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México D.F. Lunes 23 de junio de 2003

Jorge Santibáñez Romellón*

Migración: Ƒel desorden es un tema de moda?

el tema migratorio internacional está de moda. Como sucede en México con los temas en boga, todos hablamos de él, creemos tener la solución perfecta, pensamos que aportamos la idea central que resolverá el problema, decimos que haremos algo trascendental, pero, como sucede con las modas, con el tiempo el tema pasa a segundo o tercer plano para después desaparecer y ser sustituido por otras agendas y otras modas. Desde mi perspectiva, nos encontramos en uno de esos momentos del tema sobre el que todos queremos hacer algo.

De entrada no suena mal, incluso suena mejor que lo que hicimos durante muchos años en que se abordó el tema migratorio como parte de ejercicios académicos que no impactaban el desarrollo del proceso, mientras los actores relevantes, la clase política, los gestores, se encargaban de "meterlo debajo de la alfombra". Ya deberíamos irnos acostumbrando a que la voluntad de hacer las cosas, por legítima que sea, no necesariamente converge en resultados positivos, y si esa voluntad social, expresada por una diversidad de actores que incluye medios de comunicación, organismos multilaterales, diputados y senadores, Ejecutivo, sociedad organizada, etcétera, no se organiza mínimamente, el resultado puede ser catastrófico y generar mayor desorden.

En las últimas semanas hubo una serie de acontecimientos, aparentemente y por desgracia independientes entre sí, que de una u otra forma se refieren al tema. Entre ellos se cuentan: la reunión interparlamentaria México-Estados Unidos; el encuentro Sociedad para la prosperidad, que tuvo lugar en San Francisco y retomó acuerdos establecidos en marzo de 2002 durante la visita de George Bush a Monterrey; diferentes acciones de persecución y captura de polleros, en particular los que participaron en la tragedia de Victoria, Texas; la entrada en vigor de la convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y sus familias, y la propuesta de senadores del grupo parlamentario del PAN que amplía e incrementa sanciones para el pollerismo.

Un análisis cuidadoso de estas iniciativas escapa a las posibilidades de este artículo, pero hay que señalar que estas acciones y propuestas, quizá muy positivas si se analizan separadamente o si se toman en cuenta los principios que las motivan, al carecer de un eje en torno a objetivos comunes y claros pueden resultar anodinas y hasta riesgosas para quienes están diseñadas: los migrantes. Veamos.

La reunión interparlamentaria entre México y Estados Unidos ya no es el espacio social en el que congresistas mexicanos y estadunidenses, según el país sede, tomaban tequila o se iban de compras. Nuestros diputados y senadores están lejos de ser los representantes de la población (ya no se diga de los migrantes) que quisiéramos, pero al menos la legitimidad de su elección ya no está en duda y eso les da una especie de calidad moral para hablar de "tú a tú" con sus contrapartes estadunidenses. Sin embargo, esta igualdad no se ha traducido en nada concreto. Que yo recuerde ninguna propuesta de ley, en México o en Estados Unidos, ha derivado de alguna de estas reuniones y como que nos cuesta trabajo pasar de "abordar todos los temas" a cosas más concretas. La reunión que concluyó no es excepción y para muestra basta un botón. El próximo primero de julio entrará en vigor la convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y sus familias. México no sólo la firmó desde hace tiempo, sino que fue el primer país americano y el primero de destino en hacerlo y se convirtió en uno de sus principales promotores. Como muestra de que en los organismos multilaterales Estados Unidos tampoco otorga solidaridad hacia nuestros problemas, que tan airadamente nos demanda para los suyos, no ha firmado esa convención. Nuestros congresistas bien podrían decirles a sus contrapartes que para recibir solidaridad en lo que les interesa, una buena estrategia puede ser otorgarla de vez en cuando en lo que a nosotros nos interesa.

Un segundo comentario se refiere a esas estrategias económicas que buscan disminuir las asimetrías entre los dos países, suponiendo que una de sus consecuencias en México sería la creación de más y mejores empleos que retendrían a los mexicanos en sus regiones de origen. Tampoco suena mal, pero el TLC evidenció que esas estrategias benefician sólo a algunos sectores y regiones de México, amplían las desigualdades en la sociedad mexicana y propician los desplazamientos migratorios. Hay que tener cuidado: hacer negocios juntos ciertamente es benéfico, pero no nos hace iguales ni resuelve los problemas de todos.

No nos cansaremos de insistir en que la persecución de polleros, si bien necesaria, debe acompañarse de medidas que disminuyan o eliminen los posibles impactos negativos. Imagínese, la propuesta de los senadores panistas penaliza a quien "participe" en el pollerismo y propone que el delito se persiga "de oficio" sin necesidad de querella. Quizá debamos llamar la atención sobre el hecho de que los migrantes "participan" en el pollerismo, toda vez que son los consumidores, y si ahora no se requiere querella para que las autoridades intervengan, no sé cuántos polleros van a encontrar estas autoridades, pero sí encontrarán muchos migrantes que pueden sufrir abuso y extorsión. La propuesta es buena, pero no resolverá nada si al mismo tiempo no se diseñan programas de protección eficientes, si no se transforman las dependencias que participan en la persecución de polleros (Policía Federal Preventiva, Instituto Nacional de Migración, etcétera) y si no se asume una visión integral del proceso migratorio. Hasta que eso no ocurra, seguiremos dando palos de ciego y bien haríamos en coordinarnos.

*Presidente de El Colegio de la Frontera Norte

 

 

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