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P O L I T I C A
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México D.F. Martes 19 de agosto de 2003

Marco Rascón

La renuncia amiga

Rosario Robles no renunció a la presidencia del PRD por defender los principios de izquierda ni por enfrentar a los grupos de Jesús Or-tega, Amalia García y los otros; tampoco renunció por feminista ni por ser consecuente: renunció porque se hizo cómplice de la misma estructura que prometió combatir.

Rosario tomó posesión del cargo contra los compromisos que hizo con su grupo de no hacerlo en tanto no se limpiara la elección, que se caracterizó por el fraude generalizado. Para ser aceptada (también en solitario) compró el reconocimiento personal a cambio de aceptar el resultado fraudulento y los porcentajes de cada corriente. En esa ocasión hubo un primer reparto de posiciones y confianza en la impunidad colectiva que ella presidió.

Rosario renunció porque aceptó cada una de las reglas impuestas por los grupúsculos, mismas que desde la fundación del PRD nadie ha podido cambiar, argumentando en el discurso respeto a la "institucionalidad". No renunció para devolver el partido a la militancia, sino para reforzar la estructura de los grupos. Por eso el interino Leonel Godoy, proveniente de la estructura del fraude, con menos fuerza y sin legitimidad alguna, es una anécdota más para los grupos propietarios del PRD y no va hacia ningún lado.

La decisión de renunciar en solitario es la que utilizó al tomar posesión de la presidencia, según recordó Jaime Avilés (La Jornada, 16/8/03), así como para comprometer la continuidad de su ejercicio al 20 por ciento y es otro acto de soberbia, pues no renunció para honrar a la base que la eligió, de la que no se acordó hasta su desplante personal.

Rosario renunció no porque estuviera atada por las corrientes, sino porque ya no tenía más que darles; lo hizo sin consultar, porque nunca pensó en una reforma ni en articular una propuesta. Prueba de ello es que fue perdiendo fuerza al abandonar y dejar de hacer política con todos aquellos que la apoyaron desde los estados, los municipios y los pequeños movimientos. Aislada y cuestionada por su propia base, llevó a cabo la campaña electoral desde la estructura de las corrientes, no con la base que la eligió (nuevamente argumentando "ser institucional"); por eso sus giras se realizaron sobre todo en salones de hoteles de cinco estrellas, donde sus interlocutores fueron exclusivamente la nómina del partido y hasta donde alcanzaban las prerrogativas, es decir, las corrientes. Aquí valdría una aclaración: todo el dinero se lo gastó toda la estructura. Rosario y las corrientes tienen la misma responsabilidad, que se extiende al mismo Consejo Nacional: las reuniones ordinarias de ese monstruo cuestan más de 4 millones de pesos al partido, pues a todos, incluyendo a la nomenclatura, se les pagan viáticos y pasajes.

El descargo para Rosario debe trasladarse, en todo caso, a toda la descompuesta burocracia de profesionales y operadores de las corrientes que cobran por el ejercicio de la perversión política, es decir, por no hacer nada. Por eso cuando vino el informe de la Comisión para la Legalidad y la Transparencia todos se rieron y le echaron la pelota a Rosario, quien cautelosamente la escondió, pues no sólo estaban sus cifras, sino las de las corrientes, y por deducción de los consejeros nacionales provenientes de las planillas, una votación incierta también cuestiona la legalidad del máximo órgano del PRD.

Es un hecho que cuestionar personas en el partido no es un mérito ni valentía, pues a estas alturas muy pocos son de-fendibles. Por eso el más mínimo cuestionamiento a las reglas y a la simulación estatutaria genera de inmediato desaprobación pública, señalamientos de ruptura y de falta de respeto a los tiempos y a la institucionalidad. Por eso en el PRD lo mejor siempre ha sido esperar, ya que los hechos terminan por darnos a todos la razón: el cinismo y la falta de autocrítica se imponen al final.

Rosario Robles renunció con la misma soberbia con que abandonó y cerró las puertas a todos los que la apoyaron porque creyeron que organizaría el combate contra las tribus. Nadie como ella tuvo tanta fuerza en su momento y concentró tantas expectativas positivas, pero ninguno como ella cambió todo por su derecho privado a ser feliz y a sus frivolidades de nueva rica. Ya las comisiones que la investigan dirán si también renunció por corrupta, pues al fin y al cabo una renuncia es un cadáver que no apesta, pero despierta el llanto de los ingenuos. Con la renuncia quiso transformar la torpeza de acción y cinismo público en una muestra de dignidad, pero con esto no regresa el partido a los militantes, sino que da pie a que continúe el carnaval de la simulación.

Dada la magnitud de los daños y la falta de asideros legales para restablecer la credibilidad interna, el partido está en serio peligro; quizá el reto para 2006 no sea ganar la Presidencia de la República, sino conservar el registro, pues es claro que el PRD actualmente no sólo no tiene rumbo, sino que carece de ética, y tal como está a nadie le sirve.

Hasta hoy únicamente el manifiesto del 5 de mayo y el llamado a una convención soberana constituyen propuestas de fondo. Sólo una reforma no pactada, no simulada, no dirigida desde las corrientes, salvará al PRD. Sólo una reforma desde abajo, generada por preguntas y respuestas, no desde la frivolidad de las renuncias banales y los atrincheramientos pactados, sino desde la perspectiva de la situación del país y del mundo, salvará al partido. Todo ello requiere un mínimo de sentido común, ganarle el PRD a la oligarquía, así como refundar con hechos su independencia

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