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E C O N O M I A
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México D.F. Sábado 28 de junio de 2003

Enrique Calderón A.

La necesidad de un gobierno fuerte

Algunos de los problemas económicos y sociales más graves que ha venido padeciendo nuestro país en años recientes, tienen que ver con la falta de capacidad del gobierno para enfrentarlos. Salud, educación, seguridad, vivienda, alimentación, pobreza, son temas tratados reiterativamente por prensa y televisión, asociados a problemas que han rebasado al gobierno y para los cuales no se prevén visos de solución ni más allá de las simpáticas ocurrencias y fantasías presidenciales.

De la misma manera, cuando los temas de discusión son la generación de electricidad, la construcción de vías de comunicación o modernizar la explotación del petróleo, de inmediato se nos habla de la inminente necesidad de recurrir a capitales extranjeros que suplan la falta de recursos gubernamentales para atender las necesidades de esos sectores y para alentar el crecimiento de la economía. La pregunta que obligadamente nos hacemos es: Ƒpor qué antes, con gobiernos populistas, primitivos y mal preparados, sí contábamos con recursos para crecer, para construir carreteras y plantas eléctricas, para generar empleos, para crear universidades y centros médicos, no obstante que nuestra economía no estuviese entre las más importantes del mundo?

En buena medida, la razón de todo esto radica en que hace 30 o 40 años México tenía un gobierno relativamente fuerte en términos económicos (administrando más de 40 por ciento del producto interno bruto, comparado con el 17 o 18 por ciento actual), el cual fue siendo reducido sistemáticamente con el argumento de acabar con supuestas ineficiencias y de reducir la carga fiscal de los contribuyentes. Desde luego, la estrategia fue promovida e inducida desde el exterior, especialmente desde el Fondo Monetario Internacional, y aceptada por amplios sectores de la sociedad mexicana como un paso necesario para nuestro desarrollo.

En realidad se trató de un grave engaño contra el país, aceptado y difundido por los gobiernos priístas y por el gobierno actual, los cuales han ignorado el hecho de que mientras esto se hacía en México y en toda América Latina, los gobiernos de los países más desarrollados, como Suecia, Holanda, Alemania, Francia, Estados Unidos y Japón se mantenían tan fuertes como siempre, conservando su participación de la administración en niveles superiores a 40 por ciento del producto interno bruto.

Es por ello que en esos países (con excepción quizá de Estados Unidos, empeñado en sus programas militares) sus gobiernos sí proporcionan servicios educativos y de salud gratuitos y de muy alta calidad, y cuentan asimismo con capacidad para construir carreteras, líneas ferroviarias, y en general obras de infraestructura, además de generar los empleos que necesitan e impulsar los desarrollos tecnológicos que les permitan competir exitosamente en los mercados mundiales.

Para construir un país mejor y más próspero, en el que las necesidades de toda la población estén atendidas y en el que la economía se pueda desarrollar libre y sanamente, necesitamos volver a contar con un gobierno fuerte, no con un aparato burocrático grande, sino con un gobierno que cuente con los recursos para hacer frente a los problemas mencionados, con posibilidades de enfrentar con éxito la recesión económica, de inducir y estimular el desarrollo regional, de enfrentar responsablemente los compromisos sociales que le confiere la Constitución, de impedir el crecimiento continuado de la delincuencia organizada. No se trata de un sueño imposible o demagógico. Se trata de algo real, algo que existe en otras naciones y que en algún momento también nosotros hemos tenido.

Para lograrlo es necesario que exista una estrategia clara al respecto y una voluntad política al más alto nivel, comprometida en el seguimiento de esa estrategia. Tal estrategia debe incluir la realización de una reforma fiscal seria, cuidadosa y responsable y, por otra parte, mantener la generación de la energía eléctrica y la industria del petróleo bajo el control del Estado para impedir su enajenación en beneficio de particulares e incrementar la participación del gobierno en la economía, sin que esto implique necesariamente cerrar el paso a la inversiones privadas en el sector energético o en algún otro.

La experiencia demuestra más allá de toda duda que la generación de energía eléctrica y la producción de energéticos derivados del petróleo son negocios excelentes, tanto que es precisamente por ello que las empresas extranjeras y el gobierno estadunidense presionan y amenazan para que les entreguemos esas industrias, que son patrimonio de los mexicanos y que han reportado beneficios enormes al país. Lejos de ceder, los mexicanos debemos presionar al gobierno para mejorar la administración de esas industrias, hacerlas más rentables, y con ello incrementar sus recursos.

La participación de recursos financieros privados, debe ser analizada y discutida, pero ése es otro tema, que al igual que la reforma fiscal serán tratados en próximos artículos, como parte del proyecto de nación que necesitamos.

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