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México D.F. Lunes 11 de agosto de 2003

Pedro Rivas Monroy

Universidad alternativa

Uno de los programas planteados por el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, desde su campaña, fue el de generar una alternativa educativa en la Ciudad de México dirigida fundamentalmente para aquellos jóvenes que, por cuestiones económicas, se veían excluidos de los sistemas tradicionales de educación media superior y superior. Hoy en día, sin aspavientos, su oferta ha ido tomando forma.

Establecer un sistema educativo de nivel superior con calidad no es nada fácil, sobre todo en un medio tan contaminado y poco controlado como el que prevalece en el Distrito Federal. Por un lado, tenemos la tradición centenaria de la UNAM con todos sus asegunes: su carácter público, su relación con el poder, su masificación, su gran burocracia y el abandono de criterios académicos en importantes áreas de la institución. Por otra parte, contamos con un subsistema de educación privada, muy sugestivo, pero inaccesible para la mayoría de la población, que a menudo funciona más como agencia de colocaciones y en muchos casos considera a la educación como un producto más, anteponiendo los criterios mercantiles a los académicos, funcionando como especie de red de franquicias, tal y como si el educar fuera un mero proceso de elaboración de hamburguesas. Sé que muchos dirán que cada producto lleva su propio proceso; es cierto, pero de acuerdo con su concepto la educación se constituye en mera mercancía y, por lo tanto, todo lo que significa bajar costos es bueno, ya sea en salarios de maestros, "materias innecesarias" y actividades culturales y de extensión escolar, entre otros.

El proyecto que se está desarrollando en la Universidad de la Ciudad de México, cuando menos en el papel, muestra peculiaridades importantes. Por ejemplo, se percibe en el diseño pedagógico y la didáctica crítica, una corriente educativa que privilegia la reflexión frente a la memorización, el problema es encontrar al docente idóneo que pueda operar esta iniciativa educativa, ya que rompe con la relación de emisor y receptor, dándole al profesor el papel de coordinador del proceso enseñanza-aprendizaje, en lugar del de director. Esta concepción didáctica requiere, a su vez, elaboración de material adecuado y un espacio físico versátil.

Otro aspecto importante de esta propuesta educativa es el ingreso y la permanencia. Si bien es cierto que el acceso al sistema es libre hasta que el cupo lo soporte, el hecho de que sea totalmente gratuito exige ciertos controles académicos que den certidumbre de calidad. Lo mismo vale para la permanencia, toda vez que la experiencia nos indica que, en la medida en que los alumnos se van rezagando, el ambiente se va deteriorando y los recursos públicos acaban por ser insuficientes y mal aprovechados.

En cuanto a lo orgánico, la cuestión presupuestal es de suma importancia. Los antecedentes nos indican que, para no estar sujetos a los vaivenes políticos, lo más prudente es conseguir que a nivel de Estatuto de Gobierno, mientras que el Distrito Federal no cuente con Constitución propia, se le asigne a la institución un porcentaje del presupuesto.

Un elemento muy importante es la estructura de la Universidad. La discusión en este aspecto ha sido rica en el pasado inmediato, sobre todo en la UNAM, donde la conformación actual se considera anquilosada. Si bien en esta institución el eje de su organización central lo constituyen la cuestionada Junta de Gobierno, el Consejo Universitario y la Rectoría, se debe, entre otras cosas, a la manera de operar su modelo y al tamaño descomunal que actualmente tiene esta casa de estudios.

Por ejemplo, el rector es una figura que debe ser elegida con criterios académicos, quitándole cualquier carga política, debe ostentar un cargo honorífico y, por lo tanto, no involucrarse en cuestiones administrativas. En las antiguas universidades europeas, generalmente es el decano quien la encabeza. Los integrantes del Consejo Universitario deben ser los mismos involucrados en el proceso de enseñanza-aprendizaje, este órgano elegiría de una terna, al secretario administrativo, para lo cual el mismo Consejo podría formar una comisión para proponerla. Respecto de la Junta de Gobierno, en el proyecto de la UCM, se plantea un Consejo Ciudadano que funcionaría como un patronato, aunque sin tener injerencia en cuestiones administrativas, lo cual suena interesante.

Hay otros temas que sería pertinente seguir comentando, sobre todo porque en el futuro inmediato se propondrá a la Asamblea Legislativa la Ley Orgánica de la UCM. Los que creemos que la educación es la única inversión que nos permite y garantiza nuestra soberanía, debemos ocuparnos de manera responsable de proyectos como éste, más allá de la carga ideológica que se le quiera dar.

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