ESTOFADO
en tallas de madera

En la época colonial se establecieron los gremios, instituciones oficiales cuyo propósito era proteger los intereses de los españoles y controlar la producción de los artesanos. Por ejemplo, en el decorado y terminado de una escultura estofada de madera participaban cuando menos otros tres especialistas, además del tallador: un integrante del gremio de doradores, otro del de pintores y uno más del de encarnadores.

Proceso complejo

El proceso para producir un estofado era complejo. Primero había que seleccionar una pieza entre las diferentes maderas disponibles; las más utilizadas fueron caoba, pino, ayacahuite, aguacate, táscate, nogal, colorín, fresno y ahuehuete. La madera se cortaba cuando la luna estaba en cuarto menguante (de acuerdo con los conocimientos indígenas); se trataba de seleccionar piezas con el menor contenido de resina, pues cuando la madera ''sangra" por el calor, ''bota" la pintura.

El artesano dibujaba sobre la madera los trazos básicos que guiaban su trabajo. Con la hachuela rebajaba ese material sobre los trazos que había hecho; así lograba la forma general de la escultura. Después con gubias cada vez más finas imitaba las formas de un cuerpo cubierto con ropas. Con trabajo paciente reproducía los pliegues y ondulaciones de la caída de las pesadas telas. Finalmente detallaba con pequeñas escofinas de escultor; con lija obtenía un fino pulimento. El proyecto buscaba también hacer visibles los atributos de cada personaje, facilitando así su identificación.

Santos y arcángeles

Las personas que contrataban a los talladores, se empeñaban en que se representara a santos y arcángeles, vestidos con ricos ropajes. En la antigüedad se le llamaba estofa a la tela gruesa o acolchada que por lo general estaba decorada con diseños de flores; los lienzos más finos se entretejían con hilos de oro.

Una vez terminada la talla, se entregaba a un dorador que recubría la escultura con varias capas de blanco de España (cal apagada y molida a grado impalpable), disuelto en aguacola; al secar, cada capa se asentaba frotándola con un trapo de lino. Después se aplicaba el bol, que es una arcilla cuyos diversos contenidos de óxido de fierro ofrecen diferentes colores; la de color rojo y la naranja eran especialmente apreciadas, pues servían como base para dorar esculturas. Se preparaba mezclándola con aguacola; al aplicarla con pincel se procuraba cubrir con una capa uniforme las superficies a dorar.

Cuando la capa de bol secaba, se iniciaba el trabajo de dorado; las delgadísimas hojas de metal (popularmente se les llamó ''oro volador"), se adquirían con un integrante de otro gremio, el de los batihojas. Uno de los métodos para pegar el oro consistía en preparar con clara de huevo y agua un adhesivo para fijar las hojas de metal; éste se aplicaba parte por parte.

El procedimiento requería destreza: con una especie de brocha llamada ''pestaña", sin mango y con una sola hilera de pelo largo y fino, que se frotaba en el pelo para generar estática, se tomaba una hoja de oro; ésta se adhería al contacto con la pestaña y se depositaba cuidadosamente en la parte preparada con el adhesivo.

Cuando el pegamento secaba, se pulía la superficie dorada con una pequeña piedra de ágata, logrando así un alto brillo. Sobre partes del dorado, se pintaban los diseños del ropaje de diferentes colores. Con una herramienta afilada llamada ''grafio", se retiraba la pintura raspando finas líneas paralelas para producir el efecto de tela tramada con hilo de oro. Un encarnador pintaba las partes visibles del cuerpo.

De acuerdo con el Diccionario de autoridades, editado en 1732, estofar es: ''En el arte de los doradores, raer con la punta del instrumento que ellos llaman grafio el colorido dado sobre lo dorado de la madera, formando diferentes rayas o líneas para que se descubra el oro que está debajo y haga visos entre los colores con que se pintó".

Dibujo y fotografía
de MARCO BUENROSTRO


 



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