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México D.F. Miércoles 13 de agosto de 2003

EL ECO Y LA SOMBRA

Ricardo Yáñez

Del eco y la sombra

SI TODO POR SERVIR en efecto se acabara, o si nos apercibiéramos de ello, de que en efecto todo por servir se acaba, algo que algo arbitrariamente imaginaré cercano a la iluminación se haría acaso, paso se abriría, en nosotros.

QUE NO EL COMUN, sino el delicado, fino, puro sentido de la palabra resignación es lo que el octosílabo, el refrán ("todo por servir se acaba") quiere proporcionarnos. Y algo más: la imposible respuesta del porqué de la muerte.

EL ACABAMIENTO EN el servicio, creo entreoír, no es muerte, sino realización. Lo que en servir se esmera, no se acaba.

PROBABLEMENTE SI: se da acabado.

DAR ACABADO A algo no es y sí sencillo. No lo es porque, Ƒcómo saber lo que algo es antes de acabado, de, si se quiere, maduro, pleno? Y sí, me iré por lo fácil, porque, Ƒcómo no saberlo?

MARCELO URIBE ME contó una vez un cuento maravilloso, en el que el personaje es Hugo Hiriart, que lo único que hace es comentar cómo un libro malísimo, horrendo, insoportable, puede volverse maravilloso, de hecho se vuelve (es asombrosísimo, digamos jugando que dijo) con sólo cambiar en algún lado del mismo una palabra por otra; de pronto relumbra, luce, llama, es querible, del todo querible.

EL ACABADO QUE le faltaba, que pedía, que ofrecía.

Y CON EL EL SERVICIO que el libro quería darnos. No sólo ya acabado, sino pidiendo, humilde, que lo termináramos.

TODO POR SERVIR. Pero todo es todo. Para lo único que servimos, todos, es para ese todo.

A ESO HA QUERIDO dedicarse esta columna desde que empezó, ya tiempo ha, a decir eso. Y bueno, yo que creía que no tenía lectores, la columna, me he encontrado con que sí, extrañamente sí. Es la hora de agradecerlo.

PERO LA MEJOR FORMA de agradecerlo, creo, es dándole forma, dándole su forma, o al menos una de sus probables formas, la si no primigenia al menos sí primera en mi sentir. Y esa forma es un libro, un libro que no tarda en aparecer y que se llama El alfabeto en la neblina y en prensa está bajo el amparo o sello editorial de la Secretaría de Cultura de Jalisco. Recojo allí nomás los primeros tres años de vida (hubo poemas, que pasan a otros libros, hubo demoras, ausencias, en fin, no es mucho) de El eco y la sombra, y la cuasi efímera Salón Archeus, que ocupó algunas páginas del periódico Público, ahora apellidado Milenio, de Guadalajara.

AL DESPEDIR ESTA columna doy la clave de su nombre, que por su construcción pudo quizá recordar un título de Paz: proviene del final, en mi recuerdo es el final, de Chuang Tzu (por cierto que hay una versión del autor de El arco y la lira de ese y otros fragmentos del Chuang Tzu, misma que conocí después de inaugurada la columna). Correr, para alcanzarla, tras de la sombra de uno mismo, o hacer ruido para intentar acallar el eco es, voy a decirlo así, el absurdo por excelencia. A eso me dediqué aquí un tiempo, por no decir que en todas partes toda la vida.

(Ricardo Yáñez reiniciará en breve sus entregas bajo el título Poesía para llevar)

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