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México D.F. Jueves 3 de julio de 2003

Octavio Rodríguez Araujo

Candidatos, partidos e izquierdas

Si pudiera votar en Nuevo León lo haría por Natividad González Parás, porque es mi amigo, aunque sea del PRI. Si pudiera votar en Cuernavaca lo haría por Fernando Martínez Cué, porque es el mejor candidato a la presidencia municipal de esa ciudad, aunque sea empresario y propuesto por el PRD. Pero como me toca votar en la delegación Magdalena Contreras del Distrito Federal, me abstendré, pues ninguno de los candidatos merece mi confianza, unos porque los conozco y otros porque no sé quiénes son.

Veo en las listas plurinominales a algunas personas por las que votaría, dada su trayectoria personal en favor de movimientos sociales y de las mejores causas del país (o porque son mis amigos), pero si votara por ellas tendría que hacerlo también por otras que también están en las listas y a las que, para decirlo metafóricamente, ni siquiera les daría la mano si fuéramos presentados.

De los partidos políticos ya he escrito más de lo que se merecen. Ninguno representa los intereses mayoritarios de la población ni los de la nación en su conjunto, más allá de declaraciones demagógicas y de rebote, pese a que ahora han elaborado, algunos de ellos, nuevas promesas, como por ejemplo renovarse después de las próximas elecciones del 6 de julio.

Triste panorama nos presentan los partidos. Las encuestas que conozco le dan mayoría nacional -descontada la abstención- al PRI, un segundo lugar al PAN y un tercero al PRD. Muy por debajo de los sufragios probables para estos tres partidos están otros, como el del beligerante y demagógico doctor Simi, o el del ex procónsul de Zedillo en Chiapas. Uno más, a pesar del ruido que ha hecho, sobre todo enfrentándose a la jerarquía de la Iglesia católica, obtendrá sólo los votos de la escurridiza clase media liberal de las más grandes ciudades del país, que dista mucho de ser mayoritaria en su ámbito. Otro más tiene el estigma de haber surgido salinista y de haber propuesto para la Presidencia a una adepta de Lyndon H. LaRouche Jr. Los demás, para no decir todos, y lo digo con todo respeto (pues pretendo ser respetuoso con todos), podrían desaparecer y no pasaría nada.

Hace muchos años, en 1977, el secretario de Gobernación durante la Presidencia de José López Portillo habló del mosaico ideológico del país y de que las diversas ideologías merecían estar representadas en los partidos políticos para que los mexicanos tuviéramos diferentes opciones para votar. Pero ese era el México de los años 70 del siglo pasado. Hoy, ninguno de los partidos políticos registrados nos presenta una ideología definida, coherente en sí misma, no ecléctica, defendible. Los partidos son ahora marcas comerciales, cuya publicidad (propaganda si se tratara de política) se basa en la envoltura y en el dinero que tienen para darla a conocer. Son también agencias de colocaciones.

El supuesto de los partidos en 2003 es que las ideologías se murieron y que a nadie le interesa el futuro del país, sino el destino personal, el sálvese quien pueda. Lo más grave del asunto es que quizá tengan algo de razón. El mismo fenómeno ha sido observado en las recientes elecciones en España y en otros países, pese a las grandes movilizaciones -por ejemplo- en contra de la guerra. Pero, Ƒqué hicieron los partidos, sobre todo los que dijeron ser de izquierda, para inculcar entre los ciudadanos una mayor conciencia política y de solidaridad social?

Algunos sectores o compañeros de izquierda se lamentan ahora de que los partidos en que han militado o militan hayan abandonado las causas populares y las posiciones de izquierda (a veces más inventadas que reales), y pasan por alto que entre ellos hay quienes incluso fueron diputados y se la tomaron a chunga en lugar de hacer por sus partidos lo que tenían que hacer: luchar por su reorientación político-ideológica y por ligarlos comprometidamente con los movimientos sociales. Los partidos son lo que sus bases han permitido que sean, pues, al menos legalmente, son más numerosas las bases que los dirigentes; y en cualquier partido democrático las mayorías ganan las votaciones sobre las minorías. Si los partidos no son o no han sido democráticos la responsabilidad ha sido y es también de las bases si éstas entendieran o hubieran entendido que la democracia en las organizaciones sociales y partidarias depende de su participación.

Mientras tanto, en el México real siguen los despidos de trabajadores (ahora en Volkswagen), los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, los cercos militares y paramilitares en las zonas indígenas y campesinas (señaladamente en Chiapas), los asaltos y robos a personas, vehículos y casas-habitación, la escasez de medicinas y equipos en los hospitales públicos, los negocios con las pensiones cuando no su escamoteo, el cierre de empresas, la disminución en el gasto en ciencia y tecnología, y todo eso que leemos en los periódicos como si ocurriera en Marte y no a nuestro alrededor, pues las protestas son mínimas y aisladas, y no precisamente de los partidos.

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