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México D.F. Lunes 14 de julio de 2003

Con La conspiración leída Ricardo Chávez espera encontrarse con sus lectores

Muchos premios, pero escasa lectura

Esta novela fue la que originalmente propuso cuando se conformó la generación del crack

CESAR GÜEMES

Tiene en su haber seguramente más premios que cualquier otro autor de su generación: al menos diez, más otros tantos libros publicados; sin embargo, Ricardo Chávez Castañeda (ciudad de México, 1961) afirma que "mi historia en la literatura ha sido de muchos reconocimientos pero de muy escasa lectura". Ahora da a conocer su libro número 14, la novela titulada La conspiración idiota (Alfaguara), que en cierta medida explica el desfase entre los premios y el contacto con el lector, ya que la obra había obtenido desde 1994 el Premio Nacional de Novela José Rubén Romero.

Hoy Chávez Castañeda reside en Estados Unidos, donde cursa un doctorado en letras hispanoamericanas, y ha regresado brevemente a México para acompañar la salida de su novela y viajar a Ecuador para recibir un galardón más, el Premio Internacional de Literatura Infantil Julio C. Coba, convocado bianualmente por la editorial ecuatoriana Libresa, que obtuvo por su libro El beso más largo del mundo.

La literatura escrita originalmente para niños y jóvenes es una variante que conforma ya buena parte de la obra del narrador. Así explica las particularidades de esa narrativa el también autor de Estación de la vergüenza: ''al trabajar para niños o adolescentes el escritor se queda sin las defensas con que cuenta cuando su labor va dirigida a lectores adultos. Si un escritor consigue ser aunque sea un poco conocido ya el lector acude a él con cierta bondad. En cambio con los niños, no. Leen sólo por la historia, el autor pasa a segundo plano. En el mundo adulto los escritores somos muy dados a crear espuma en torno de la literatura. Esa misma espuma para los pequeños lectores es invisible. El único modo de conseguir ser leído entre los niños es hacer contacto con su mundo. No escribe uno para un adulto chiquito porque eso se nota de inmediato y el posible lector abandona el libro. Curiosamente atravieso ahora por un proceso singular: mucho de lo que trabajo para adultos, lo traduzco al mundo infantil''.

En cuanto a los premios, con Ricardo Chávez Castañeda sucede, según él, una paradoja: "mi historia en la literatura ha sido de muchos reconocimientos pero de muy escasa lectura. Cuando se dio la generación del crack la novela que propuse fue ésta que ahora publica Alfaguara. En su momento la consideraron hermética, cerrada, me dijeron que la había escrito sólo para mí. Debido a esa característica fue que di a conocer entonces El día del hurón, que no era mi apuesta. Luego aparece Y sobrevivir con las manos abiertas, un libro de cuentos relacionado con el tema del fin del mundo, y que sale justo cuando la editorial que lo publicó atravesó un periodo difícil y el volumen no fue distribuido adecuadamente. Hasta hoy, por fin, creo tener la oportunidad de acercarme a mis lectores, porque al escribir se busca ser leído y no tanto ganar un premio, aunque reconozco que cuando se obtiene un reconocimiento que implica un beneficio monetario eso se traduce en tiempo para escribir un libro más. Si me va bien, me empezarán a leer hasta ahora".

-¿La promoción del crack lo auxilió en algún proceso de creación?

-Me formé en vacío y en solitario. Mi ambiente de crecimiento fue geográficamente la colonia Las Américas, frente a Satélite, y como sabemos, en esa área conurbada del norte la cultura casi no existe. Me formé, digo, en solitario, perdí muchos caminos. Nunca supe qué significaba pertenecer a un grupo. Quizá entré a la escuela de escritores de la Sogem sólo para conocer a personas que se dedicaban a lo mismo que yo. De modo que el crack me ayudó para sentirme acompañado. Me hacía falta el proceso colectivo: el hecho de compartir la experiencia de la escritura con los que trabajan en el propio oficio.

''Luego, el núcleo del crack fueron Jorge Volpi, Ignacio Padilla y Eloy Urroz, que se formaron juntos. Después nos sumamos a ellos Pedro Angel Palou y yo, que por nuestra parte éramos buenos amigos desde mucho antes de que se creara el crack. Pedro Angel leyó La conspiración idiota en 1993, poco antes de que obtuviera el Premio de Novela José Rubén Romero. Desde entonces recuerdo que Palou me dejó claro que de nuestra generación mi trabajo se encaminaba al ejercicio estilístico, y creo que tuvo razón. A lo largo de estos diez años esas palabras me ayudaron a ser paciente".

-¿Existió alguna depresión al ver el desfase entre los premios y la cantidad de lectores?

-No es mérito en mi caso no deprimirme porque soy muy obsesivo. Si no toco la vida con la escritura es como si no la viera. Escribir es mi único modo de no quedarme fuera del mundo.

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