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México D.F. Miércoles 4 de junio de 2003

René Drucker Colín

La metamorfosis y la fámula

La metamorfosis se refiere a un proceso de transformación de una cosa a otra o de un estado a otro. En la famosa novela de Kafka se refiere al destino del hombre condenado a la incomprensión. De aquí el cuento de Lucinda, quien llegó de Chalco en busca de trabajo, que encontró en una gran mansión en el norte de la ciudad, en estos linderos entre el Distrito Federal y el estado de México.

Lucinda, de treinta y pocos años, viuda por accidente y con tres hijos que mantener, era acuciosa, ordenada, obsequiosa, mas no agachada; tenía un leve estrabismo que le daba un ligero aspecto de torpe, cosa que no era, pero que tenía cierta utilidad práctica en ocasiones. A los pocos meses, gracias a su acuciosidad, se hizo imprescindible en la casa que atendía, donde vivía Miguel Vasallos y Roblero, conocido y reconocido, mas no muy respetado político del Partido de la Reforma Nacional (PRN).

Habiendo sido subsecretario, senador y diputado de su partido, había oscilado ante acusaciones de corrupción y de estupidez, y más frecuentemente de ambas: entre ser vocero de su partido o ser el desechable ejemplo de la limpieza y honradez partidaria. A causa de los tiempos, su líder de partido, Epifanio Guerra Durón, compañero de mil andanzas del pasado, se inclinaba hacia lo segundo.

Don Miguel Vasallos y Roblero, abogado de profesión y economista de corazón, aunque las malas lenguas decían que no era ni lo uno ni lo otro, se debatía en estos momentos de la democracia mexicana, por definir la mejor estrategia para poder sobrevivir a los tiempos políticos en que las lealtades partidarias habían tendido a desaparecer, dando lugar a movimientos turbulentos de asociaciones por conveniencia. Dado que su partido tenía reflexivas dudas sobre si admitir su candidatura nuevamente a la diputación, tenía cambios profundos de convicción política, lo cual lo llevó a tener frenéticas reuniones con Rocío Espiga, líder del Movimiento Social Democrático (MSD), con Juan José Valiente, líder del Partido de Acción Popular (PAP), y con Manuel Campanario Gómez, del Partido Entorno Limpio (PAEL), sitial este último difícil, pues como decían las siglas del partido, todo era pa'el, señor Campanario.

La vida de don Miguel se había vuelto compleja, pues además de no lograr encontrar su nuevo nicho político, se le había enfermado su Ofelia, esposa y compañera de 30 y muchos años. De ahí que Lucinda había caído como del cielo y, al irse doña Ofelia al hospital, se volvió imprescindible a tal grado que se tornó confidente y paño de lágrimas de don Miguel. Dado su carácter un tanto pomposo, la presunción lo llevaba entre plática y plática a señalar modos, estrategias y rebuznadas que habían permitido sus ascensos y presencias en el ámbito político. Lucinda, víctima de innumerables penurias a lo largo de su iletrada vida, era todo menos tonta, logró en muy pocas semanas ser esencial en la vida de la familia Vasallos. Los tres hijos, buenos para nada, recibieron repentinamente atenciones sin reproches de una especie de madre sustituta, y no lograban ya sobrevivir sin la susodicha Lucinda. En breve tiempo doña Ofelia pasó a mejor vida por el cáncer cérvico-uterino atendido a destiempo.

Escasos tres meses faltaban para lograr definir don Miguel su futuro, pero ningún partido parecía interesarse en su persona, salvo el Partido de la Divergencia Nacional (PDN), cuyo líder Ernesto Gordillo andaba necesitado de candidatos para rellenar. Lucinda, quien ya cumplía los casi dos años de insertada en la familia Vasallos, acudía con frecuencia en sus días libres a mítines políticos, pues uno de sus hijos le tiraba a alguna ayudantía en el MSD. Como consecuencia, había visto de lejecillos en más de una ocasión a Rocío Espiga.

Un día domingo, al regresar de un mitin a la mansión de los Vasallos, decidió que se iba a casar con don Miguel. No le costó mucho, pues entre la depresión y necesidad, don Miguel se dejó convencer: al fin, dijo, ya con lentes y buena ropa pasa el examen de concubina.

A tres semanas de conformarse las listas de candidatos, don Miguel logra una invitación a cena de cumpleaños de la líder del MSD. Lucinda, emperifollada a más no poder y con gran astucia, logra sentarse toda la noche junto a Rocío Espiga y se deja convencer de que como mujer y de pueblo puede ser lanzada hacia las listas del partido, como candidata a una diputación federal. Su inexperiencia y lenguaje campirano serían punto fuerte para su campaña, su gran carga sería don Miguel, dinosaurio de la política nacional, cuya presencia habría que eliminar a toda costa. El viejo lobo, para quien vivir bien era más soportable que lo contrario, decidió dedicarse a escribir sus memorias. Hasta aquí un ejemplo de la vida partidaria, las convicciones y los planteamientos políticos.

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