Maíz y transgénicos se enfrentan por la tierra

Exposición sobre la semilla permite recordar la milenaria coexistencia con nuestro pueblo

ARTURO JIMENEZ

Durante al menos nueve milenios de coexistencia, el maíz y el ser humano han generado beneficios recíprocos: evolución, adaptabilidad y diversidad para esa planta de origen mexicano, y una base alimentaria, cosmogonías y civilizaciones singulares para la sociedad.

Ahora ambos, maíz y sociedad, enfrentan el mayor reto de su historia común: decidir sobre el uso o no de los alimentos transgénicos u organismos genéticamente modificados.

En la exposición Sin maíz no hay país, presentada en el Museo Nacional de Culturas Populares (MNCP), se reconstruye la historia de la interdependencia entre esa planta y el hombre: desde el rescate, hace 9 mil años, de la frágil teocintle o "planta madre del maíz", hasta el momento actual.

Los atractivos de la exposición son muchos: un mural hecho con cientos de granos ųel cual será restaurado porque una ardilla coyoacanense se lo ha ido comiendoų, imágenes en video o en fotos de formato gigante, así como recreaciones de una casa-ofrenda purépecha, de rituales, tortillerías, fondas y tiendas.

Se va de sorpresa en sorpresa: desde una cartografía nacional con 30 ''razas" de maíz (comiteco, chalqueño, palomero de Chihuahua), de las cuales derivan miles de variedades, hasta la representación de proyectos de ''ciudades sustentables", casi utópicas, con milpas como áreas verdes.

Es decir, una apuesta mu-seográfica de quienes piensan que, luego de tanta historia común, los mexicanos deben seguir siendo "gente de maíz", como planteó el antropólogo Guillermo Bonfil Batalla, fundador del MNCP.

El escenario y los contenidos, que abordan los aspectos míticos, históricos, culturales, económicos y políticos, critican además el descuido oficial hacia el campo y presentan el debate sobre el maíz genéticamente modificado.

Sin embargo, como espectador queda claro que sería mejor realizar más investigaciones antes de avalar las especies transgénicas, pues existen pruebas de que han contaminado variedades autóctonas ųcomo en Puebla y Oaxacaų, las cuales podrían desaparecer.

La exposición Sin maíz no hay país tiene actualidad en el corto y largo plazos. Por ejemplo, el miércoles pasado la organización Greenpeace realizó una manifestación ante el monumento a Cuauhtémoc para exigir que se proteja al maíz mexicano y se detengan las importaciones de variedades transgénicas.

Indicó que en la quinta reunión ministerial de la Organización Mundial de Comercio, que se realizará en septiembre en Cancún, se manifestarán contra las empresas trasnacionales que pretenden "apropiarse de la agricultura mundial".

Inconformidad con la muestra

De hecho, en el caso de Sin maíz no hay país trascendió que la exposición no ha sido del gusto de grupos industriales, sociales y académicos por los planteamientos críticos hacia los transgénicos.

Al parecer, representantes de la asociación civil mexicana Agrobio, que representa a cuatro de las grandes empresas mundiales pro transgénicos (Dupont, Monsanto, Aventis y Syngenta), manifestaron su inconformidad con el discurso de la muestra.

A partir de ahí surgieron cambios como la programación en mayo de mesas de debate, en las que participaron sectores en favor y en contra de los transgénicos, además de algunas modificaciones al capítulo de la exposición sobre ese tema.

"La exposición fue pensada para reivindicar la enorme cultura del maíz que hay en México", señala en entrevista Catherine Marielle, perteneciente al Grupo de Estudios Ambientales y parte de los investigadores que aportaron contenidos a la muestra.