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México D.F. Domingo 11 de mayo de 2003

Guillermo Almeyra

La sociedad política y la sociedad civil

Escribo estas líneas el viernes, pero seguro ya de que el domingo será quizás "un día peronista" pero no, de cierto, un día menemista. Además, resulta evidente el descolamiento que existe entre, por una parte, la sociedad política (el gobierno y el establishment) y, por otra, la sociedad civil, heterogénea y en ebullición.

El núcleo duro menemista (desesperados dispuestos a vender a su madre, pobres diablos incultos e ilusos que esperan un Hombre Fuerte, más los buitres esperanzados en despedazar al país y llevarse lo que puedan) de todos modos es numéricamente importante y, si se le suman los votos que en la primera vuelta logró Ricardo López Murphy, con una política derechista, favorable al capital financiero y pro Bush, la Argentina conservadora es de susto. Claro que el electorado de López Murphy es conservador, pero no apoya al menemismo ni al peronismo en general, lo que hace difícil sumar el sostén respectivo de dos subsectores del grupo de intereses partidario de una solución neoliberal y del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), pero el problema social que ambos plantean de todos modos subsiste.

Al lado de eso está la heterogeneidad del voto a Kirchner, que recogió el sufragio anti Menem; no tiene una base propia de consenso y, además, no podrá reditar el distribucionismo peronista, porque no hay nada por distribuir y porque Argentina, en la época de la guerra preventiva de George W. Bush, carece del margen de maniobra que tenía el viejo general. El gobierno de Kirchner no tendrá una base propia sólida, como lo muestra el hecho mismo de que ha ido a conseguir de Lula un espaldarazo político que le permita abrir a la izquierda social y tener una perspectiva económica en el desarrollo del Mercosur.

Entonces, frente a la continuidad de la crisis económica y a la carencia de inversiones extranjeras en cantidad suficiente para reanimar la producción y, por consiguiente, reducir el desempleo y ganar estabilidad social y credibilidad, Ƒqué perspectivas se abren? No sin duda la de la estabilidad. El otoño se convertirá en invierno, con nuevas y terribles calamidades para gente que vive en condiciones desastrosas y está mal alimentada y peor vestida. Los caudillos provinciales o locales peronistas que negociaron su apoyo a Kirchner pasarán la factura que, por supuesto, no podrá ser pagada en su totalidad ni podrá satisfacer a todos. Las elecciones parlamentarias, además, están a la vuelta de la esquina, y lo que Kirchner unió contra Menem se diferenciará del gobierno y romperá el frente de facto creado por la emergencia. Surgirá así la necesidad de otro bloque, de otro frente, social y político, independiente del gobierno en parte por necesidades electorales (sobre todo si las izquierdas sacan las conclusiones de su desastre electoral y de su sectarismo, que impidió crear una propuesta propia). Y quienes han hecho y están haciendo la experiencia de la autorganización y la autonomía seguirán tratando de apoyarse en sus luchas desde abajo y en aquéllas para crear contrapoder. Esperemos -aunque no es seguro- que comprendan el fracaso del "šQue se vayan todos!", por falta de claridad sobre cuál era la alternativa a ese "todos" y acerca de cómo hacer para echarlos y no dejar en manos de ellos que se vayan. Esperemos -aunque no es seguro- que se disipe la borrachera sobre la "insurrección ciudadana" (para colmo, de una minoría, mucho menos numerosa que el apoyo de que aún disfrutan el menemismo y la extrema derecha). Esperemos -aunque no es seguro- que se comprenda que hacer política no es sinónimo de hacer política institucional, y que incluso hay que tener una política para las instituciones si no se quiere regalárselas a quienes uno pide "que se vayan".

Por suerte los que militan en los movimientos de masas no coinciden por fuerza con los dirigentes y teóricos de la izquierda política, muy reacios a aprender, mientras los primeros, como lo demostraron, no sólo están dispuestos a hacerlo sino que también son creativos. Hay pues bases para suponer que quienes vivieron y viven las asambleas y quienes hacen experiencias de autogestión o participan en piquetes puedan superar la desilusión, la división y la pérdida de peso político y de influencia y sacar las conclusiones de su propio fracaso. Si se votó en masa fue para participar, aunque se haya votado por el mal menor. Llega la hora de unir en torno a un plan de trabajo a un Mercosur favorable a los trabajadores y no a las empresas, a la resistencia al ALCA y a la presión imperialista, y de establecer alianzas, incluso electorales, para que la izquierda social esté representada en el Parlamento con cierto peso, de modo de presionar a Kirchner. Llega la hora de crear mecanismos de control por parte de los movimientos de masa sobre los dirigentes de las futuras alianzas ad hoc para sacarse de encima a los enfermos síquicos del tipo de los Altamira u otros semejantes. Llega la hora de crear un "partido" ad hoc, un instrumento del frente social, del frente único, como hicieron los bolivianos con el MAS o los ecuatorianos con el Pachakutik, subordinando ese partido a la democracia directa de los movimientos.

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