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México D.F. Viernes 20 de junio de 2003

Elena Poniatowska

Sueños de amor y muerte

El maestro Fernando Díaz Enciso quiere que la gente lea, sobre todo los jóvenes que lo siguen. Por eso recurre a los textos que lo impactaron; los poetas Miguel Hernández, Octavio Paz, Pablo Neruda, Mario Benedetti, Roberto Fernández Retamar, Alejandro Aura, Leopoldo Ayala, Efraín Huerta; los narradores, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, José Revueltas, Fernando del Paso y el filósofo Jean-Paul Sartre. Mezcla en sus Sueños de amor y muerte cuentos y experiencias vividas por él en 1968, cuando tenía 20 años, y nos lleva de la mano a la fundación de la colonia Pedregal de Santo Domingo de la cual es el principal promotor.

Si la vida de Fernando Díaz Enciso ha sido estremecedora, también su relato resulta estremecedor.

Lo conocí en 1972, todo golpeado y lleno de cicatrices porque los agentes de la Federal de Seguridad lo habían aventado dentro de un carro a una barranca y lo dieron por muerto. Por su participación como activista en el movimiento estudiantil, desde 1968 lo perseguían los agentes. Después del 10 de junio de 1971, lo detuvieron cuando estaba promoviendo la unión obrero campesina estudiantil y lo llevaron en automóvil a la carretera a Cuautla y el carro se fue rodando hacia la barranca; se abrió la puerta, seguramente Fernando salió disparado y no recobró la conciencia sino en la Cruz Roja de Polanco. Fracturado, desfigurado, detenido, Díaz Enciso regresó a la vida. Al recuperarse decidió que estaría siempre del lado de los de abajo.

En ese 1971, el primero de septiembre se inició la invasión del Pedregal de Santo Domingo. En tres días llegaron 10 mil familias, el equivalente a 100 mil hombres, mujeres, niños y ancianos. Cada lote de 100, de 120, de 200 y de 500 metros cuadrados eran de pura lava. Por encima de los cerros de piedra, los colonos brincaban como cabras. Acarreaban el agua con burros, con aguantadores (dos latas de aceite y un palo atravesado sobre los hombros); dormían en petates, en el suelo, sobre el piso de tierra; entre las grietas de las rocas instalaron sus fosas sépticas.

Los hombres y las mujeres abrieron caminos con cuña y marro para derribar la roca; emparejaron la tierra, surgieron las calles, las escuelas, las iglesias, las tienditas, los mercados, los consultorios; los colonos montaron un equipo de sonido con el que anunciaban a los parientes que venían de fuera a buscar a su familia o a los niños perdidos. No había calles, mucho menos nombres de calles. Una voz preguntaba: ''ƑDónde están los de Oaxaca? ƑDónde los de Guanajuato?" Los colonos venían de Michoacán, de Guerrero, de Morelos, de Hidalgo y de las colonias vecinas. Todos eran muy pobres, ninguno tenía dónde vivir.

El Pedregal de Santo Domingo era agreste, hosco, inhabitable; sólo lo conocían las víboras, las tarántulas, los conejos y las piedras. Ahora es un paraíso en el que hombres, mujeres y niños sembraron árboles, flores, jardines. En las ventanas, en las azoteas, en los balcones de las viviendas, las macetas de geranios dirigen sus corolas al sol. Desde las cuatro de la mañana empieza la vida y el movimiento. Las mujeres van a las distintas lecherías de la colonia, los hombres y las mujeres que trabajan fuera de la colonia se dirigen al Metro Universidad, los niños a la escuela y los tianguis se instalan desde muy temprano. Ya hay muchos profesionistas en la colonia: abogados, arquitectos, ingenieros, químicos, médicos egresados de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Politécnico.

Claro, también hay desempleados, muchachos que no tienen alternativa y se juntan a mediodía en la calle y se drogan. La colonia del Pedregal de Santo Domingo no está exenta de delincuencia. Sin embargo, el movimiento cultural de esta zona es muy fuerte. Aquí María Alicia Martínez Medrano y Cristina Payán fundaron, con el apoyo del Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena, el Teatro de Santo Domingo que ha puesto obras como En México no pasa nada; El ballet de los payasos, de la propia María Alicia; Conmemorantes, de Emilio Carballido; La chinga, de Jesusa Rodríguez, y El Prometeo sifilítico, de Renato Leduc, que se representó en el Faro de Oriente (Fábrica de Artes y Oficios), en Iztapalapa, y en el teatro de Las Vizcaínas.

Los talleres de fotografía, danza, ballet, artes plásticas están en auge, así como la biblioteca a la que acuden 200 personas todos los días. También en la colonia, la imprenta La Calavera editó Los dos nahuales y De sueños y de brujos, de Baltasar Gómez Pérez, quien ganó el Premio Efraín Huerta de Tamaulipas y el Premio Universitario de Cuento. En días pasados Las mil y un historias del Pedregal de Santo Domingo, de Fernando Díaz Enciso, tuvo un primer tiraje de 8 mil ejemplares y ahora se publica Sueños de amor y muerte, del mismo autor.

Además de la proeza de organizar a 100 mil personas con intereses distintos y rasgos de carácter y aspiraciones de índole muy variada, Díaz Enciso se da a querer con su libro Sueños de amor y muerte, de 219 páginas, que preservan 20 cuentos que hablan del amor, la muerte, la pasión por la vida y por la naturaleza, las mujeres, las luchas callejeras, la indignación contra la injusticia social y la impotencia contra el poder y la corrupción.

Si todos queremos vivir, la necesidad de los colonos de Santo Domingo es inmensa. Y a ella se añade su capacidad de lucha. Todo eso nos lo cuenta Fernando Díaz Enciso con una prosa cálida y redonda, a veces risueña, a veces sombría como su persona. Para mí conocer y tratar a Fernando, siempre ecuánime, siempre bondadoso, ha sido un privilegio y una alegría. Su acción ha ido mucho más allá de su colonia. Gracias a él se exhibió Señorita extraviada, documental de Lourdes Portillo, en la plaza de Coyoacán, así como otro documental canadiense sobre la matanza de Acteal en diciembre de 1998.

La lucha de Díaz Enciso no cesa y ahora busca que se reconozcan los derechos de los pueblos indios y se cumplan los Acuerdos de San Andrés en Chiapas. Además de su militancia política y de su compromiso social, Fernando tiene ahora la satisfacción personal de publicar su libro Sueños de amor y muerte. šEnhorabuena!

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