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México D.F. Miércoles 23 de julio de 2003

"Verá la clase de gente que somos", le advierten

La muerte de un soldado de EU, mensaje para Bush, dicen iraquíes

ROBERT FISK THE INDEPENDENT

Khan Dari, Irak, 22 de julio. Murió en mitad de una carretera angosta y calurosa, en un lugar lleno de piedras y basura y de sucias tiendas donde venden refrescos. Todos los iraquíes que vieron cómo levantaban al soldado estadunidense de los restos de su Humvee señalaban que aún llevaba puesto el casco y que tenía una herida de color rojo oscuro en el costado.

Después que la bomba estalló, relatan, los soldados se pusieron a gritar; la parte delantera del convoy se alejó a toda velocidad, en tanto los dos últimos vehículos hacían alto junto al que estaba en llamas. Un poco más adelante en la carretera estaban los restos calcinados de viejos tanques T-52 iraquíes en los cuales los estadunidenses creían que habían perecido los últimos de sus enemigos, hace más de tres meses.

Los iraquíes no lloraron al soldado estadunidense que vieron morir en Khan Dari poco después de la una de la tarde de este martes. "Es un mensaje para Bush, con esto verá la clase de gente que somos", anunció un hombre gordo que llevaba una larga galibia blanca, mientras un escuadrón de la policía militar estadunidense dotada de visores antibombas buscaba otros artefactos explosivos en el camino. Debió ser una gran explosión, porque abrió un hoyo profundo en el camellón central y desparramó trozos de pavimento por todo lo ancho del camino. Los guerrilleros de Khan Dari gustan de apuntar al centro de los convoyes para asegurar el blanco. El estadunidense no tuvo oportunidad.

Para los tenderos y los vendedores de refrescos no fue sino un estallido, una columna de humo gris lanzada al aire. Khan Dari -tierra natal del primer guerrillero que mató a un oficial británico en el levantamiento de 1920 contra una ocupación anterior- es un poblado sunita y wahabita cuyos habitantes admiran a los guerrilleros que hoy asaltan a los ocupantes estadunidenses. Estos afirman que sus agresores son "remanentes" de las fuerzas de Saddam, pero es más probable que en este caso se trate de una guerrilla islamita que opera en los alrededores de Bagdad.

A estas alturas unos 50 soldados estadunidenses rastreaban la orilla de la carretera; hombres altos y sudorosos que llevaban mapas, picos y palas para abrir zanjas en el camino, y que apuntaban con sus ametralladoras a los automóviles y camiones que obligaban a desviarse del camino hacia una brecha polvosa. Se trepaban a las pipas de petróleo, se asomaban al interior de los tanques y golpeaban los costados con los mangos de los picos. Se necesita un camión para llevar casquillos de mortero por los caminos iraquíes, de los tiraderos a las fábricas de bombas.

"Después del bombazo se gritaban unos a otros y apuntaban con sus rifles a todos lados", señaló casi con indiferencia un delgado carpintero llamado Rafed, que llevaba su serrucho en la mano. "Aquí a 50 metros hubo otra emboscada el mes pasado, en la que prendieron fuego a un jeep estadunidense."

Viene más al caso decir que Khan Dari, ubicado 50 kilómetros al noroeste de Bagdad, está apenas a 8 kilómetros de Fallujah, donde los estadunidenses mataron a tiros a 16 manifestantes en abril, y donde un grupo de hombres voló por los aires este mes, en el anexo de una mezquita, muy probablemente por una bomba que uno de ellos estaba fabricando.

Pero otro hombre, quien dijo llamarse Abdullah -por la forma en que lo dijo dudé de la veracidad del nombre-, quería hablar de una política de estilo muy violento. "Esta es la forma en que tratamos a los ocupantes", dijo. "Vinieron diciendo que eran libertadores, pero cuando nos dimos cuenta de que eran ocupantes tuvimos que combatirlos. Somos gente de acero. Los estadunidenses y todos los demás ocupantes van a arder."

Luego Abdullah dijo algo tan estremecedor como terrible. "Tengo una hija de un año de edad. Y con gusto le pondría una bomba en la ropa y la enviaría a los estadunidenses para matarlos."

Fue entonces cuando me di cuenta de lo obvio. Debió necesitarse mucho tiempo para levantar parte del camellón central en Khan Dari y colocar debajo una pesada bomba. Debieron de ser horas. De seguro la colocaron de noche. Y estos viejos tenderos y vendedores de refrescos debieron haber visto trabajar a quienes la pusieron, debieron darse cuenta de que una bomba de control remoto tendría que ser detonada por un hombre que estuviera detrás de ellos o entre ellos. Eso, por supuesto, si tal hombre no se encontraba aún entre los que estaban a mi lado esta tarde.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

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