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México D.F. Viernes 20 de junio de 2003

Renace el macartismo con Bush

Un hijo de los Rosenberg, ejecutados en ese periodo, advierte igual método represivo

JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES

Nueva York, 19 de junio. Unos minutos después de las 22 horas, hace justo 50 años, Julius y Ethel Rosenberg fueron ejecutados en la cárcel de Sing Sing, en el estado de Nueva York, a pesar de la protesta de millones de personas en el mundo y de las peticiones de Albert Einstein, Pablo Picasso, Jean Paul Sartre y otros, en el caso tal vez más conocido de la represión que cundió durante el macartismo.

Hoy, Robert Meeropol, hijo de la pareja (usa los apellidos de sus padres adoptivos), advierte que el clima político estadunidense cada día se parece más al que llevó a que sus progenitores fueran ejecutados por su disidencia y por ser miembros del Partido Comunista de Estados Unidos.

''Una cosa tiene que quedar clara como el cristal'', escribió Julius Rosenberg a su hijo desde su celda en 1952: "nuestro caso es una parte integral de la conspiración para instaurar el temor en nuestra tierra". Los Rosenberg fueron rosenberg_hijoarrestados en el barrio inmigrante del Lower East Side, en Manhattan, y acusados de "conspiración para cometer espionaje". Dieciocho meses más tarde fueron electrocutados por el Estado después de un juicio repleto de maniobras del juez Irving Kaufman, quien antes de la conclusión del proceso legal ya había decidido imponer la pena de muerte, toda vez que abordó con los fiscales cómo culminaría el caso.

Los Rosenberg siempre se dijeron inocentes de los cargos y declararon poco antes de ser ejecutados que ''la historia registrará que fuimos víctimas de la acusación fraudulenta más monstruosa de nuestro país''.

En pleno apogeo de la ola represiva encabezada por el senador Joseph McCarthy, y en el contexto del triunfo de la revolución comunista en China y de la guerra en Corea, el caso Rosenberg marcó el clímax del anticomunismo y la persecución política en Estados Unidos. Los habían acusado de espiar para la Unión Soviética, de enviar secretos sobre la bomba atómica y hasta de la muerte de 50 mil soldados estadunidenses en Corea, pero formalmente la acusación penal fue por ''conspiración para cometer espionaje''. O sea, el gobierno nunca logró comprobar nada -no había un hecho en sí- y usó testigos ya condenados que bajo amenaza de procesos penales fueron presentados como prueba del gran complot comunista contra Estados Unidos.

El juicio se desarrolló en un clima político alentado por un juez de la Suprema Corte, que consideraba el asunto como ''peligro inminente'' para Estados Unidos, y en un periodo justo después de la Segunda Guerra Mundial, en la que se habían promulgado leyes y dictado órdenes presidenciales para defender a la nación ante las intenciones de ''promover una revolución'' en Estados Unidos (medidas que comprendían listas negras, vigilancia clandestina y hasta autorización para construir campos de concentración en caso de arrestos masivos de sospechosos).

Con ese pretexto, como cuenta el historiador Howard Zinn, arrestaron y encarcelaron a la cúpula del Partido Comunista y se lanzó una campaña de represión política por todo el país, afectando a miles de personas. "Se trataba de una atmósfera en la que el gobierno podía obtener apoyo masivo para su política de rearme", señaló Zinn.

"Mis padres fueron ejecutados porque resistieron. Optamos por celebrar y honrar esa resistencia en un momento en que la resistencia es más importante que nunca", declaró este mes Robert Meeropol.

En una entrevista realizada este mes por Silja Talvi de AlterNet, Meeropol comenta que "en el periodo de McCarthy la percepción era que seríamos destruidos por una conspiración comunista internacional. Si teníamos que sacrificar la Carta de Derechos y la Constitución en el proceso (de defender al país), ni modo(...). Pero la idea de que Al Qaeda en verdad representa una amenaza a la forma de vida estadunidense es absurda. Hoy día somos la nación más rica y más poderosa de la tierra y el gobierno de Bush sigue basando su política sobre el temor, permitiendo que la Constitución y la forma de vida estadunidenses, sean amenazadas".

Meeropol señala que las nuevas leyes de seguridad interna se parecen mucho a las leyes de la época macartista, en las que en muchas partes uno sólo tiene que sustituir la palabra "comunista" o "subversivo" con la palabra "terrorista".

Por tanto, Meeropol advierte que lo que ocurre hoy día es lo mismo que hace 50 años: la "criminalizacion de la disidencia", y afirma que un contexto clave para todo esto es el de una guerra. "El gobierno de Bush ha entendido que un estado de guerra es una justificación maravillosa para la represión doméstica", indicó. "Con las aventuras militares de nuestro gobierno y los ataques sobre las libertades civiles aquí en casa, la resistencia nunca antes ha sido tan importante".

Los dos hijos de los Rosenberg, Michael y Robert, tenían 10 y 6 años de edad respectivamente, cuando sus padres fueron ejecutados. Han dedicado gran parte de su vida a investigar y obligar al gobierno a divulgar documentos para aclarar el juicio de sus padres. Robert, abogado, insiste que sus padres no fueron culpables del crimen por el cual fueron ejecutados. Hay evidencia de que su padre sí envió, como miembro del Partido Comunista, información a la Unión Soviética para defenderse ante la Alemania de los nazis. "Mis padres fueron fraudulentamente acusados, con base en pruebas que fueron inventadas en un juicio esencialmente no imparcial en el que el juez actuó como miembro del equipo de los fiscales".

Robert ahora encabeza una fundación, el Fondo Rosenberg para Niños, que se dedica a apoyar a los hijos de padres activistas que han sufrido las consecuencias de su militancia, así como también a menores de edad que han sufrido consecuencias de sus acciones políticas -o sea, una defensa de la oposición- "la disidencia no es un derecho, es una obligación", sostiene Meeropol en su entrevista con AlterNet. (Para mayor información sobre el Rosenberg Fund for Children, visite www.rfc.org).

Esta noche se celebró un acto en Nueva York para recaudar fondos para el Fondo Rosenberg y para conmemorar el 50 aniversario de la ejecución. Entre los participantes se presentaron Harry Belafonte, Susan Sarandon, Pete Seeger y Martín Espada, entre otros.

El New York Times comentó hoy, en su editorial, que "el caso de los Rosenberg aún perturba a la historia estadunidense, recordándonos la injusticia que se puede cometer cuando una nación se entrampa en la histeria".

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