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P O L I T I C A
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México D.F. Viernes 4 de julio de 2003

Horacio Labastida

Las elecciones

Con escasos puntos de vista distintos, hay acuerdo entre especialistas en ciencias políticas sobre cómo podría conceptualizarse la democracia. Si partimos de las raíces griegas de la palabra: demos significa pueblo y kratos, poder; democracia es gobierno del pueblo, connotación simuladamente recogida por las crecientes clases burguesas que dinamitaron las monarquías. Es el siglo XVII y sobre todo a partir de la rebelión de Oliver Cromwell (1559-1658) y de la coronación de Guillermo III (1659-1702) los señores del dinero exigieron respeto a sus derechos, pues antes sólo eran llamados para cubrir deficiencias de la hacienda real, y esta exigencia reconocida en el Act of Settlement de la época, transformaríase en el parlamento que reunió en su Cámara alta a los viejos señores feudales disciplinados al trono, y en la Cámara baja a los comunes o acaudalados negociantes.

Así fue como Inglaterra armonizó a los tradicionalistas con la novel burguesía sin revoluciones al estilo siglo xviii; y en esta pintura las clases populares sólo derramarían su sangre como soldados de terratenientes e industriales, sin lograr por supuesto escapar de la servidumbre que los atara a la pobreza. Precisamente este camino fue el de la democracia que en 1776 independizó las colonias inglesas en América, y también la que surgió en la Francia del decapitado Luis XVI (1754-1793). El pueblo hizo la Revolución y la burguesía tomó el poder, con la única oposición de los iguales, en cuyo Manifiesto (1797) se reconoció que a pesar de todo los más continuaban esclavizados por los negociantes.

La aristocracia había ejercido el poder en nombre de Dios, delegándolo a los reyes, ideología que se cambió para legitimar a los nuevos gobernantes. Separada la Iglesia de la vida cívica, el pueblo se convirtió en la fuente del poder que asumieron los capitalistas, y esta hipótesis funcionó mientras los estratos opulentos purgaban al antiguo régimen, porque los nacientes ciudadanos sentían que la caída de los príncipes era su liberación. La realidad fue diferente. Los burgueses compraron las fuerzas del trabajo con salarios no remunerativos al cambiar las relaciones de producción agraria por las fabriles. Como la democracia se hizo ajena al pueblo, se trató de recobrarla por medio de otra ideología.

La Constitución estadunidense de 1787 modeló la solución generalizada en el mundo: el sistema electoral abre las puertas al voto ciudadano supuestamente libre que selecciona a los titulares del aparato gubernamental, y desde esas fechas las elecciones permiten a los ricos allegarse, para su beneficio, la soberanía del Estado, comprando el voto o enajenándolo con propagandas subliminales que manipulan el subconsciente e impulsan el sufragio hacia determinados candidatos. La trampa se ha infiltrado en la sociedad al grado de que ahora gobiernos extraños a la voluntad mayoritaria son enemigos de la colectividad por una razón obvia: el poder político es mera formalización del poder económico.

La democracia mexicana no es excepcional: entre 1911, fecha en que Madero ocupó Palacio Nacional, y el 2003 con Vicente Fox en Los Pinos, tuvimos 26 jefes del Poder Ejecutivo y sólo dos, Madero y Carranza, recibieron auténtica y favorable votación en los comicios de 1911 y 1917; los demás fueron y son resultado de votaciones impuestas o inducidas, en la que mucho tuvo que ver el presidencialismo autoritario que instaló Alvaro Obregón a partir del asesinato de Tlaxcalaltongo (1920). La elección de Lázaro Cárdenas siguió la misma ruta, pero una vez en Palacio (1934) decidió reflejar en la práctica del gobierno la voluntad del pueblo y de los mandamientos de la Ley Suprema. Este notable acontecimiento no detuvo la aplicación de la regla. Vicente Fox llegó a Los Pinos por efecto de una sustanciosa propaganda que lo identificó con los deseos comunes de cambio agudizados en 2000.

Ahora viene la agobiante conclusión. Si somos víctimas de una continua y gran mentira electoral, es lógico y obvio que los ciudadanos se valgan del abstencionismo para rechazar un sistema que viene convirtiendo a la República en una gigantesca maquiladora de las trasnacionales estadunidenses; y muy probable es que tan grave mal social se muestre sin tapujos el inminente domingo 6. ƑToleraremos que se nos siga engañando?

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