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México D.F. Jueves 12 de junio de 2003

Octavio Rodríguez Araujo

ƑCrisis de las democracias?

Hace unos días tenía que hablar sobre la crisis de las democracias y los sistemas políticos en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Por causas ajenas a mi voluntad no pude llegar a la conferencia. El tema es muy interesante y mueve a la reflexión. La primera pregunta que surge es si hay crisis de las democracias. Yo pienso que no.

En términos formales las democracias gozan de muy buena salud. No nos gustan mucho, ciertamente, los medios para hacer posibles las democracias, pues los partidos políticos, por ejemplo, no son lo que quisiéramos que fueran, pero habría que preguntarse si este fenómeno es culpa de la democracia, o de los partidos o de los militantes de éstos o de los pueblos en general.

Quienes subestiman a la democracia que tenemos padecen de amnesia. Se les ha olvidado que todavía en los años 80 del siglo pasado muy pocos países en el mundo eran democráticos. Sólo en América Latina había cerca de una decena de países gobernados por juntas militares bajo regímenes dictatoriales que proscribieron la existencia de partidos políticos y de otras formas de organización de la sociedad. En México no había dictadura en esos años, pero sí un régimen autoritario que, entre otras cosas, inhibía las posibilidades de crecimiento de los partidos de oposición y les escamoteaba sus triunfos si así convenía a los intereses del gobierno en turno. Subestimar a la democracia es equivalente a subestimar a las víctimas de las dictaduras, que no fueron pocas.

Se podría decir que la democracia formal no da de comer ni resuelve por sí misma los problemas de la pobreza y la desigualdad social y económica (que son temas de la democracia social). Es cierto, pero siempre he pensado que es menos malo ser pobre y poder protestar que recibir palos o balas por protestar por la pobreza. Dos o más males siempre son peores que uno solo.

La democracia formal, que es la que ha ganado terreno en los últimos años, no da para mucho, aunque sea mejor que la no democracia. La población, en principio y gracias a aquélla, puede elegir a sus representantes y éstos, por lo general, son propuestos por los partidos como candidatos. Si los partidos no tienen una clara definición político-ideológica y se mueven en la ambigüedad (que en política se denomina "centro"), sus candidatos serán igual de indefinidos y ambiguos. Lo mismo ocurrirá si triunfan y ocupan cargos de representación en el parlamento o en el gobierno. El problema es que si los partidos se definen por causas específicas y por segmentos o clases sociales, excluyen a quienes no coinciden con esas causas ni se identifican con estos segmentos o clases sociales, y corren el riesgo de no ganar la elección. De aquí que se hable de crisis de los partidos políticos, porque durante cien años nos acostumbramos a que tuvieran ideología y a que quisieran representar a determinados segmentos sociales en contra de otros. Pero esto ya no ocurre: las diferencias entre los diversos partidos, aquí y en muchos otros países, son muy sutiles, cuando existen.

Es común que se diga que las democracias existentes son elitistas. También es cierto. Se refiere a democracias en las que las elites controlan la política, igual se trate de los asuntos de gobierno que de los partidos y las organizaciones sociales. Donde hay organización -dicen algunos autores- hay jerarquías, y donde existen éstas hay unos que dirigen y otros que son dirigidos. Pero quizá estaríamos de acuerdo en que una organización es o no democrática en función de la participación o de la pasividad de sus miembros. Si los miembros de un partido dejan en manos de sus dirigentes incluso la selección de sus candidatos, para no hablar de sus principios y programas, el resultado será que los futuros representantes sean tan elitistas como quienes los hicieron candidatos. Las elites existen porque la gente que no pertenece a ellas lo ha permitido.

Si democracia representativa, que es la que vivimos, quiere decir soberanía del pueblo ejercida por medio de representantes, no es la democracia la que está en crisis, sino el pueblo que parece haber olvidado que la soberanía le pertenece y se ejerce al nombrar o elegir a sus representantes, o al revocarlos (que también es un derecho en las democracias: en México mediante el artículo 39 constitucional).

Suena fuerte lo que estoy diciendo, pero Ƒno es cierto que la democracia, a diferencia de las dictaduras, permite que los pueblos, o para el caso, las bases de los partidos, ejerzan su soberanía y elijan a sus representantes auténticos y no a quienes han actuado y actuarán en su contra? Esta es la posibilidad de las democracias, y si no se aprovecha esta posibilidad la culpa no es de la democracia, sino de quienes no la hacen suya.

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