292 ° DOMINGO 27 DE JULIO DE 2003
La Coca y la Pepsi no pudieron desaparecerlos
Historia de una
cooperativa
–ese modelo mal visto–
que sí la hizo

JESUS RAMIREZ CUEVAS

La Cooperativa de Trabajadores de Pascual es una empresa singular, una mezcla de lucha y esfuerzo. Se trata de una de las pocas experiencias donde una empresa social mexicana enfrenta con éxito la feroz competencia del mercado. En manos de sus trabajadores desde hace 18 años, tras un largo conflicto laboral, es hoy ejemplo nacional: ocupa el tercer lugar en el sector de bebidas a base de frutas, sus productos gozan de prestigio y sus ventas el año pasado alcanzaron los 2 mil millones de pesos. Actualmente cuenta con 4 mil 400 trabajadores, casi la mitad de ellos cooperativistas. Esta colectividad busca, dentro del mercado global, rescatar la industria refresquera nacional y fortalecer al sistema cooperativo mexicano

Ilustración de Leonel SagahónEL PATO PASCUAL y Lulú Boing son refrescos que han acompañado la infancia de muchos mexicanos. ¿Quién no recuerda los años de escuela en los que uno saciaba su sed con un Pato de uva o una Lulú de grosella? Hoy, las figuras del pato y de la niña de ojos coquetos, se han convertido en símbolos de orgullo nacional.

Detrás de la imagen del Pato o la Lulú, está también la hazaña de un grupo de trabajadores que primero luchó por mejorar su situación laboral y luego por construir una empresa social que –como lo reconocen empresarios y el mismo presidente de la República– "ha escrito una historia de éxito" en el mundo de los negocios.

En la Cooperativa Trabajadores de Pascual, laboran 4 mil 400 personas –casi la mitad son cooperativistas y cada año se incorporan más– que reciben salarios por encima del mínimo y aumentos anuales según la inflación o más.

La cooperativa cuenta con cuatro plantas (dos en la capital, San Juan del Río, Querétaro; y Tizayuca, Hidalgo). Tiene una flotilla de mil camiones de reparto; además de 19 sucursales y 28 distribuidores independientes en casi todo el país. Sin embargo, su principal mercado está en la zona metropolitana y el Distrito Federal, sobre todo en escuelas, misceláneas, restaurantes y puestos semifijos. Ahí vende sus tres marcas: Boing, Pascual y Lulú. Los supermercados sólo representan el 20% de sus ventas. Su fuerte son las bebidas a base de frutas, pero también produce agua embotellada y leche.

Es la tercera empresa en importancia en el segmento de bebidas a base de frutas, donde abarca 26% del mercado con su clásico Boing. Sin embargo, apenas abarca 3% del mercado de refrescos carbonatados embotellados.

Su trayectoria reciente es notable y amplió sus ventas y mercado. El año pasado vendió 37 millones de cajas –8% más que en 2001– y obtuvo ganancias por 2 mil millones de pesos (para comparar, la cooperativa del periódico Excelsior iba a ser adquirida el año pasado en mil 500 millones de pesos). Este año ha crecido más que la competencia.

Consume 20 mil toneladas de fruta al año (mango, guayaba, tamarindo, fresa, uva, piña, naranja, toronja y limón), lo que beneficia a 15 mil productores del campo. Dos mil obreros del ingenio de Puruarán, Michoacán, dependen de la compra de 24 mil toneladas de azúcar anuales. Además, genera otros 7 mil empleos indirectos por insumos que compra.

Exporta 2.4% de su producción a Estados Unidos, Canadá, Centroamérica y el Caribe. Su proyecto es incrementar sus exportaciones en cinco años al 10% de sus ventas. El mercado más atractivo es el del vecino del norte, el cual, el año pasado importó 88 millones de dólares en refrescos mexicanos.

Proyecto de Pascual,
“de la sociedad mexicana”
Si el pueblo mexicano es uno de los que consume más refresco en el mundo, al menos nos queda el consuelo de que hay una empresa nacional que produce bebidas envasadas elaboradas con frutas naturales, que es competitiva y mantiene un sentido social en el mercado global.

Uno de los trabajadores más antiguos de la refresquera, Celerino Terán Rosas, dice que "trabajar en Pascual es una satisfacción enorme. Mi familia y mis compañeros de trabajo así lo ven. Fueron años de lucha y sacrificio, pero valieron la pena". El ahora presidente de la Comisión de Previsión explica: "Hoy nuestra principal preocupación no es ganar dinero, sino crear empleos y tener productos de calidad".

En este esfuerzo no han estado solos. Salvador Torres, presidente del Consejo de Administración, refiere: "La población ha sido el sostén de nuestro proyecto, nos dio apoyo moral y económico durante nuestro movimiento de huelga. Después nos ha respaldado con su preferencia. Por eso decimos que el proyecto de Pascual es de la sociedad mexicana".

