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México D.F. Miércoles 13 de agosto de 2003

El peligro de la literatura y el arte en general es que sean tratados como pasatiempo, advierte

Alí Chumacero: la seriedad es un primer paso hacia la muerte

Recibe la Medalla de Oro de Bellas Artes; "me honra y abre el apetito para continuar escribiendo"

ANGEL VARGAS
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El poeta Alí Chumacero en primera persona: "Ya no publico porque ya publiqué lo que tenía que publicar. Lo que voy a decir después quedará por ahí, no en el anonimato, pero sí en la oscuridad. Quiero que se entienda que el grueso de mi obra está hecho, que queda ahí, que ha sido premiada ya muchas veces; no me disgusta que sea premiada, ni que la lean. Me agrada que se me reconozca como una persona que no ha perdido el tiempo del todo y, también, que se sepa a tiempo que no soy un literato mamón. Soy un literato que sabe dividir el ejercicio de las letras, el gusto por las sílabas contadas y el amor por la vida".

Así de llano y chispeante es el también ensayista y editor nayarita durante los casi 60 minutos de entrevista que sostiene con La Jornada, unas cuantas horas antes de recibir la Medalla de Oro de Bellas Artes como reconocimiento a su trayectoria.

A sus 85 años y con el cabello totalmente cano, no sólo mantiene una verticalidad de cuerpo y un andar envidiables, sino también una carismática personalidad que, de primera apariencia, parece incluso adusta, pero en el momento menos esperado estalla en ocurrencias, señalamientos o comentarios hilarantes.

La entrevista ocurre en el Fondo de Cultura Económica, institución de la cual Chumacero es uno de los fundadores y donde actualmente se desempeña como asesor de la dirección general. Para la charla, ofrece y pide un café, aunque acepta que sería mejor un whisky. ¿Agua? "Sólo para los bautismos; algunos pervertidos la usan hasta para bañarse".

-¿Qué significa la Medalla de Oro en esta etapa de su vida?

-Para un escritor es como el estoque de oro a un torero. Significa que con ella se corona una buena faena, es decir, una tarea bien realizada. Recibo este trofeo que me honra y espero seguirlo honrando con mucho gusto, porque me da ánimos, me abre el apetito para continuar escribiendo o por lo menos ayudando a escribir, preparando jóvenes que continúen en la carrera de las letras y hagan de la literatura no solamente un gusto o una afición, sino una profesión. Y es que el peligro de la literatura y del arte en general es que se conviertan en una fiesta dominguera, es decir, que sean tratados no como algo profesional, sino como un pasatiempo o una diversión.

"Comencé a escribir muy joven. He escrito muy poco, no me arrepiento. Es mejor dejar una línea perdurable que un grupo
de libros que se tiran al cesto de basura. Quiero hacer un día un poema que quede dentro del idioma tan vivo como cuando comencé a escribirlo. Algún día lo lograré, todavía soy joven y fuerte, todavía estoy luchando y leyendo muchos libros, todavía estoy en juego y estaré hasta el último momento. Me distingo por el afán de tomar la literatura, como dice la gente decente, en serio."

-Más de 40 años sin publicar puede entenderse como una muestra de modestia, pero también de lo opuesto.

-Ni modestia ni vanidad, sino todo lo contrario. Creo que el escritor debe saber cuándo ha dicho lo que tiene que decir. Eso no significa que se deje de tomar la pluma y de escribir, pero sí que ya no agregará nada a lo dicho, ni enriquecerá su obra, sino que va a repetir con toda seguridad mucho de lo que ya había concretado con anterioridad. Quizá eso me pasó a mí a tiempo, lo reconocí y, sin salirme un ápice de la literatura, he dejado de publicar poemas, a excepción de los que eventualmente aparecen en alguna revista y que, si hago una nueva edición, los recojo en el libro que reúne toda mi poesía. Ya no escribo con la asiduidad con que lo hice cuando tenía 25 años. Ahora que cumplí 85 no puedo pensar siquiera que un poema mío va a acrecentar o enriquecer lo poco o mucho que he hecho. No quiero publicar nada, sino dedicarme a ayudar a quienes están haciendo esfuerzos como escritores, para que no pasen por las penas que pasé o por las dificultades naturales que implica ser escritor.
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"Me he dedicado a eso, tengo mucho contacto con los jóvenes, procuro que enderecen la mano y sobre todo que cuiden del idioma. Pienso que el escritor es el vigilante del idioma y como tal es su deber procurar conservarlo, no en su limpieza ni en su pureza, sino en su intensidad y su fuerza. La literatura debe ser una expresión que recoja el sentimiento y el espíritu vivo del hombre, pero no con el lenguaje corriente que usamos en la calle. La escritura debe suplir la presencia del hombre y lograr que éste logre estar siempre presente en lo escrito. La poesía hace fija la emoción y la hace revivir cada vez que una conciencia se acerca a ella. Cuando se lee un poema, se ve al hombre vivo."

