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México D.F. Martes 5 de agosto de 2003

Teresa del Conde

Las naturalezas quietas del Consejo Británico

Es más adecuado el término inglés que el francés y el castellano (still life contra nature mort y naturaleza muerta) para designar las composiciones de objetos inertes, sea o no que vayan acompañadas de algún organismo vivo, como sería un perico, una abeja, un caracol, etcétera.

El museo Carrillo Gil organizó una exposición de este género que se exhibe en la sala de la colección permanente. De esa muestra ya me ocupé en mi nota pasada, que no incluyó consideraciones sobre la muestra británica, cuya curaduría estuvo a cargo de Ann Galagher. Ella, acertadamente, aceptó que el equipo curatorial del museo propusiera en su propia sede la inclusión de obras de 12 artistas de México que se adhieren adecuadamente a la tónica de los productos de los 18 representantes del Reino Unido. Eso no quiere decir en modo alguno que la muestra en su conjunto sea notable, es simplemente "curiosa" y, desde luego, globalizada, pese a que es posible encontrar en ella algunos aciertos aislados. Sucede a algunos espectadores que la insatisfacción con productos artísticos que se han convertido en mainstream conspira contra la significancia de estos mismos productos, porque resulta imposible a partir de ellos la formulación coherente de la propia experiencia debido a la pobreza de las propuestas. Desde mi siempre discutible punto de vista, son pocas las obras que logran atrapar la atención en la muestra británica, por más que se encuentre enriquecida con la participación mexicana. Según creo, eso sucede porque los trabajos inscritos en el rubro de las artes visuales no equivalen a una suerte de escritura, y eso es lo que -en el mejor de los casos- se recaba por medio de muchas de las obras expuestas. Tomemos como ejemplo la que posiblemente sea la mejor pieza neoconceptual de la muestra, que a mi parecer es La Biblia de Emma Kay, quien registró 2 mil 717 objetos en orden de aparición desde el Génesis en adelante, pongo como ejemplo el libro de la alianza (Book of the covenant), seguido de dos tablas de piedra grabadas, cuero, ídolo, etcétera, así como a los objetos de los evangelios relacionados con la pasión de Cristo: "clothes, cross, wine, myrth, sign, sponge, jar of white vinegar... (vestidos, cruz, vino, mirra, signo, esponja, botella de vinagre blanco)". Uno puede recrear en la visión interna esos objetos y combinarlos, incluso dibujarlos en la mente. En comparación con eso, el arreglo de recipientes de porcelana de Jane Simpson, Still Life. Soft Lilac, especie de homenaje a Morandi en bulto, resulta de principiante, como también los ramitos de flores cristalizados con sulfato de cobre y ensartados en unas varillas de acero de Roger Hiorns, o el escritorio desarreglado -una instalación- de Mike Nelson, que pretende de algún modo parangonarse -Ƒpor oposición absoluta?- al espléndido grabado de Durero de San Jerónimo en su estudio (1514), con todo y que el ensamblaje de Nelson pretende fundir un repertorio de referencias históricas y literarias. Las serigrafías modernistas de Patrick Caulfield casi parecen recrear diseños de Valerio Adami y la lámpara del arquitecto Philippe Starck en el arreglo -también de Jane Simpson- con un aparato viejo de refrigeración y una charolita alargada de acero inoxidable, no alcanza a transmitir su significado, que sería tal vez reverenciar la vida cotidiana.

Otra naturaleza muerta con flores que es posible detectar es mexicana, obra de Horacio Cadzco. Aquí lo interesante es que está hecha con epidermis seca y cabello humano.

Y estas connotaciones son indispensables para apreciarla, de lo contrario corre el riesgo de pasar desapercibida o de que la confundamos con cualquier florero proveniente de nuestros respectivos ámbitos domésticos. El objeto más logrado de todos los que se exhiben es a mi juicio el de Diego Teo, hecho en México y titulado Horizontal, precisamente, creo, porque no es posible trazar el diámetro de la circunferencia a partir de las tazas que desafían las leyes de la gravedad, incrustadas en el aro de madera, varias de ellas con café o restos de café solidificado.

Los videos son interesantes y acertados: sobre todo el de la flor blanca que se convierte en tulipán merced a la capa de pintura que le aplicó la autora, Anne Katrine Doblen, y el realizado en conjunto por Wood & Harrison, ambos egresados del Bath College of Higher Education, que interactúan en un fondo blanco y neutro, realizando una especie de teatro del absurdo, haciendo levitar mesas, baldes, sillas, etcétera.

Pero si la exposición resulta en ciertos aspectos banal, el catálogo publicado por el British Council no lo es en lo más mínimo, debido a la recopilación de referencias de autores varios. Marcel Proust, L. B. Alberti, Giorgio de Chirico, los británicos Ben Nicholson y Bridget Riley, Matisse, Plinio el Viejo, etcétera.

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