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México D.F. Sábado 23 de agosto de 2003

DESFILADERO

Jaime Avilés

Ecos del Moscagate

No olvidemos que el terror psiquiátrico fue un instrumento de control político y social de Hitler y Stalin, que permanece intacto en México

FRANCESCO MOSCA no fue el único personaje imaginario que escribió al buzón electrónico de Guido Belsasso en la Secretaría de Salud (Ssa). Una supuesta abogada catalana, "Cristina Camino Segovia", le envió el siguiente mensaje el viernes primero de agosto, 12 días antes de la reunión entre el periodista Massimo Calandri y el ahora ex titular del Consejo Nacional contra las Adicciones (Conadic):

"Estimado Licenciado Belsasso: Soy directora de Camino & Asociados, estudio legal con representación en Barcelona, Spain. Estamos atendiendo una petición del grupo Médicos Sin Frontera para obtener licencias de introducción en México de productos farmacéuticos indicados para contrarrestar la enfermedad Leishmaniasis, de gran impacto en áreas rurales de vuestro país. Hemos analizado vuestro portal-web y consideramos que puede orientarnos para cubrir requisitos legales a satisfacción de nuestros clientes. En espera de vuestra apreciable respuesta. Dra. Cristina Camino Segovia. Camino & Asociados. Calle de la Cera 3, Barcelona, Spain."

El jueves 6 de agosto, quien le respondió a la "doctora Camino" fue Oscar Herrera Aguirre, secretario particular de Belsasso. Su carta revela un estilo directo y falto de cortesía, tal vez porque se estaba dirigiendo a una dama profesionista, a quien tutea porque sí:

"Cristina:

"Por instrucciones del doctor Guido Belsasso me permito ponerme en contacto contigo, para hacer de tu conocimiento que, al serme turnado el asunto por el que entraste en contacto con él, creo conveniente que lo hagas llegar al doctor Guillermo Sólomon, quien es Director General de Medicamentos y Tecnologías para la Salud, ya que esta área del gobierno mexicano está más vinculada con el tema, siendo nuestro campo (el del Consejo Nacional contra las Adicciones), el de la reducción de la demanda de drogas ilegales, alcohol y tabaco."

Un renglón más abajo dice: "Doctor Sólomon, [email protected]". Y firma: "Oscar Herrera Aguirre, Secretario Particular, Dirección General Técnico en Adicciones y Salud Mental", así con todas las mayúsculas dignas de su honroso cargo.

El martes 12 de agosto -un día antes de la cita entre los Belsasso, padre e hijo, con el falso nipote del inexistente "Francesco Mosca"-, "Cristina Camino Segovia" acató las instrucciones de Oscar Herrera y pasó a la siguiente ventanilla electrónica de la Secretaría de Salud, en donde intentó llevar más adelante su audacia.

"Estimado doctor Sólomon: Mi nombre es Cristina Camino Segovia. Soy directora de un estudio legal en Barcelona vinculado con el ramo de la importación exportación. Uno de nuestros clientes está interesado en introducir en México un medicamento para la cura de la Leshmaniasis, así como productos controlados tipo Haldol y otros. ¿Podría indicarme cuáles son los procedimientos que requiere el Estado mexicano de cara a una operación legal? Nos ayudaría bastante que vosotros precisaran cuál sería el porcentaje por su comisión de coadyuvancia. De tal modo nuestra firma podría calcular sus presupuestos operativos. Confío en su pronta ayuda y espero su respuesta. Atentamente, CCS."

Ojo avizor


La respuesta del doctor Sólomon nunca llegó. Por lo visto, el director general de Medicamentos fue más cuidadoso que el ex presidente del Conadic y tuvo quizá la precaución de llamar a Oscar Herrera y pedirle la dirección postal del estudio de la "doctora Camino". En ese hipotético caso, pudo haber descubierto que el domicilio de marras -"calle de la Cera 3"- corresponde nada menos que al Consulado de Solidaridad con la Rebelión Zapatista en la antiquísima ciudad condal. O probablemente reparó en que las iniciales de la solicitante europea (CCS) eran también las de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.

