Cuando las barbas de Percy veas cortar,
pon las tuyas a remojar

El agricultor canadiense Percy Schmeiser estuvo en Nicaragua en noviembre pasado. Ésta es su historia. Percy lleva más de medio siglo de agricultor en la zona oeste de Canadá, donde vive con su esposa y sus cinco hijos. Antes de que apareciera por su vida Monsanto, una de las multinacionales más oscuras y poderosas del mundo, en sus tierras brotaban la canola, la cebada y el trigo. Conserva esa práctica ancestral, popular y solidaria de guardar y compartir sus propias semillas con los colegas campesinos. Millones de agricultores en el mundo lo hacen cada día. Además, trabaja porque se respeten los derechos de agricultores y campesinos; por eso, a sus 71 años, ha sido representante en el parlamento y en diferentes organismos regionales.

Percy ha visitado diversos países latinoamericanos donde narra todos los detalles de la batalla legal que está manteniendo con Monsanto para que los agricultores del mundo entero puedan conocer las interioridades y las sorpresas que les esperan si aceptan comprar y cultivar semillas transgénicas. Quiere, por lo menos, que conozcan esa cara de la moneda, ocultada, maquillada y enterrada por los intereses de unas cuantas multinacionales.

El nuevo status quo transgénico-empresarial

El señor Percy Schmeiser relató en una conferencia en Estelí, algunos de los puntos del contrato que Monsanto hace firmar a los agricultores que optan por utilizar las semillas transgénicas.

Quien lo hace se compromete a no utilizar otras semillas distintas a las de Monsanto. Además, está obligado a comprarle el herbicida a la misma multinacional. Curiosamente, es el único que funciona con las semillas transgénicas. Dicho de otra manera, Monsanto ha introducido una cerradura en la vida de las semillas que sólo se abre con una llave que vende la misma multinacional. Mediante esta quimérica técnica, el monopolio se consolida, el negocio se duplica y la dependencia del agricultor se agrava.

Sin saber el porqué, el agricultor debe permanecer en silencio sin poder divulgar las cláusulas del contrato. Además, si incumple cualquier cláusula, puede enfrentar a los sofisticados equipos legales de Monsanto en los tribunales.

Tiene que pagar a modo de licencia 40 dólares por hectárea. El costo del herbicida es de 20. Y paga en semillas 45 dólares por hectárea. El total es de 105 dólares por hectárea y año, cuando anteriormente, el costo era de aproximadamente 30 dólares. En herbicidas sólo gastaba ocho dólares, frente a los 20 que paga ahora. Es así como Monsanto fija los precios, aprovechando las condiciones contractuales y la dependencia de los agricultores.


Campos cultivados en las llanuras de Canadá

Aceptar las condiciones de estas multinacionales significará perder el control sobre su producción, ya que el objetivo final de estas empresas no es otro que el de apropiarse, dominar y manejar la soberanía alimenticia de cada pueblo, comunidad o país. Además, la agricultura transgénica a gran escala, arriesgará la diversidad y variedad de semillas tradicionales utilizadas por los agricultores. Por lo que, necesariamente, éstos tendrán que recurrir obligatoriamente a las semillas transgénicas y a sus multinacionales.

Una vez controlada la producción y creada la dependencia, el próximo paso del imperialismo transgénico podría ser la distribución y venta de las cosechas. Los contratos incluirían una cláusula que obligaría al campesino a vender sus cosechas a la propia multinacional. Lógicamente, ésta establecería los precios más convenientes šno para el campesino!, sino para la propia multinacional. Entraríamos en una época de "feudalismo parcial", donde las multinacionales suministrarían las semillas y los agroquímicos, para acabar comprando y vendiendo los cultivos. El agricultor y sus tierras se reducirían a un burdo eslabón en toda esta cadena.

