. Cuestiones de más fondo. Las furibundas reacciones de los no agraciados hablan también de un concepto patrimonialista del quehacer partidista profusamente compartido por próceres de hoy y de ayer. Se pueden ver. Se advierten. Se trata de aquellos que hoy en día visitan su partido con la actitud de quien revuelve su patio trasero buscando un objeto perdido.

Para ellos el partido no constituye un órgano con graves responsabilidades sociales; para ellos el partido no está en el centro de una controversia nacional por el futuro del país; para ellos cuenta sólo la gratificación mezquina de su postulación. El partido no cuenta. No existe. Es sólo un tramo incómodo del camino al poder.

Vale la pena la evidencia. Los auténticos militantes del PRI deben agradecer el desafuero y la torpe expresión de vanidades y ambiciones. Son señales. Son rastros. La desfachatada eclosión de los deseos personales y mezquinos va señalando el camino que no hay que recorrer. Señala la ruta de la descalificación y el desatino. Así es como no debe ser. Ya lo tenemos. Por la elemental ley de los opuestos sabremos cómo hacer y cómo actuar.

Si el PRI debe, como siempre, revisar ordenamientos y consignas, debe también analizar conductas y actitudes. Que no sean más los simulados mensajeros del cambio quienes lleguen, al amparo de sus propias mentiras, a enmendar la plana a militantes serios. A militantes modestos y de línea. A luchadores priístas "de a deveras".

El PRI es partido viejo. Tiene historia. Tiene poder y tiene historia. Cuenta con militancia y seguidores. Muchos de ellos también son viejos militantes. Están en los ejidos y en los pueblos. En las colonias populares y en los barrios. Desde la participación anónima y masiva han continuado su consistente labor de membresía. Ellos son los priístas. Están en todo el país. También esperan cambios. También tienen pasiones y alientan sus odios y querellas contra la corrupción y el desafuero. Quieren un PRI nuevo. Quieren un PRI limpio. No aceptan acusaciones sexenales, ni aceptan ataques ni enmiendas por la radio y la televisión.

Hoy debaten muchos partidos políticos en México. Quizá no tantos como debiera haber. Pero estamos ciertos de que el PRI debe avanzar. Renovarse o morir. Si logra desbrozar el camino y renovar las estrategias avanzará, sin duda. Parte capital de esta tarea corresponde a la actual directiva. Tiene la oportunidad y tiene el mando. Que ladren los perros.

Está bien que la ambición aviesa asome la cabeza. Hay que abonar los tiempos. Estos tiempos de corrección de rumbos y de enmiendas.

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