Angeles González Gamio

Mirada y memoria

ƑQuién no se ha conmovido con la célebre imagen de una soldadera de ojos grandes, con el rebozo al aire, asomada a la puerta de un tren que arranca? ƑQué historia hay atrás de esa impactante fotografía? Esta pregunta nos brota con decenas de imágenes que han capturado momentos, personas, lugares y a las que los grandes fotógrafos han sabido imprimir arte y emoción, tornándolas intemporales y universales. Un buen ejemplo de ello es el trabajo de la dinastía Casasola, que inició Agustín Víctor, incorporando al paso de los años a sus hermanos, hijos y nietos. Nació en la ciudad de México en 1874; huérfano de padre a los seis años, de muy joven entró de aprendiz de tipógrafo, lo que sin duda le dio nociones de forma, estilo y organización y el valor de la comunicación.

A fines del siglo XIX se inició como reportero, colaborando en varios de los principales periódicos de la época. Pronto se dio cuenta de que sus reportajes tenían más fuerza si iban acompañados de imágenes. Así comenzó su exitosa trayectoria como fotógrafo.

El enorme potencial de ese medio fue captado de inmediato por el presidente Porfirio Díaz, quien ordenó que se llevara un registro de todas las obras y actos importantes que realizaba su gobierno; entre otros, las famosas fiestas del Centenario de la Independencia; Agustín Casasola captó muchos de ellos, incluyendo la salida de Porfirio Díaz al exilio.

También dejó testimonio gráfico de los nuevos y efímeros gobiernos que precedieron al movimiento revolucionario, pero donde realizó un trabajo notable fue en el seguimiento de la gesta militar. En esta etapa participó también su hermano Miguel. En forma paralela a su trabajo periodístico, establecieron un negocio en la calle República de Chile, en el centro de la ciudad. En este lugar tomaban fotografías y vendían las que les rechazaba el periódico El Imparcial, donde Agustín trabajaba en esa época. Con una gran visión comenzó a comprar imágenes de otros fotógrafos, creando así la primera agencia de información gráfica. En 1911 formó la Asociación de Fotógrafos de Prensa y fue elegido presidente de la misma.

Hijo de la ciudad de México, Agustín Casasola la padeció, la gozó y la conoció profundamente; sabía de sus bellezas y sus miserias; unas y otras las capturó por sí mismo o por el trabajo de otros; esta intimidad con su ciudad, con sus personajes y lugares se refleja en sus imágenes: el embotellamiento de autobuses y automóviles en el Zócalo de los años veinte, las quemas de judas, las rechonchas vedetes con pícaros atuendos, las prostitutas, los travestis, la cárcel de Belén, Diego Rivera encabezando el cortejo fúnebre de Julio Antonio Mella, un elegante Agustín Lara sentado en su piano y a un lado Ana María Fernández, una de las cantantes de su primera orquesta y, entre ambos, šuna brillante escupidera de latón!

A lo largo de su vida logró conjuntar cerca de medio millón de imágenes, tanto de su autoría como de sus familiares y de diversos fotógrafos; entre otros, del magnífico Manuel Ramos. Este tesoro que nos brinda la historia gráfica de la primera mitad del siglo XX se constituyó como el Archivo Casasola, que custodia el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Su director, Sergio Raúl Arroyo, apasionado y conocedor del tema, estimuló la publicación del libro Mirada y memoria. Archivo fotográfico Casasola. México: 1900-1940, con una selección de fotografías que despiertan toda clase de emociones: dolor, alegría, coraje, azoro.

Dos expertos coordinaron el trabajo: Rosa Casanova, talentosa directora del archivo, y en la selección del material, el fotógrafo Pablo Ortiz Monasterio. Estos archivos y muchos fondos más, que conforman el Sistema Nacional de Fototecas del INAH, se pueden consultar en el centro principal, que se encuentra en la ciudad de Pachuca, en un hermoso ex convento franciscano, o en la sede capitalina, ubicada en una soberbia casona en el Centro Histórico, en la calle Correo Mayor, dirigida por la eficiente y amable Georgina Rodríguez. Ambos sitios ameritan su propia crónica.

Hay mucho más que decir, pero lo mejor es ver el libro mientras se refresca con un exquisito jugo "Centro Histórico", receta exclusiva del popular Amador Bernal. Lo puede disfrutar en su tradicional establecimiento de la calle Palma 413-C, decorado con fotografías de Amador y personajes de la política y la farándula que lo han visitado a lo largo de los años.

[email protected]