Ojarasca 75  julio 2003


Tradición y lucha popular en Oaxaca

Francisco López Bárcenas, Tlaxiaco, Oaxaca. En el estado de de Oaxaca las tradiciones pesan, sean inveteradas o de reciente invención. Una muestra de ello son los resultados de las recientes elecciones en donde el Partido Revolucionario Institucional (PRI) aceitó su aplanadora y arrasó con todos los puestos de "representación popular". Una lectura simplista, que por tradición gustan mucho de hacer los que se benefician con ella, afirma que el PRI gana porque el pueblo lo apoya.

Pero un análisis más profundo los demiente. Si se toma en cuenta que la mayor parte de la población se encuentra en comunidades indígenas y que estas generalmente no participan en elecciones de este tipo, se tiene que lo que hay es un rechazo al sistema de partidos y no sólo a algunos de ellos.

Para eso influyen muchos factores. El primero es que ningún partido toma en cuenta a las comunidades indígenas, ni para el nombramiento de candidatos ni para elaborar las ofertas que lanzan a los cuatro vientos. Influye también el "ablandamiento" que el gobierno y sus personeros hacen de los potenciales votantes previo a las elecciones, para que sepan lo que les espera si votan por otros candidatos que no sean los oficiales, así como el hartazgo de las comunidades que con asombro ven llegar a exfuncionarios convertidos en candidatos a otros puestos, que de otra manera no se acordarían de ellas, a ofrecer resolver todos sus problemas, cosa que debieron hacer antes porque era su obligación como servidores públicos. En suma, el abstencionismo de las comunidades indígenas no es sólo indiferencia; también es protesta y resistencia ante una situación que no se acepta pero bien saben que por ahora tampoco tienen la capacidad de modificar.

Esa protesta y resistencia ante un sistema electoral que les es ajeno, muchas organizaciones sociales y comunidades indígenas prefieren canalizarlo de otra manera. Por eso paralelo a las campañas electorales, en Oaxaca se vio la movilización de los ciudadanos de Unión Hidalgo junto con varios municipios del Istmo, iniciar una marcha caravana desde sus lugares de origen a la ciudad capital, para exigir la liberación de sus líderes o la dotación de servicios sociales para que las comunidades puedan satisfacer sus necesidades elementales. Junto con ellos, un conjunto de organizaciones sindicales, indígenas, sociales y comunidades de diversas regiones del estado, hicieron del frente del palacio de gobierno su espacio de habitación en un plantón de más de un mes. Exigían la libertad a sus dirigentes encarcelados por su oposición al actual gobierno, aunque los procesos penales sean por delitos comunes, que la Procuraduría de Justicia cuida mucho sean de los catalogados como graves, de esos que no alcanzan fianza, para mantener a los procesados privados de su libertad por lo menos el tiempo que los procesos duran. También exigían el cese a la represión y la solución de los problemas agrarios y otros servicios de carácter social. La lucha popular también se ha vuelto una tradición.

En medio de esas tradiciones --la imposición del sistema electoral y la de la lucha de las comunidades indígenas y sus organizaciones-- que los actores sociales de ellas reconstruyen conforme pasa el tiempo, este mes el gobierno participa en otra más conocida, que año con año se preparara en nombre de los pueblos indígenas del estado pero sin su participación, para regocijo de los turistas y extraños: la Guelaguetza. Investigaciones recientes nos muestran como esta "tradición indígena" se construyó desde las esferas gubernamentales y poco tienen que ver con las culturas indígenas, aunque sí mucho para la legitimación del discurso indigenista elaborado desde las esferas estatales, desde donde no se oculta que quieren a los indígenas sin capacidad ni siquiera de escribir sus demandas, porque para eso están ellos que sí saben escribir bien, y hasta saben lo que los indígenas quieren, no como ellos que únicamente quieren que los dejen ser como son.

En Oaxaca la tradición pesa, sea estatal y la indígena. Y todos luchan por preservarla. Lo cual anuncia que mientras en el estado los derechos indígenas sirvan para escribir discursos de consumo mientras en la práctica poco o nada se hace por que se respeten, las comunidades indígenas seguirán en su lucha por sus derechos. Por su tradición, por sus formas de vida.



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