Algunos especialistas empresariales afirman que los logros de Pascual se deben a que su producto es reconocido, tiene un nicho en el mercado. Pero niegan que esto tenga que ver con su sistema cooperativista. Los cooperativistas por su parte, lo atribuyen al esfuerzo colectivo, a la alta calidad, a la gran aceptación del público y a las estrategias de venta. Salvador Torres, añade que uno de los secretos de Pascual ha sido ahorrar y reinvertir la mitad de sus ganancias para ampliar su capacidad de producción.

La Entidad Mexicana de Acreditación le otorgó el año pasado el certificado ISO 9001 de calidad en comercialización, distribución y servicios al cliente, después de una reingeniería en ventas efectuada por el despacho Esponda de Calidad y Desarrollo Empresarial.

La excelencia de sus productos le ha merecido diversos premios como el de la Excelencia Europea, el Americano de Calidad y reconocimientos internacionales al prestigio comercial, de bebidas, de marca y calidad.

Ha ganado tal prestigio, que la cooperativa negocia préstamos directamente con bancos extranjeros para abrir nuevas plantas.

Por si fuera poco, la cooperativa cuenta con una fundación cultural y un acervo de mil cuadros de importantes artistas que fueron donados para financiarla. La fundación hace exposiciones itinerantes por todo el país y apoya diversos proyectos culturales independientes. La cooperativa otorga becas a sus trabajadores para terminar su educación básica o apoya a los que deseen continuar estudiando. "Eso nos distingue de las empresas de capital", añade Salvador Torres.

La huelga, el movimiento
fundacional
La lucha de los trabajadores de Pascual tuvo mucha resonancia porque fue uno de los pocos movimientos laborales que triunfó en los años ochenta. La huelga que se prolongó durante tres años, fue registrada minuciosamente por Paco Ignacio Taibo II en su libro Décimo Round.

Creada en 1940, la refresquera Pascual comenzó vendiendo aguas de frutas. Fue pionera en envasar agua natural (esa parte se transformó en Agua Electropura). Su dueño, el empresario Rafael Jiménez, fue visionario al crear un producto de fruta natural a bajo precio.

La prosperidad de la empresa contrastaba con los bajos salarios y las condiciones laborales. Jesús García Venegas, con 36 años de antigüedad, recuerda: "Trabajábamos mucho y descansábamos poco. No pagaban bien y sólo nos daban tres tortas para comer en todo el día".

Corría el año de 1982, la crisis económica y la devaluación habían devastado los magros ingresos de los trabajadores. El entonces presidente José López Portillo recomendó a las empresas otorgar aumentos salariales de emergencia para paliar esta situación. Pascual, que era la segunda del ramo, se negó a darlo.

El 18 de mayo de ese año, los pascuales iniciaron una huelga de brazos caídos para demandar aumento salarial y reparto de utilidades. Pero el 31 de mayo, el dueño tomó violentamente la planta ubicada en el centro de la ciudad y ordenó a sus golpeadores: "¡Disparen!, ¡Mátenlos a todos!". En aquel ataque murieron dos trabajadores y 18 más resultaron heridos. Hoy a la entrada de la fábrica, una placa recuerda a "los mártires de Pascual": Alvaro Hernández y Jacobo García.

Los trabajadores sostuvieron su movimiento y el conflicto se prolongó por tres años; y al final ganaron la batalla. En 1985, las autoridades laborales emitieron un laudo a favor de los obreros, quienes optaron por comprar la maquinaria.

Salvador Torres repasa esos momentos: "No fue fácil, pasaron muchas cosas: represión, marchas, mítines, desalojos por los granaderos, la toma de la Junta de Conciliación y Arbitraje para presionar a la Secretaría del Trabajo. Después vinieron los trámites para constituir la sociedad cooperativa que duraron casi un año. Tuvimos que luchar mucho".

Por esa razón, dice Torres Cisneros, los trabajadores de Pascual "recordamos esa época de batallas y cada primero de mayo participamos en las manifestaciones independientes para reafirmar nuestro compromiso con la sociedad".

El entonces presidente Miguel de la Madrid les prometió apoyo para echar a andar la empresa, pero éste nunca llegó. En cambio, los noveles cooperativistas recibieron la solidaridad de numerosos sectores de la sociedad, incluidos algunos sindicatos. El STUNAM aportó un millón 450 mil pesos "de los viejos que todavía valían", dice el directivo. Con ese dinero habilitaron equipos, maquinaria y camiones.

En un principio eran sólo 176 trabajadores, de los mil 200 que participaron en el movimiento, pero poco a poco se incorporaron los demás. Al comienzo ninguno recibía ingresos. Todos revendían boings en la calle que compraban a una sucursal en Aguascalientes. Meses después, todos cobraban el salario mínimo más el 10%, desde el afanador hasta el presidente del consejo.

