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México D.F. Viernes 11 de julio de 2003

Luis Javier Garrido

La abstención

El régimen foxista sale profundamente deslegitimado del proceso electoral de 2003, pero quienes gobiernan no parecen tener conciencia de la situación crítica que se cierne sobre el país.

1. Las elecciones federales y locales se han saldado por una derrota completa de Vicente Fox y de la burocracia gobernante, del IFE, de los partidos políticos, de buena parte de la jerarquía católica y de los medios masivos de comunicación, es decir, de la llamada "clase política", que buscó a través de éstas legitimar sus cargos, sus prácticas y sus políticas, y que tuvo como respuesta el abstencionismo de más de 65 por ciento de los inscritos en el padrón, que dijeron un rotundo no al proceso electoral y a todo lo que entraña, pero sobre todo un no a las políticas del gobierno, que la mayoría de los mexicanos entiende que van en contra de los intereses populares y ya no se deja engañar con propaganda.

2. La mayor parte de los mexicanos en edad ciudadana no acudió a las urnas a pesar de los llamados conminatorios que les hicieron durante meses para votar, porque no creyeron que con su voto cambiarían la realidad, y ello es consecuencia directa del engaño que representó el foxismo en 2000 y que produjo un desencuentro entre amplios sectores de mexicanos y la "clase política".

3. Lo más preocupante es la incapacidad absoluta de partidos y analistas para leer tanto el mensaje del pueblo que no acudió a votar como el de aquellos sectores que votaron en contra del partido del gobierno. La interpretación más fácil es la que pretende que el problema es de forma y no de fondo: que los mexicanos no votaron por la saturación que les produjo la campaña electoral, por el derroche inmoral de recursos que hicieron autoridades y partidos, o por la vaciedad de las propuestas del partido del gobierno como de la oposición. Y que con una nueva "reforma electoral" que corrija estas perversiones del sistema actual se lograría un consenso social con lo que en 2006 habría una elevada participación y la "clase política" quedaría relegitimada en sus funciones.

4. La realidad que se quiere ocultar, arrojándose unos a otros la responsabilidad por el fracaso de un sistema que está muy distante de ser "representativo" y "democrático", es que los mexicanos no acudieron a votar porque no creyeron que su voto podría tener sentido.

5. La reacción de Vicente Fox no sorprende dado el nulo valor civil que ha demostrado en estos años para asumir sus responsabilidades, y tampoco sorprende que en su perturbación busque culpar sucesivamente del abstencionismo y de la derrota del PAN lo mismo a los partidos que a los medios de comunicación, o que niegue ante la prensa internacional el activismo electoral desbordante que tuvo durante semanas y que condujo a desprestigiarlo aún más de lo que está por su ineptitud y ahora por haber hundido a su partido (El País, 9/7/03). Las elecciones fueron un severo fracaso para Fox, porque tras abandonar sus responsabilidades oficiales y utilizar recursos del Estado para favorecer al PAN en abierta violación a la legislación electoral, queriéndolas convertir en un referéndum favorable a su gestión, terminó repudiado, pues el PAN apenas rebasa 30 por ciento de los votos expresados, que dado el abstencionismo equivalen a menos de 12 por ciento de los ciudadanos.

6. Las elecciones fueron en ese sentido una victoria para el pueblo, que con su abstención logró hacer oír su repudio al "nuevo régimen", que ve como continuación del antiguo régimen priísta, pues no constata cambio ni en las formas de hacer política ni en las acciones del gobierno, y que así manifestó su repudio al estado de cosas prevaleciente. Y constituyeron una derrota para el IFE, que derrochó los recursos de los mexicanos, mantuvo un sistema artificial de partidos y fue incapaz de detener las prácticas fraudulentas que ahora llevan a cabo todas las formaciones políticas, y desde luego para los tres principales partidos, que a pesar del discurso triunfalista de sus dirigentes vieron reducido su caudal de votos y su influencia sobre la sociedad.

7. La consecuencia más inesperada de las elecciones intermedias está siendo la reacción de los empresarios mexicanos y extranjeros y de los organismos financieros internacionales, lo cual es reflejado muy bien por la prensa estadunidense. Primero con preocupación y nerviosismo, y luego con enorme encono, han reaccionado contra Fox responsabilizándolo de manera directa del elevado abstencionismo y del fracaso electoral del PAN, y exigiéndole que se ponga a trabajar, que cambie de manera radical su "estilo personal de gobernar" y modifique a fondo el gabinete, sin faltar aquellos que sugieren que debe irse por su ineptitud. Todo lo cual hace ver que en el futuro inmediato habrá una reacción muy vigorosa de las fuerzas de la derecha.

8. Los tres últimos años del sexenio foxista se avizoran profundamente conflictivos para el país, pues ante las exigencias de las empresas trasnacionales con las que Fox se comprometió durante su campaña electoral a que al llegar a Los Pinos les cedería los recursos básicos del país y el sector energético, los partidos políticos no ofrecen garantía alguna de que vayan a resistir a ese embate.

9. La paradoja de las elecciones de 2003 no deja de ser que el gobierno de Vicente Fox, que las volvió un referéndum sobre su gobierno y sobre el "cambio estructural", que según él estarían frenando el PRI y el PRD, tras de que los mexicanos le dijeron no a lo que esto suponía, es decir, a esa pretensión de tener control absoluto sobre la Cámara de Diputados para seguir entregando a las trasnacionales el patrimonio de la nación, ahora con necedad patológica, que refleja su servilismo a Washington, exige a los partidos "un acuerdo" para alcanzar por la vía de las componendas con sus dirigencias lo que no logró en las urnas, y les reclama airadamente que negocien con él, como hizo en su mensaje poselectoral y ha continuado haciendo desde entonces con su secretario Creel.

10. Las elecciones de 2003 entrañaron un claro mensaje de un pueblo que está llegando a su límite, pero la clase política no parece querer despertar de su propio sueño de mistificación de la realidad. Porque en México no hay una "transición hacia la democracia" ni se respetan los derechos individuales y sociales de los mexicanos más desposeídos, que son la mayoría, y el gobierno se resiste a actuar en consecuencia.

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