México D.F. Martes 19 de agosto de 2003
José Steinsleger
Sobre el libro "Los disidentes"
Lejos de hablar de "mentiras" y "verdades", términos
absolutos de la filosofía neoplatónica y de la cultura latina,
este libro escrito con la urgencia del periodismo de combate habla de la
realidad, pues si ambas nociones obedecen a la subjetividad de quien oye
y ve, el sentido de la realidad las funde en el espejo que reflejará
su imagen en nosotros. De aquí la sentencia del ciego que no quiere
ver.
El ciego que no quiere ver es el peor porque construye
posiciones irreductibles y toma irracional de partido. En este sentido,
el libro de Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez fue concebido para
quienes desean conocer los hechos de una realidad puntual: el trabajo de
inteligencia de un equipo de especialistas infiltrados en la bien llamada
Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana (calificarlos
de "agentes" no me parece adecuado) y entre los grupos políticos
que reciben apoyo incondicional de Washington.
La pretendida objetividad del periodismo llamado
"moderno" se caracteriza por el delirio de la neutralidad. Pero el periodismo
que asocia objetividad y neutralidad es el que interpreta el drama histórico
con distancia amoral, creyendo que el "justo medio" aristotélico
lo lava de omisiones y complicidades. Se trata de una sutileza similar
a las de quienes echando mano a nociones caras como las de "ciudadanía",
"libertad" y "democracia", subestiman los contextos históricos en
los que estos ideales pueden ser cabalmente ejercidos.
La lucha del pueblo cubano, que por momentos enciende
arduos dilemas filosóficos, consiste básicamente en apostar
al imperativo de ser para tener, en lugar de la resignada desesperanza
del tener para ser que nos propone el pensamiento sociopolítico
dominante.
A Cuba y su revolución no se las ataca por su tenacidad
en construir una sociedad igualitaria o por el más de medio siglo
que Fidel Castro lleva al frente de este proceso. A la revolución
tampoco se la denigra por encarnar un ideal o por el número creciente
de personas de toda ideología y condición que admiten los
desafíos que confronta. Se las ataca porque representan una realidad
que trasciende lo perentorio y contingente.
Muchos de los llamados "disidentes" o que simplemente
arrojaron la toalla y abandonaron la lucha (lucha que en Cuba es opción,
antes que obligación) podrían acaso coincidir con el espíritu
subyacente en estas palabras. Ellos dirían: "estoy de acuerdo, pero
el derecho a disentir...", y etcétera. Dirían: "está
bien, la revolución, pero el partido único...", y etcétera.
Dirían que les parecen pertinentes las conquistas en salud, educación,
ciencia, deporte, cultura "...pero la libertad...", y etcétera.
Dirían que "...bueno, pero el cubano no puede viajar", como si un
Estado obligado por sus enemigos a pagar todas sus compras al contado pudiese
disponer libremente de sus escasas divisas para que un puñado de
privilegiados, tal como sucede en la sociedad capitalista, los derroche
en ocio o antojos individuales.
En muchos viajes y estadías en Cuba he hablado
de estos temas y he coincidido con las críticas a situaciones que
las autoridades no toman en cuenta, así como de otras críticas
que serían propias de lo que llamo "ciudadanos de invernadero",
que ante las dificultades de la vida cotidiana idealizan el capitalismo,
convencidos de que los enunciados de la democracia liberal bastan para
consagrar el derecho a la vida y las garantías individuales.
Y yo les respondo: "En efecto. Pero eso te exige ganar
de mil 500 a 2 mil dólares mensuales, sin que el Estado te garantice
nada, mientras 70 por ciento de la población recibe con suerte un
ingreso de 120 dólares, en tanto 30 por ciento restante no cuenta".
Me refiero, naturalmente, a muchas personas que aun cuando quisieran saber
de qué estamos hablando, dudarían antes de gastar un par
de dólares y de horas en viajar de ida y vuelta a esta mesa en la
que oirán que la televisión les miente para que ellas nos
respondan que ya lo sabían.
Aquí es donde se me ocurre si no convendría
que el gobierno cubano flete cada seis meses un barco con mil pasajeros
y vean con mirada crítica el mundo que idealizan para contar a su
regreso lo que vieron. Posiblemente, algunos abandonarán el barco
en el primer puerto del itinerario. Bien... ¡pero de un modo u otro
esto sucede! El cubano es uno de los pueblos que más viaja por el
mundo: técnicos, deportistas, médicos, músicos, artistas,
escritores, funcionarios recorren incesantemente los cuatro puntos del
globo. ¿Cuántos se bajan del barco?
La mayoría regresa, a pesar de dificultades increíbles
para quienes vivimos en una sociedad de consumo donde la "libertad" cuenta
en función del poder adquisitivo, y a veces ni esto es suficiente.
Aspectos de una realidad que, en fin, la "libertad de expresión"
del capitalismo oculta con celo de miniaturista.
¿Los cubanos tienen derecho a disentir? Los cubanos
se quejan las 24 horas del día. Sin embargo, de 1959 a la fecha...
¿qué logros hubiesen sido posibles en Cuba sin el derecho
a disentir? Sin disidentes, la revolución cubana hace rato sería
un capítulo más de la frustrante historia latinoamericana.
De ahí la pertinencia de las comillas del título del libro
de Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez "Los disidentes".
Los teóricos de la "sociedad abierta" creen que
si un cubano cobra un estipendio de la potencia enemiga de su país,
se ganó el derecho a la disidencia. En cualquier país "libre",
estos actos serían calificados de "traición". Pero si se
trata de Cuba, estos mismos actos serán calificados de "heroicos".
Por esto los cubanos de Miami celebran el 20 de mayo de 1902, fecha en
que Estados Unidos ajustó la "independencia" de Cuba a sus intereses,
y los cubanos de Cuba festejan el 1º de enero de 1959, año
de la revolución. El libro de Elizalde y Báez ofrece pruebas
contundentes del asunto.
¿Podríamos darle un corte a esta historia?
Indudablemente: el día en que Estados Unidos decida la normalización
de sus relaciones con Cuba, reconociéndole su derecho a existir
(y sin interferir en cómo debe construir su sociedad), la guerra
del imperialismo contra Cuba tendrá un corte. Y veremos las consecuencias
a partir de entonces, cuando los gobernantes y políticos del mundo
sientan la vergüenza que Cuba jamás sintió, por su determinación
a ser libre y soberana.
(Texto leído en Casa Lamm con motivo de la presentación
del libro "Los disidentes", Editora Política, La Habana,
2003.)
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