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México D.F. Domingo 27 de julio de 2003

ANDANZAS

Colombia Moya

La otra orilla, con Ballet Independiente

BALLET INDEPENDIENTE, fundado en 1966, otro de los grupos que lograron sobrevivir con ayuda del presupuesto oficial después del golpe a la danza contemporánea como compañía subsidiada y representativa del Instituto Nacional de Bellas Artes, disuelta a principios de los años 70; es la compañía heredera directa de aquella, para muchos desdorada época de oro de la danza mexicana, que pretendía, al abrigo de la mexicanidad, con la sencillez de una técnica aún bastante verde, recoger y traducir las "raíces que lo unen a la realidad artística del país...", según reza en el programa de mano para sus recientes presentaciones en el Palacio de Bellas Artes, aún el domingo y hasta el lunes 28 del presente. Ballets como Demagogo, o Paraíso de los ahogados, Tierra, Los gallos, El Huevo y tantos otros; maravillosas obras enterradas en el olvido, sin duda alguna fueron el alimento esencial de Raúl Flores Canelo para continuar una línea de trabajo que no cediera ante el canto de las sirenas del maremoto grahamiano, que prácticamente devoró todo vestigio de búsqueda de una danza independiente mexicana en muchos sentidos.

AHORA, EN EL CONTEXTO de una sociedad completamente diferente, sin más inocencia e ilusiones que "hacer una lana", parece que las obras de corte narrativo y realista se acercan un poco más a la necesidad de que "les cuenten" las cosas antes que seguir viendo una danza abstracta, ontológica u onírica, donde el regodeo en el egocentrismo y el narcisismo redundante de cuerpos perfectos y complicadas acrobacias técnicas finalmente la dejan impávida y vacía.

DE AHI LA NECESIDAD de contar con la colaboración de diversos coreógrafos en el repertorio de la compañía, sobre todo luego de la ausencia lamentable de Raúl y Ana Sokolow, pilares indiscutibles del Ballet Independiente.

LA OTRA ORILLA/Dead end, o punto final, sin salida, punto muerto, de Lidya Romero, conforma su discusión en una serie de viñetas con la diversísima musicalización de Mauro Gómez, también escenógrafo, nutrida en la más recalcitrante lírica popular, donde la coreógrafa trata de recrear, establecer o dibujar los perfiles de ese mar de hombres, mujeres y niños que se aventuran a la terrible odisea de llegar al otro lado, a la tierra prometida, donde se pueden ganar dólares y sacar del hoyo a la familia. Las alusiones corporales, sencillas y un tanto obvias durante largo rato no dicen nada más que lo que ya todos sabemos, la marcha, la carrera, el zapateado, la contorsión y una estructura dramática que no logra levantar vuelo, ante las expectativas de un tema apasionante y bastante sensible para todos los mexicanos. Así, la abundancia de emoción que promete el simple título de la obra tiende más a justificar su presencia en innecesarias evoluciones, que prácticamente se llevan la mitad de la hora de duración del ballet, con un par de escenas buenas, como la de las mujeres bailando con su pelo, pues posee los ingredientes absolutamente reconocibles de la mujer mexicana de provincia y su diseño es poético y sensible al tema.

ASI, LA OBRA, con ciertas ínfulas de monumental época y heroica, finalmente encuentra su destino a partir de la escena de la malla de alambre, los sedientos migrantes tratando de escalarla y los perros rabiosos, a partir de lo cual el diseño de doña Lidya empieza a decir lo que tenía que decir con una buena estructura y tino emotivo que enseguida congratula al público, que en ocasiones aplaude amistosamente alguna de las escenas o viñetas de la obra.

DE ESTE MODO, la sencillez narrativa del tema, su fuerza e impacto interpretadas con total entrega por los bailarines, sin mayores estilizaciones en forma y contenido, ya perfectamente encarrerados, finalmente hacen cuajar una obra que el público recibe con beneplácito y agradecimiento, otorgando el merecido aplauso a la maestra Romero, poseedora de impresionante experiencia y trayectoria, quien sin duda alguna tiene la capacidad del poder de síntesis: decir lo más con lo menos con la mayor sinceridad sin necesidad del relleno; la compañía dirigida por la viuda de Raúl Flores Canelo, Magnolia Orozco, con la valiosa ayuda de Manuel Hiram, siempre renovándose en los cuadros que conforman el grupo, con encomiable trabajo. Se antojaría, sin embargo, con mayor sedimento, maduración y experiencia en los bailarines, entre los que se encuentran algunos de notable valor, presencia, técnica y dotes histriónicas.

DE ESTE MODO, La otra orilla... es una faceta más de Lidya Romero y una pieza más en el collar del repertorio del Ballet Independiente que usted no debe perderse.

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