Aquel agricultor que no resistiera las condiciones económicas establecidas por las multinacionales acabaría sucumbiendo ante éstas y los bancos. Perdería sus tierras, probablemente a favor de las multinacionales. Llegaríamos a una fase de "feudalismo total" y, por supuesto, a un monopolio de la alimentación. Tierra, semillas, insumos, tecnología, producción y venta pasarían a manos de la multinacional. El agricultor lo perdería todo. Ya no sería independiente. En el mejor de los casos, sería contratado por la multinacional para trabajar las tierras. Posiblemente a cambio de salarios y condiciones deleznables y patéticas. Reincidiríamos en las terribles relaciones entre el norte y el sur, aumentando la distancia entre ambos.

Este proceso podría acelerarse debido a la fuerte oposición por parte del consumidor a los cultivos transgénicos, palpable sobre todo en Europa. Ante un agricultor reacio a cultivar transgénicos, debido al rechazo por parte de la sociedad a este tipo de alimentos, las multinacionales deberían buscar nuevas fórmulas y soluciones para dar salida a los cultivos transgénicos.

El control sobre el mercado, aparte del beneficio económico y del poder que ostentaría dicha multinacional, podría significar la herramienta definitiva para dar entrada libre a los transgénicos en cualquier sitio. Los lobbies, la Organización Mundial de Comercio, los políticos corruptos, las agendas neoliberales y el poder mediático, harían el resto.

Las consecuencias derivadas de la dependencia hacia las multinacionales, el emergente imperialismo agrícola-transgénico y los elevados precios de sus semillas, herbicidas, licencias, etc., desembocarían en una situación de agonía y crisis para los agricultores. Muchos de éstos se verían arruinados y atrapados. Obligados a dejar el campo y emigrar hacia las ciudades. Allí se establecerían en barrios periféricos, conformando nuevos círculos de pobreza que traerían consigo más miseria, desempleo, exclusión, etcétera.

Todos estos datos derrumban una de las teorías esenciales y angulares esgrimidas por las multinacionales en sus campañas publicitarias: el beneficio económico.

Policía genética: el brazo represor de Monsanto

Percy también detalló las medidas "policiales" y psicológicas empleadas para llevar un control sobre los agricultores. Monsanto ha creado su propio ejército (policía genética) que intimida a los agricultores y vigila los campos de cultivo en busca de cualquier pesquisa que pueda ir en contra de sus intereses.

Percy explica que, generalmente, los miembros de la policía genética no son novatos, sino experimentados ex policías. Ante cualquier sospecha, realizan verificaciones. Lo primero que hacen es irrumpir sin autorización en los campos y propiedades del agricultor. Recogen muestras sin permiso de éste. Y lo intimidan aludiendo fuertes sanciones ante un tribunal.

Esto es práctica común para agricultores que han firmado el contrato y también para los que no lo han hecho. A los primeros, por si han incumplido alguna cláusula del contrato, y a los segundos, por si están utilizando semillas transgénicas sin autorización.

Cuando los casos avanzan se remiten cartas a otros productores explicando los pormenores de las denuncias contra los agricultores que supuestamente han infringido el contrato. De esta manera se logra "avisarlos" y amedrentarlos.

También se han creado líneas telefónicas para que los agricultores que así lo deseen denuncien a sus compañeros si consideran que éstos han infringido alguna condición del contrato. Todo este abanico de chantajes, controles y amenazas ocasiona efectos psicológicos muy negativos tanto para los productores como para sus familias.

El caso de Percy

Imagínense el siguiente caso. Una empresa realiza un vertido muy tóxico en un río. Dicho vertido se propaga por la rivera y llega a un municipio. Las aguas contaminadas por el vertido son utilizadas en los cultivos de dicho municipio. El caso llega a los tribunales y el juez šcondena a los agricultores, porque los vertidos tóxicos son propiedad de la empresa, y han sido utilizados para "regar" los campos, sin autorización de ésta! Carnavalesco, Ƒno?

Pues algo similar le sucedió a Percy. Él no firmó ningún contrato con Monsanto. Tampoco utilizó semillas transgénicas en sus campos. El polen proveniente de cultivos transgénicos ubicados cerca invadió su finca y contaminó sus cultivos con genes transgénicos. Esta "invasión" es un fenómeno natural e imposible de controlar, se le llama polinización.