-¿Alguna vez usted ha utilizado la literatura con fines contestatarios?

-Nunca he usado la poesía revolucionaria. No estoy contra ella y, aquí entre nos, no creo que la poesía haya cambiado la situación de una sociedad. Ni Vladimir Maiakovsky, para citar al poeta más notable de la revolución rusa, logró cambiar nada, y sí acabó suicidándose; ni Pablo Neruda, quien fue perseguido y golpeado; ni los poetas mexicanos del estridentismo. Pero en fin, ese es un tema puesto a discusión siempre, y algo que respeto mucho.

"Nunca he hecho un poema con sentido revolucionario. Soy hombre de izquierda, aunque no pasó más allá de ir a votar. Soy hombre de letras y pensamiento, leo mucho y me ha sido imposible todavía hacerme de una ideología completa. Creo que ya se me está pasando el tiempo y nunca voy a tener una ideología lista como para responder a todos los problemas que se le presentan al hombre. Para el que tiene una religión es muy fácil, porque todo se lo deja a Dios. El que no cree en Dios está perdido, porque tiene que afrontar todos aquellos misterios frontalmente y no dejarlos a la magia de algo que está por encima de la razón. Uno debe explicárselos y esto es algo sumamente difícil para un hombre normal. En mi caso, he llegado a un acuerdo con la vida sin Dios. Creo que lo que triunfa al final es la nada. No soy escéptico, soy nihilista. La nada triunfará al final. Pienso que la materia no es sino un descuido de la nada. Llegará un momento en que los trillones y trillones de siglos se irán a la nada. Por eso es que he vivido estos 85 años con mucha intensidad. Tengo el prestigio de ser un hombre que no se ha arredrado; que le ha gustado mucho respirar, oler, gustar, tocar; que ha ido a la calle, que no le ha dado miedo nada. He estado en la cárcel, he viajado poco, lo menos posible. Me gusta mucho mi tierra, mi pueblo, soy un hombre apegado al origen. Me gusta mucho la sonrisa femenina y el arte; y por encima de todo en el arte, la música, y de ésta, Juan Sebastián Bach; nadie como él ha sabido ir muy hondo en el espíritu humano ni manejar la nota larga y profunda. De la música popular mexicana me gusta mucho José Alfredo Jiménez, porque toca muchos puntos que me han interesado toda mi vida, es muy vital."
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-En usted conviven dos personalidades contrastantes: la sublime y sobria de su poesía y la cotidiana, que es aparentemente seria, pero que irrumpe en ingenio e incluso en irreverencia.

-En efecto, he vivido mi vida en dos aspectos: soy costeño y hablo un poco como tal. Como buen costeño, soy muy rápido para ver el mundo y desde un principio supe dividir mi vida intelectual y mi vida social. En esta última dicen que soy un lépero, lo cual no es cierto, y en la intelectual dicen que soy escritor, lo cual sí es cierto. Entonces, no hablo de literatura generalmente, sino con escritores. Porque el escritorcito que llega de pronto a tratar de apantallar, ése es mamón, un imbécil. Hay que saber dividir la profesión de lo cotidiano. Me gusta divertirme, conversar, y si se trata de literatura lo hago con colegas o alumnos. Eso de presumir es una gran tontería, es algo para personas que sólo están buscando la fama, y ella no cabe en la literatura. Está bien para aquellas personas que viven de su físico, como un torero, una bailarina o una prostituta. La fama no beneficia al escritor. El escritor debe ser, por ejemplo, como Gabriel García Márquez, un hombre modesto, decente, limpio y bueno; ése es el buen escritor, es decir, la buena persona que escribe bien. A Gabo ni el Nobel lo ha alterado.

-¿Cómo y por qué se hizo poeta?

-Desde muy niño comencé a leer prosa y casi al mismo tiempo poesía. La poesía me daba una emoción que ya traía adentro, porque el poeta no hace sino expresar lo que siente, y en la adolescencia el niño comienza a engendrarse adulto y a enfrentarse al mundo, ya siente ciertos desequilibrios y emociones, y la poesía le ayuda a descubrirse y a encontrar soluciones. El poeta sigue siendo en buena parte el niño que recoge todos esos movimientos fuertes de la conciencia que los viejos van atemperando hasta que desaparecen. Creo que los viejos mueren antes de morirse, porque se vuelven serios. Siempre he dicho que la seriedad es un primer paso hacia la muerte. Un hombre serio es como un objeto.

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