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México D.F. Jueves 5 de junio de 2003

Martí Batres Guadarrama

Luis Suárez: la televisión y el periodismo

Mis padres, maestros de toda la vida y luchadores sociales incansables, nos educaron a todos sus hijos en una estricta formación cívica y crítica hace más o menos tres décadas. Por eso en la casa, por aquellos días, se tenía un concepto muy crítico de la televisión. "La tele enajena", escuchábamos todos los días; "lo único bueno de la televisión es el Canal 11 y más o menos el 13", repetían mis padres. Así las cosas, escuchábamos y veíamos a Jorge Saldaña en el 13, en Sopa de letras y Anatomías. Más particularmente Del dicho al hecho, con Virgilio Caballero, y a Luis Suárez en Siempre en el once. Crecimos con la convicción de que el periodista Luis Suárez era de lo mejor que había en un espacio dominado por la ausencia del debate de las ideas.

Años después, cuando apenas comenzaban a surgir programas interesantes en la televisión comercial, como aquel de Ricardo Rocha, Para gente grande, se afianzó en nuestra formación la presencia un tanto mítica y otro tanto terrenal de Luis Suárez.

Latinoamericanista, viajero, observador crítico y dueño de un lenguaje talentosamente diplomático, era también privilegiado orgulloso del inigualable exilio español que nutrió a México de una aportación intelectual masiva que quizá no tenga repetición en nuestra historia. Podía, simultáneamente, abrazar la causa del socialismo sin disfraces y abrirse espacios institucionales; ser un implacable crítico de la realidad y tener acceso a los hombres de poder para entrevistarlos, escudriñarlos, conocerlos. Esa dualidad misteriosa hacía de don Luis un personaje antisistémico ideológicamente y hombre de instituciones en la vida cotidiana.

Mucho tiempo después tuvimos oportunidad de entablar una buena amistad con Luis Suárez y lo admiramos hasta el último día por su congruencia y espíritu infatigable. A diferencia de tantos hombres que se rinden en el camino, mantuvo sus convicciones hasta el final de sus días.

Hace apenas cuatro meses lo vimos en Cuba, presentando ponencias sobre el equilibrio del mundo. Y a su regreso continuó escribiendo en diarios de circulación nacional, dando la batalla de las ideas en diversas reuniones contra la agresión de Estados Unidos a Irak. Hombre de izquierda, fue también un hombre feliz. Jamás se amargó por las dificultades y siempre tuvo victorias que ofrecer a sus amigos y a sus lectores. Este mismo año presentó un libro sobre la familia Cárdenas y acudió a la Cámara de Diputados con los dirigentes de la Felap (Federación Latinoamericana de Periodistas) para informar sobre la realización de un encuentro del organismo en noviembre próximo, siendo recibido por los coordinadores de todos los partidos.

Así era don Luis, capaz de mantener un perfil ideológico claro en la época del neoliberalismo, después de la caída del Muro de Berlín, cuando se alegaba tanto sobre la muerte de las ideologías, y al mismo tiempo con la suficiente habilidad para adecuarse a los tiempos, a las circunstancias y a los cambios.

Se queda en nosotros un extraordinario recuerdo, un cúmulo de ideas, el impacto de una historia, sus épicas batallas periodísticas y también, reitero, la imagen de una buena televisión.

Las cosas han cambiado mucho desde aquellos años de la infancia que comento. Se han transformado los medios, aunque apenas es el principio. Ahora en aquella televisora comercial de la infancia que tanto criticaban mis padres también hay programas de debate político y momentos que rompen las inercias del entretenimiento profesional. Momento estelar, por ejemplo, vivió Televisa cuando transmitió la entrevista de Julio Scherer al subcomandante Marcos. Ahí también, poco tiempo antes, pudimos ver el video revelador de la matanza de Aguas Blancas, documento que vino a corroborar el trabajo que La Jornada, por cierto, ya venía realizando sobre el tema desde el momento mismo del trágico hecho. Es la televisora que se adelantó a buscar la transmisión en vivo del acto histórico en que rindió protesta el primer gobernante electo del Distrito Federal, Cuauhtémoc Cárdenas, en 1997. También por ahí hemos podido escuchar en diversos momentos las voces siempre inteligentes de Carlos Monsiváis o Elena Poniatowska. Y no podría obviarse el trabajo creativo y la fuerza periodística que ha adquirido un espacio critico y plural como el que conduce el personaje Brozo por las mañanas.

En ese contexto no deja de ser interesante que la citada empresa se haya abierto a organizar un evento deportivo, tomando como escenario una obra muy importante del gobierno perredista de la capital de la República. En el pasado era impensable. Predominaba el monocolor y la disciplina oficial. Insisto, las cosas han cambiado pero deben hacerlo aún más, mucho más.

Objetivamente la mayor concentración del análisis político y del pensamiento crítico en los medios sigue estando en la prensa escrita. En este territorio se condensan lineamientos, investigaciones, conceptos que luego se proyectan con mayor fuerza al resto de los medios masivos. Todo lo que ha sucedido en el mundo, tanto la liberalización de la política, el estallido de la informática, la polarización de las desigualdades, así como el fortalecimiento de la democracia y los derechos humanos, no sólo no han mitigado la fuerza del periodismo escrito, antes al contrario, la han resaltado. De ahí que el diario impreso siga siendo lectura obligada y referente de la clase política, espacio de búsqueda para los sin voz, refugio de esperanza de otro mundo posible.

Tal vez lo que más nos fascinaría de Luis Suárez en los años de infancia es que fue uno de los pioneros en llevar las mejores tradiciones del debate político, de la investigación y de los posicionamientos ideológicos de la prensa escrita a la televisión. Que se sigan transformando los medios es no sólo un deseo, sino una de las condiciones de nuestro tiempo para una vida más feliz, más completa, más equilibrada y más libre.

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