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México D.F. Domingo 27 de julio de 2003

Angeles González Gamio

Novedades

Ya hemos hablado de los cuatro grandes barrios en que se dividía la majestuosa México-Tenochtitlán: Zoquipan, Atzacoalco, Cuepopan y Moyotla. Estos se conservaron en la nueva traza hispánica que realizó Alonso García Bravo, añadiéndoles el nombre de un santo.

Así nació el barrio de San Juan Moyotla, colindante con el primer parque público de la ciudad: la Alameda Central; el sitio fue creación del virrey Luis de Velazco, quien el 11 de enero de 1592 ordenó "...se hiciera una alameda para que se pusiese en ella una fuente y árboles que sirviesen de ornato a la ciudad y de recreación a sus vecinos".

Se eligió un sitio a las afueras de la ciudad, hacia el poniente, en donde se consideraba había el mejor clima. La obra la realizó el alarife Cristóbal Carballo, en una planta originalmente cuadrada. Se llamó alameda porque en un principio sólo se le sembraron álamos.

Colindaba en sus costados oriente y poniente con dos plazuelas: la de Santa Isabel, que tomaba el nombre del convento adjunto, y la de San Diego, junto al "quemadero" de la Santa Inquisición. El lado norte daba a la importante calzada de Tlacopan, acceso a la ciudad desde la época prehispánica. Por allí corría un hermoso acueducto que terminaba en una soberbia fuente conocida como de la Mariscala, por la mansión situada enfrente. A lo largo de esa calzada se hallaba otra plaza primorosa, que aún subsiste, con las iglesias de la Santa Veracruz y de San Juan de Dios; esta última con un hermoso edificio adjunto, que alojaba un hospital.

En el otro costado del parque se edificó el convento de Corpus Christi, para las indias nobles, con su templo anexo, de enorme gracia y que, milagrosamente, todavía se sostiene.

En esa vía, hoy llamada avenida Juárez, estuvo también el siniestro tribunal de La Acordada, un imponente edificio del arquitecto Pedro de Arrieta. Esta institución de triste memoria surgió por la inseguridad y violencia que padecía la ciudad.

Esta zona fue particularmente afectada por el terremoto de 1985, que destruyó el hotel Regis y dejó severamente dañado el Del Prado y un enorme conjunto de edificios que habían pertenecido a una aseguradora, en medio del cual se encuentra el templo de Corpus Christi.

A lo largo de los años se hicieron varios proyectos para rehabilitar el importante rumbo, que es el acceso principal al Centro Histórico, y ninguno se llevó a cabo. Ahora el panorama parece estar cambiando en serio. Recientemente se inauguró una sensacional fuente que diseñó el artista Vicente Rojo y que va a ser el centro de la Plaza Juárez, que estará rodeada por edificios que van a alojar a la Secretaría de Relaciones Exteriores, comercios, departamentos y oficinas.

Ya está funcionando exitosamente el hotel Sheraton, con 457 habitaciones y un bien equipado centro de convenciones con 5 mil metros de salones y con capacidad para más de 6 mil personas. Aquí se encuentra uno de los mejores restaurantes de comida mexicana del Centro Histórico: El Cardenal, que atiende personalmente Tito Briz, del cual ya hemos hablado en anteriores crónicas. Para los aficionados al buen vino, está Sed de vino, que ofrece una amplia variedad de ese deleitoso brebaje, que incluye unos espumosos secos que nada le piden al champaña francés. También hay tiendas, cafetería, restaurante del propio hotel y todos los servicios que ofrecen este tipo de lujosos establecimientos: centro de negocios, helipuerto, habitaciones con Internet, dos líneas telefónicas, minibar, cafetera, televisión de pantalla plana con navegador y videojuegos y, como atractivo único, la vista de la Alameda. Y si está en piso alto, además puede admirar la plaza de la Santa Veracruz.

A un lado del hotel se encuentra Parque Alameda, vasto conjunto que alberga un hotel Fiesta Inn, modestón, pero con todas las comodidades, y un bien surtido centro comercial que incluye, entre diversas tiendas, una de deportes, zapaterías, perfumería, modas, un lugar de apuestas llamado Sport book, que por su gran tamaño, le está apostando a que algún día no lejano se autoricen los casinos, y un par de restaurantes con magnífica vista al parque: el Italianis, de la cadena que seguramente ya conoce, porque hay por toda la ciudad. Por último, el café Santa Fe, que fabrica sus propias cervezas, entre las que ofrece de sabores: coco, piña colada, mango y arándano. Si no es un conocedor de esta bebida, esas extravagancias le pueden gustar. Vale la pena darse una vuelta.

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