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P O L I T I C A
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México D.F. Domingo 18 de mayo de 2003

Antonio Gershenson

ƑPor qué perdemos competitividad?

Un funcionario de la financiera Merryll Lynch se sumó al coro de quienes asocian la pérdida de competitividad de México ante otros países, y especialmente ante China, a la falta de un avance en las reformas al sector eléctrico, al sistema tributario y del mercado laboral. Ha habido declaraciones similares en semanas anteriores, e incluso una, de un líder patronal que no ocultaba su ignorancia al atribuir el fenómeno a los bajos salarios en China. Si el asunto fuera de bajos salarios simplemente, la inversión se hubiera ido a países de Africa, donde los salarios son deveras bajos. Nuestro secretario de Economía también busca causas marginales, como es el régimen fiscal, que permitan eludir la verdadera.

De lo que no parece haber duda es de que perdemos competitividad. Un gobierno que se autocalificó de ser de los empresarios, y para los empresarios, ha llevado a México, según una información paralela a la que mencionamos en La Jornada, a pasar del lugar 19 al 24, entre 30 países con más de 20 millones de habitantes.

En cuanto a las reformas mencionadas, habría que ver en qué sentido se les entiende. Si la reforma al sector eléctrico se entendiera como darle autonomía de gestión, fortalecerlo y liberarlo del tutelaje de los tecnócratas de la Secretaría de Hacienda no habría por qué oponerse. Si la reforma fiscal fuera para quitar privilegios y exenciones de impuestos al sector financiero, nadie protestaría. Y si la del mercado laboral fuera en un sentido democratizador de las estructuras corporativas y de mayor participación de los trabajadores en la gestión industrial, tampoco se tendrían inconformidades. Pero si la reforma a la industria eléctrica se entiende como hacerla pedacitos para su venta, la fiscal para cobrar el IVA a medicinas y alimentos básicos, y la laboral para despedir a los trabajadores con mayor facilidad y sin compensaciones, pues claro que ha habido oposición, y el Poder Legislativo ha rechazado las propuestas gubernamentales.

Lo curioso del asunto es que en China no han hecho ninguna de estas barbaridades; al contrario. Mientras la inversión en México decae, y maquiladoras de la frontera cierran para trasladarse a países del área Asia-Pacífico, sobre todo a China, en este último país la entrada de inversión extranjera directa en 2002 fue de 52 mil 700 millones de dólares. Y, como dice el funcionario de Merryll Lynch, las exportaciones de China a Estados Unidos crecen, y las mexicanas, decrecen. La China gobernada por peligrosos comunistas resulta ser un terreno muchísimo más atractivo para la inversión extranjera que el México gobernado por empresarios que asumen posiciones derechistas. ƑPor qué?

En China sí entienden lo que en México se quiere olvidar: que la inversión pública puede atraer a la inversión privada. Y que el crecimiento sostenido de una economía y de un mercado interno resulta más importante para las decisiones de inversión que la palabrería que, después de más de dos años desde los ofrecimientos de crecer al 7 por ciento y resolver el problema de Chiapas en 15 minutos, tiene todavía menos credibilidad.

Algunos ejemplos: en China la inversión pública, que ha sido incrementada en los momentos en que el mercado externo se debilita, para mantener el crecimiento anual por arriba de 7 por ciento, incluye enormes plantas hidroeléctricas, entre ellas la mayor del mundo, Tres Gargantas; un sistema que llevará agua de las fuentes del río Yangtze a zonas áridas del norte del país, con una inversión del doble de la de Tres Gargantas; otros tipos de plantas eléctricas; el ferrocarril más rápido del mundo; un gran gasoducto del oeste al este del país; grandes inversiones urbanas, y una modernización del transporte que incluye más de 100 aeropuertos.

Los costos en China son en general bajos, y eso atrae también la inversión. Los salarios son bajos en términos del exterior, en divisas, pero tienen un poder de compra creciente. De otro modo no es posible explicarse cómo es que el año pasado se vendieron más teléfonos celulares en China que en Estados Unidos.

Parte de la mano de obra china es muy calificada, y esto aumenta con el paso del tiempo. En 2001 se graduaron en China 465 mil nuevos profesionales en el área de ciencias e ingeniería.

Uno de los sentidos de la gran inversión en infraestructura -pública, pero también privada inducida- en el interior del país, además de generar empleos y mantener un alto ritmo de crecimiento económico, es el de hacer que zonas hoy deprimidas se vuelvan atractivas a la inversión. A medida que los salarios en la franja costera aumentan, incluso en divisas, surge el deseo de un número creciente de inversionistas de buscar dónde hay salarios más bajos sin perder las ventajas de energía, materias primas e infraestructura baratas. Y para eso estará el interior del país, con su nueva infraestructura. De hecho, varias empresas anuncian que ya están estudiando el momento adecuado para trasladar sus plantas a ciudades del interior.

En pocas palabras, en China se han tomado medidas, en el contexto de una planeación de largo plazo, que al desarrollar la economía del país han permitido flujos enormes de inversión extranjera. Aquí no sucede eso porque los viejos tecnócratas, cuyo control de la política económica no ha sido tocado por el actual gobierno, lo único que saben es tomar medidas para frenar la economía: recortes presupuestales, retraso de lo poco que se invierte, tendencia a descargar toda la inversión en el exterior y en la exportación mientras el mercado interno queda deprimido. Sólo el sector financiero es apoyado, y a morir. Pero ni siquiera para el financiamiento de proyectos productivos, sino para prestar poco, caro y sólo para el consumo

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