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México D.F. Sábado 7 de junio de 2003

Immanuel Wallerstein

Chifladura o política

Cuando el Financial Times, periódico representante del gran capital, muy responsable y tan del establishment, publica un editorial cuya cabeza es "Chifladura fiscal", con el subtítulo "El gobierno estadunidense arroja la prudencia por la ventana", uno entiende que deben de estar muy enojados. El editorial concluye con una nota sombría: "Para los republicanos más extremistas minar el orden internacional no es suficiente; les es necesaria también una revisión radical de las visiones largamente mantenidas sobre la redistribución del ingreso. En respuesta a este asalto, no hay mucho que la mayoría racional pueda hacer: la razón no corta el hielo; se menosprecia la teoría económica y se ignora la evidencia en contrario. Es sobrecogedor observar cómo la superpotencia económica mundial destruye lentamente la posición fiscal tal vez más envidiable del mundo".

Así que mientras George W. Bush y compañía cacarean en el Congreso estadunidense sus victorias en Irak, y buena parte de la izquierda mundial escribe en tono de angustia desesperada acerca de estos hechos, quizá debamos atisbar en las profundas fisuras de todas aquellas fuerzas que podrían catalogarse como "a la derecha del centro", a escala mundial, en Estados Unidos y en los estratos capitalistas.

Primero, los signos de las fisuras. Henry C. K. Liu, director de un grupo de inversionistas con sede en Nueva York, escribe un artículo en el Asia Times titulado "La hegemonía del dólar estadunidense está por terminar". Este director de investigación en inversiones del Citigroup Private Bank apunta que los países del ASEAN+ 3 (sureste asiático más Japón, China y Corea del Sur) se encuentran en proceso de desarrollar "instrumentos transfronterizos de deuda" (lo que implica que las deudas se asuman en sus propias monedas y no en dólares estadunidenses) y ve en esto un "enorme martillo que amenaza la economía estadunidense". El funcionario prevé que la creación de una unidad monetaria asiática podría forzar a que Estados Unidos asuma un "crucial desahogo de la deuda" y tal vez conducir a que el Departamento del Tesoro estadunidense emita bonos no en dólares estadunidenses, sino en monedas asiáticas.

En el frente europeo, Christoph Bertram, director del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y Seguridad, alguna vez fuerte promotor de una alianza atlántica, escribe un artículo, de nuevo en el Financial Times, titulado "Alemania no será vasallo de Estados Unidos". En el texto responsabiliza totalmente a Bush de este viraje en la opinión germana y predice que la Unión Europea tendrá que "amarrar irreversiblemente a los miembros, para que se defiendan, del mismo modo en que el euro lo hizo en su política monetaria".

En Estados Unidos, James Carroll, escribe en el Boston Globe y alude al cambio de clima en esta nación, "tan a la deriva que no se atreve a mirar dos veces su condición real". La más reciente perorata del senador Byrd (quien hasta hace dos años nadie habría podido considerarlo radical, ni siquiera demócrata liberal) termina con la siguiente frase: "Y apunten lo que digo. La intimidación calculada, tan frecuente en tiempos recientes, ejercida por 'los poderes que hay' sólo servirá contra la oposición leal, silenciosa hace ya mucho tiempo. Porque tarde o temprano, como siempre pasa, emergerá la verdad. Y cuando esto ocurra, el castillo de naipes, construido sobre engaños, se derrumbará".

El senador Byrd pronunció su discurso el 21 de mayo. Justo seis días después, el secretario Rumsfeld, en su alocución ante el Consejo de Relaciones Exteriores, expresó la frase, hoy mundialmente famosa, de que las supuestas existencias de armas de destrucción masiva de Irak "tal vez nunca sean halladas". Rumsfeld dijo que tal vez los iraquíes las destruyeron "antes del conflicto". Dado que Estados Unidos y el Reino Unido predicaron en favor de una acción unilateral inmediata basando su alegato en la amenaza que implicaban estas armas, la frase es una gran confesión, forzada sin duda por el hecho real de que hasta la fecha no se ha encontrado dicho armamento. Tomará su tiempo para que la opinión pública estadunidense absorba esta confesión y reaccione a ella. Pero Tony Blair se vio en problemas de inmediato. En el sistema británico es un pecado cardinal "confundir" al Parlamento, y Blair se encuentra hoy bajo fuego (tal vez más que eso), a resultas del discurso de Rumsfeld. Su respuesta hasta el momento es: hay que esperar más. Blair necesita hallar esas armas más que Rumsfeld.

