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México D.F. Sábado 17 de mayo de 2003

El presidente elude hacer diagnóstico de los graves problemas que padece Rusia

Putin presenta un informe anual que semeja arranque de campaña electoral

Es casi segura la relección del mandatario en los comicios de diciembre próximo

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscu, 16 de mayo. El informe anual que el presidente Vladimir Putin presentó este viernes ante el Parlamento, tercero de su primer periodo como jefe de Estado, tuvo todos los ingredientes de un discurso de arranque de campaña electoral.

El mandatario ruso, durante la hora y fracción que tardó en leer el documento, se dedicó a destacar logros de su gestión -reales e imaginarios-, eludió hacer un diagnóstico de muchos de los graves problemas que padece Rusia y asestó algunas críticas a sus colaboradores, pero sin asumir nunca la parte de responsabilidad que le corresponde por los fracasos.

Todo ello permitió a Putin, mediante la formulación de toda suerte de promesas, pintar un cuadro idílico para el futuro de este país. Duplicar el producto interno bruto (PIB), erradicar la pobreza y modernizar las fuerzas armadas para que Rusia vuelva a desempeñar un papel relevante en el ámbito mundial son tres de sus principales compromisos de aquí a 2008.

No sorprende que el inquilino del Kremlin haga planes a mediano plazo, pues en marzo de 2004 es casi segura su relección para un segundo periodo, incluso de mantenerse el 48 por ciento de la intención de voto que le atribuyen las encuestas más recientes.

Es poco probable que la popularidad de Putin baje en los próximos meses; por el contrario, puede subir algunos puntos cuando llegue el momento electoral de destituir al jefe del gobierno, Mijail Kasianov, desde ahora señalado por muchos como chivo expiatorio inevitable.

Lo que también está fuera de toda duda es que un segundo mandato presidencial de cuatro años terminaría en 2008 y, mientras no se modifique la Constitución o el Parlamento no se invente otra manera para prolongar su estancia en el poder, Putin legalmente no podría aspirar a un tercer mandato y su ambicioso proyecto de gobierno quedaría trunco.

Es ahí donde los comicios para renovar la Duma -Cámara de Diputados-, previstos para diciembre próximo, adquieren una importancia decisiva para Putin, toda vez que ya controla el Consejo de la Federación o Senado, instancia legislativa al servicio del Kremlin desde que sus miembros se designan y no se eligen en las urnas como antes.

Es prematuro que el presidente de Rusia hable de una eventual extensión de su gestión al frente del país, pero no debe sorprender que esté muy pendiente de que no sea demasiado tarde para dar el primer paso en esa dirección.

La lucha por ganar la mayoría parlamentaria en la próxima composición de la Duma es quizás ese primer paso y, tal vez por ello, Putin le puso tan marcado sello comicial al informe que presentó hoy.

La siguiente prioridad, un poco más adelante, cuando los tiempos establecidos por la legislación electoral lo permitan, será asociar la imagen de Putin, para muchos rusos sinónimo de estabilidad y éxito, a un partido político concreto, presumiblemente el que se está creando en torno a la coalición parlamentaria de Rusia Unida, la cual es suma de grupos con intereses propios y una sola coincidencia: la subordinación de sus miembros al Kremlin.

Ciertamente, no es más que una hipótesis y queda mucho camino por delante. La oposición, sobre todo el Partido Comunista, si es capaz de ofrecer una alternativa de gobierno viable, puede disputar el liderazgo en la siguiente Duma.

Putin, con la mira puesta en las elecciones de diciembre próximo, tiene que resolver complejos problemas. El mayor, por su impacto probable en las urnas, es el desfase que existe entre los exitosos indicadores macroeconómicos que cita el mandatario para ilustrar las bondades de su política, por lo demás basada en una coyuntura favorable por los precios internacionales del petróleo y la penosa subsistencia de millones de rusos.

Algo debe andar mal cuando se proclama que el PIB creció 20 por ciento en los tres años recientes y una cuarta parte de la población, la misma cantidad de rusos que en los tiempos de Boris Yeltsin, sigue viviendo por debajo del nivel oficial de pobreza.

Tampoco alienta el optimismo saber que el número de habitantes de Rusia se redujo en 2 millones desde el anterior censo, de 1989 (en realidad más, porque en el más reciente recuento se incluyó como si fueran rusos a muchos inmigrantes de repúblicas ex soviéticas) y que la esperanza de vida de los hombres se redujo de 67 a 64 años, por poner otros dos ejemplos.

No menos importante para Putin, acaso aún más, es que los rusos crean que la situación en Chechenia se está normalizando, pero la visión triunfalista de las autoridades vuela por los aires con cada atentado suicida, mientras la amnistía parcial que está ofreciendo el Kremlin nada va a cambiar.

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