Monsanto entendió que Percy había utilizado sus semillas transgénicas ilegalmente, sin firmar el contrato y sin aceptar las condiciones de la multinacional. Por este motivo, Percy fue denunciado en 1998 y se entabló un juicio. El periodo de prueba duró dos años. Nunca se pudo probar que Percy robó o utilizó semillas transgénicas de Monsanto. Como no se pudo demostrar, alegaron que lo principal era que existían cultivos con propiedades transgénicas en las tierras de Percy.

El juez lo declaró culpable. Le propusieron un arreglo por 10 mil dólares. No aceptó, y hasta el momento lleva invertidos 200 mil dólares en todo el proceso. Monsanto quiere apropiarse de su producción porque alega que es suya. También quieren expropiarle su casa y sus tierras.

Percy apeló la sentencia y está esperando la decisión de la Corte Suprema de Justicia de Canadá. Pero si dicho estamento mantuviera el veredicto inicial, Ƒqué significado tendría?, Ƒcuáles serían sus consecuencias?

Contaminación genética: el punto de inflexión

Si una semilla tradicional con ciertas características y de nombre A se contamina con genes transgénicos, deja de ser A para siempre. Se erosiona, perdiendo características propias y, gracias a los genes nuevos, puede adquirir propiedades inéditas y no deseadas por los agricultores.

Desde que se inició la lucha contra este tipo de cultivos, una de las principales amenazas señaladas y subrayadas por organismos y asociaciones de todo tipo ha sido precisamente el peligro de contaminación genética. Actualmente se conocen ya varios casos en el mundo.

Hasta las mismas multinacionales evitan hablar de este fenómeno. Pero si la sentencia contra Percy se mantiene, la cosa cambia radicalmente. Sin duda sería un punto de inflexión histórico en el comercio de semillas transgénicas.

Una sentencia en contra de Percy es un estímulo para que las multinacionales contaminen impunemente todos los campos del mundo con polen y semillas transgénicas y, encima, ganen mucho dinero. Además de ser una guillotina para los agricultores, para los consumidores, la soberanía alimenticia y la seguridad alimenticia, sería una amenaza intolerable para el medio ambiente.

Una sentencia en contra de Percy incentivaría a las multinacionales a crear semillas todavía más maquiavélicas. Manipulaciones transgénicas que proporcionaran a los nuevos cultivos polen en más cantidad, o polen más ligero que alcance distancias más largas con la ayuda inocente del viento. También se podría crear un polen mucho más pegajoso que se mantenga durante más tiempo en el cuerpo de los insectos. O crear flores más vistosas para atraer a éstos.

Toda especulación vale. El fin es alterar el polen de los cultivos transgénicos para que sea más propenso a contaminar las plantaciones normales y, así, poder acusar al agricultor de apropiarse de la "propiedad intelectual" de las multinacionales.

Como bien indicó Percy, una posible solución para cubrirse de las embestidas legales de Monsanto es contraer siempre el famoso contrato. Es decir, independientemente de que los cultivos sean transgénicos o tradicionales, pagar siempre la licencia, por si existe contaminación, evitar el litigio y la represión judicial.

Agricultura y Tratado de Libre Comercio

Consecuencias para los agricultores canadienses, del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, México y Canadá, según Percy Schmeiser:

- Desde la firma del tratado, 50 mil agricultores canadienses se han arruinado.

- Las exportaciones aumentaron, pero las ganancias de los agricultores han disminuido.

- La deuda de los agricultores se ha duplicado.

- Subvenciones y ayudas se han visto mermadas.

- El costo de los insumos se ha incrementado.

- El poder de producción está en manos de las multinacionales, y éstas acaban ahogando al pequeño agricultor.

- La competencia del mercado ha favorecido a los productores grandes.

- Por regla general, en los lugares donde se han implementado políticas de libre comercio, la experiencia para los productores pequeños ha sido muy negativa.

- Además, las políticas neoliberales sólo tienen un sentido de circulación. Para el otro lado (Estados Unidos), existen barreras y medidas proteccionistas para evitar descalabros y crisis en su economía.