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P O L I T I C A
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México D.F. Martes 22 de julio de 2003

José Blanco

Los sonidos del silencio

Un aforismo anónimo dice que "a veces es necesario guardar silencio para ser escuchado". Muchas voces en los medios se han expresado ya sobre ese magno silencio del 60 por ciento de los ciudadanos que decidieron permanecer callados frente al griterío de los partidos previo a las elecciones del 6 de julio. Es visible, sin embargo, por lo menos hasta ahora, que los partidos políticos están muy ocupados en el forcejeo por sus posiciones internas en las bancadas y las innumerables comisiones de la Cámara de Diputados, y en la especulación irresponsable sobre las elecciones de 2006, y no tienen tiempo para oír a la mayoría silenciosa ni a las voces que buscan interpretar los sonidos del silencio. A lo más, todo mundo en los partidos se deslinda de los resultados de los comicios, en un ejercicio inútil para el futuro del país y aun para los sucesos que tendrán lugar en la próxima contienda electoral.

Se puede responsabilizar al presidente Fox, y al gobierno panista en general, por la caída del peso de su partido en la Cámara de Diputados, pero no se le puede atribuir la exclusividad de la responsabilidad por el silencio de la mayoría. Nadie puede olvidar que antes de la reciente elección la desaprobación de los ciudadanos por el Congreso, y la Cámara de Diputados en particular, era mayor que la expresada por Vicente Fox.

Como se ha repetido mil veces, el Ejecutivo tuvo una lectura insensata de la elección del 2 de julio de 2000. La sociedad conformó un gobierno dividido, pero el amplio número de votos que recibió Fox en 2000 le nubló la vista, así como a su equipo, y creyeron que podían ser una presidencia imperial que podría gobernar al Congreso: sólo es cuestión de recordar cómo él y su equipo creyeron que las cámaras caerían postradas frente a sus iniciativas de ley, fuera el asunto de la llamada ley indígena o la reforma fiscal. Por otra parte, el PRI y el PRD sufrieron el mismo efecto: vista nublada; no vieron que la sociedad había decidido conformar un gobierno dividido o, lo que es lo mismo, un gobierno (que se forma de tres poderes) obligado, absolutamente obligado, a construir acuerdos. Lo que hizo cada uno fue aferrarse a sus propios puntos de vista, a sus prejuicios ideológicos, y ahí se amacharon, frente al desconcierto del Ejecutivo que no podía creer tal comportamiento de los partidos si Fox gozaba de tan amplia legitimidad social.

Los sonidos del silencio hoy hablan de un gobierno (que se forma de tres poderes bajo la responsabilidad de tres partidos) que no avanzó en los temas sustanciales, sociales y económicos, por multitud de factores. La economía está paralizada porque la economía mundial lo está. El Ejecutivo no ha sido capaz de explicar al conjunto de la sociedad el peso de este asunto. Es verdad que existe un margen de operación autónoma respecto del mercado interno no utilizado pero, en lo fundamental, la actual integración de la economía mexicana a la estadunidense es determinante de lo que ocurra con nuestro país.

La oposición, sin embargo, sin la más mínima honradez intelectual, desconoció este hecho y acusó al gobierno de incumplir unas promesas (desorbitadas) imposibles de cumplir.

El margen de operación interna exigía, absolutamente, del concurso de los partidos de oposición, a través de acuerdos respecto de las grandes reformas una y otra vez pospuestas. Lo que la oposición hizo fue aplicarse a fondo con el objetivo de que el Ejecutivo fracasara, no importa qué ocurriera con el país. Los sonidos del silencio hablan del rechazo de la mayoría a un gobierno dividido que nunca asumió que lo era.

A pesar de todo ello, los votantes de la elección del 6 de julio pasado insistieron: queremos un gobierno dividido, capaz de llegar a acuerdos que hagan prosperar a la nación.

La lectura principal de los partidos, sin embargo, anda por otros lares. El PRI cree que con su nueva "mayoría" (9 por ciento del padrón electoral) puede recuperar el Ejecutivo en 2006, en vista de que el gobierno panista no posee capacidad de realización de sus propuestas (aunque el propio PRI sea parte de la explicación de esa incapacidad). El PRD parece creer que 2006 es la oportunidad lula de los mexicanos, y que ellos encarnan esa oportunidad, a pesar de que no logran avanzar más allá de su voto duro absoluto aunque el padrón electoral siga creciendo. El PAN acaba de recibir un evidente voto de castigo de doble vertiente: el de quienes útilmente votaron por ese partido en 2000 y ahora emigraron hacia otra opción partidaria, y el amplio voto de los sonidos del silencio.

La nación se encuentra en el gran riesgo de continuar con un gobierno dividido tripulado por tres partidos que desconocen la nave que tripulan. Por todo ello, como aquí razonaba Ilán Semo el sábado pasado, la contienda de 2003 desde ninguna perspectiva anuncia nada respecto de lo que ocurrirá con los comicios de 2006.

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