Salvador Torres rememora: "Todo eso nos permitió capitalizar la empresa. El primer año no repartimos rendimientos y establecimos en los estatutos la obligación de invertir la mitad de las ganancias. Ese es el secreto que nos ha permitido crecer como lo hemos hecho".

"Todos esos momentos que vivimos –continúa– nos hacen apreciar la cooperativa como una entidad social que se debe a la sociedad. Por eso los empleados estamos comprometidos en no dejar caer la empresa, no dependemos de nadie, todo es nuestro".

La empresa "en un buen momento"
La Cooperativa Pascual es una empresa social en varios sentidos: está en manos de sus trabajadores, algo impensable en estos tiempos de globalización económica; su éxito económico es un argumento a favor del cooperativismo; y quienes apoyan a Pascual lo hacen como una forma de ayudar a la economía nacional.

Aunque el año pasado hubo una campaña a través de internet llamando a la solidaridad con la cooperativa porque, se decía, estaba a punto de quebrar. En su página de internet, la directiva agradeció la solidaridad pero desmintió la información: "Somos una empresa sana en expansión que se encuentra lejos de una situación de quiebra".

Salvador Torres asegura que "la Cooperativa Pascual está en un buen momento. A pesar de la crisis aumentó sus ventas por encima de la competencia".

A pesar de no haber recibido ayuda gubernamental en sus 18 años de existencia, Pascual ha logrado una solidez financiera. Por eso destaca el apoyo indirecto de Andrés Manuel López Obrador, quien en febrero pasado expropió los terrenos donde se ubican sus dos plantas en la capital, que los antiguos dueños reclamaban –con un valor de 190 millones de pesos–, y se los dio a los cooperativistas.

En unos días más, entrará en operación su planta más moderna en Tizayuca, Hidalgo, con 300 trabajadores nuevos. Ahí producirán 20 millones de cajas anuales de jugos, refrescos embotellados y leche pasteurizada (más de la mitad de la producción actual).

La planta tuvo un costo de 30 millones de dólares. El proyecto fue financiado en mayor parte por la cooperativa y mediante un préstamo blando otorgado por el banco francés Credit Agricole de 10 millones de dólares a cinco años. Esto fue posible por la experiencia financiera acumulada por los cooperativistas.

La fábrica de Tizayuca fue inaugurada por el presidente Vicente Fox el 20 de junio pasado. Los cooperativistas lo invitaron, pese a que su gobierno no les ha ayudado directamente.

El presidente se mostró "muy impresionado" con la moderna planta de 52 mil metros cuadrados. "Este es un monumento al cooperativismo", exclamó. Al recordar que él "era de la competencia", Fox dijo que Pascual "es una muestra clara de lo que significa ese sistema y lo que puede darle al país" y que "los cooperativistas con altura de miras, integrados a la economía globalizada, son un verdadero ejemplo".

A la entrada atestiguaba el busto en memoria de Demetrio Vallejo, el viejo líder ferrocarrilero que como asesor acompañó a los trabajadores de Pascual hasta el día de su muerte.

En la reluciente nave industrial y con la moderna maquinaria francesa recién desempacada, se envasará leche, se elaborarán botellas de vidrio y envases de plástico para embotellar Boing, Pascual y Lulú.

Entre los futuros planes de los cooperativistas está ampliar la planta de San Juan del Río (una inversión de 8 millones de dólares con dinero propio). Relanzarán sus refrescos embotellados (Pascual y Lulú), todo un desafío pues el 90% del mercado del refresco está bajo el control de empresas como Coca-cola y Pepsicola.

Los directivos de Pascual se quejan de la competencia desleal de estas empresas pues en estados como Morelos e Hidalgo, las autoridades estatales y municipales conceden contratos de exclusividad a la Pepsi y a la Coca a cambio de dinero y materiales para impedir que los productos de Pascual se vendan en escuelas públicas, misceláneas y ferias regionales. Lo mismo ocurrió en Zacatecas y Guerrero.

Al respecto, Salvador Torres comenta: "No se vale que las autoridades apoyen esto, ¿no que estamos en el libre mercado? Para nosotros es muy importante dar la pelea porque es nuestra fuente de empleo, pero también porque nuestro éxito fortalece el modelo de las sociedades cooperativas, que en nuestro país no se apoya".

A pesar de todo, Pascual tiene expectativas para ampliar su mercado. En tanto, sigue apoyando lo mismo huelgas, movimientos sociales, organizaciones no gubernamentales, asociaciones civiles, que las fiestas para niños que organiza la pareja presidencial en Los Pinos.

Así el Pato Pascual continúa haciendo de las suyas y junto con la Lulú, ahora pretende globalizarse, eso sí, con un sentido social.