La cuestión es si esto es chifladura real o política deliberada. Creo que es deliberada e intencional, aunque estoy de acuerdo en que también es chifladura. Con el propósito de comprender cómo piensan los halcones estadunidenses y sus aliados, requerimos remontarnos dos siglos atrás. La Revolución Francesa en verdad sacudió el ambiente cultural del mundo. Porque en esos momentos se hizo del poder un grupo que propuso que el gobierno tenía el derecho de imponer un cambio radical en el sistema social, y debía hacerlo en nombre del "pueblo", que era "soberano". Es más, estas dos ideas -que los cambios políticos eran un fenómeno "normal" y que el "pueblo" es el soberano- prendieron en todo el mundo, y el hecho no ha variado desde entonces.

En ese periodo hubo una reacción inmediata ante estos conceptos perturbadores (y acciones interconectadas). Surge de ahí, entonces, el término "reaccionarios". Edmund Burke en Inglaterra y Joseph de Maistre en Francia escribieron libros que cuestionaron fundamentalmente toda la doctrina, reafirmando el valor moral y social perdurable de las autoridades "tradicionales". Los jacobinos fueron derrocados a los pocos años, pero Napoleón continuó el impulso jacobino, aunque de forma distorsionada. Finalmente, en 1815, la contrarrevolución ganó definitivamente. Fue también el momento de restaurar el orden en Europa y el mundo. El príncipe Metternich instauró una "santa alianza" cuya política sería enfrentar todo desorden con represión masiva.

No todas las fuerzas del orden estuvieron de acuerdo con Metternich. En Inglaterra, lenta pero eficazmente, sir Robert Peel condujo a los tories por el camino de las concesiones limitadas y paulatinas; la más notable sería la reforma de 1832. Hubo también intentos semejantes en Francia, en especial la revolución de 1830, que derrocó a Carlos X e instauró en el poder a Luis Felipe, el "ciudadano rey".

El punto decisivo de quiebre ocurrió con la revolución mundial de 1848, que ocasionó un enorme impacto en los "reaccionarios". El entonces anciano Metternich fue expulsado del cargo. En Francia tuvo lugar entonces una revolución social que intentó afirmar los derechos de los "trabajadores". Por todo el centro, el este y el sur de Europa se inauguraba "la primavera de las naciones". Por supuesto, como bien sabemos, muchas de estas revoluciones fracasaron en muy corto tiempo, y se enfrentaron a una renovada y muy fuerte represión. Pero las fuerzas a la derecha del centro habían aprendido la lección. Decidieron entonces seguir la senda trazada por Peel y aceptar la necesidad de hacer "concesiones" si querían evitar lo peor. En las décadas que siguieron surgió lo que los historiadores llaman "los conservadores ilustrados": Disraeli en Gran Bretaña, Napoleón III en Francia, Bismarck en Alemania.

De ahí en adelante, los conservadores se convirtieron en algo más que una versión prudente de un liberalismo centrista. De hecho, para poder descabezar la fuerza creciente de los movimientos de la izquierda "radical", los conservadores fueron más proclives que los liberales de centro a usar al Estado con el fin de promulgar cambios: así lo indica la extensión del sufragio efectuada por Disraeli, la restauración de los derechos sindicales bajo el gobierno de Napoleón III, los inicios del Estado benefactor que impulsara Bismarck. Estas políticas prevalecieron entre los grupos políticos conservadores hasta la revolución mundial de 1968, que destronó a los liberales de centro, dominantes, y "liberaron" de la mano pesada de los "conservadores ilustrados" a quienes se consideraban a sí mismos la "verdadera" derecha. El surgimiento de esta última es evidente en el apoderamiento un tanto parcial del Partido Conservador británico por parte de Thatcher, y en el muy parcial asalto del Partido Republicano por parte de Reagan. El actual régimen de Bush transformó esta toma parcial del poder en un asalto total.

Los halcones estadunidenses son la rencarnación de Metternich y sus políticas reaccionarias sin freno: su unilateralidad machista en el escenario mundial, y su muy serio intento de desmantelar el Estado benefactor en Estados Unidos así lo demuestran. Es por esto que el Financial Times afirma que con ellos "la razón no corta el hielo". Y es por eso que los herederos de Peel a escala mundial están tan molestos. Porque si las políticas de Metternich condujeron al desastre de las fuerzas conservadoras en el mundo en 1848, los herederos de Peel temen (y avizoran) que las políticas de Bush harán lo mismo, y peor. El desastre está en el horizonte.

Tal vez algún día futuro ocurra un Armagedón entre izquierda y derecha. Pero en el presente inmediato hay que estar pendientes del duelo entre la facción de Metternich y la de Peel, ambas pertenecientes a las fuerzas "a la derecha del centro". La primera piensa que el punto está en el orden mundial. La facción de Peel piensa que lo que está en juego es la supervivencia del sistema capitalista.

Traducción: Ramón Vera Herrera

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