Esta columna prefiere pensar que el doctor Sólomon era del todo ajeno a los negocios del ex jefe de la salud mental y sencillamente fue usado por Oscar Herrera para librar a Belsasso de un negocio de poca monta. Pero cabe aclarar que esta segunda investigación tenía por objeto secundario obtener algunos datos sobre la venta de "licencias médicas" ofrecidas por Belsasso & Asociados. Nada más.

¿Objetivo secundario? Desde luego, porque la meta primera y última de la comedia en enredos provocada por "Francesco Mosca" era demostrar la tesis central que Desfiladero venía sosteniendo hacía largo tiempo, en el sentido de que Belsasso no contaba con la autoridad moral necesaria para tutelar la buena marcha de los hospitales psiquiátricos del país, y mucho menos para convertir en política de Estado su absurdo y extralógico Plan Maestro de Salud Mental, que le hubiera permitido manejar la friolera de mil 500 millones de pesos para darle una mano de gato a nuestros horrorosos manicomios públicos y privatizar las áreas ociosas de los predios en que éstos se encuentran.

Ahora quien tiene la palabra es el secretario Julio Frenk, especialista en salud pública, cuyas tesis han sido adoptadas por la Organización Mundial de la Salud y señalan que las cárceles a perpetuidad, que en realidad son los antiguos manicomios, deben ser desmanteladas y sus prisioneros reubicados en otro tipo de instituciones, tales como villas de estancia corta y media y casas de medio camino, para que los enfermos "cerebrales" -como los llama con acierto el psiquiatra Marcelo Mass- recuperen el contacto con la comunidad y se rehabiliten, en tanto que las personas con crisis agudas o subagudas de "locura" sean tratadas en los hospitales generales durante unos cuantos días.

Pero esto, que podría ser el principio de la gran reforma psiquiátrica que el país requiere con urgencia desde hace muchos años, implica también un cambio de enfoque en la selección de los medicamentos que se utilizan. Hoy la evolución de la farmacología ofrece un abanico de sustancias nuevas que garantizan una calidad de vida digna y respetable a los usuarios de los servicios públicos de salud mental. Las drogas que se aplican en nuestros manicomios hasta la fecha son anacrónicas y deleznables, porque se limitan a reducir a los pacientes a la categoría de animales estabulados: tristes masas corporales que se arrastran por los suelos, defecan donde los encuentran las ganas, son lavados a manguerazos, comen sin cubiertos y habitan en pocilgas, mientras -como le ocurrió durante más de 30 años al pobrecito de Angel Dehesa, hermano del periodista que todos conocemos, quien denunció el caso en su medio- son objeto de violaciones sexuales y de abusos cotidianos sin fin.

El día que los servicios psiquiátricos del sector público sean espejo de eficiencia y compasión humanitaria, el efecto repercutirá en los manicomios privados, donde los particulares poderosos e influyentes sepultan en vida a sus enemigos o a sus familiares indeseables, con la corrupta colaboración de jueces y policías. Y la ola expansiva tocará asimismo los llamados "anexos de Alcohólicos Anónimos", donde los borrachitos y drogadictos que se internan para desintoxicarse son golpeados con saña inaudita y sometidos a un régimen de terror inimaginable, de acuerdo con los testimonios que esta columna ha recabado entre personas que aún lloran y tiemblan cuando recuerdan su experiencia en tales establecimientos.

Como se puede ver, no se trata únicamente de "salvar" a los 5 mil proletarios inermes y estigmatizados por la indiferencia general que purgan cadena perpetua en las mazmorras psiquiátricas de la Ssa, sino de aceptar que más allá del aparato coercitivo que forman los tribunales y las prisiones civiles y militares hay un sótano mil veces más pavoroso que reclama la intervención inmediata de los poderes constitucionales, y si éstos no reaccionan, o aun si lo hacen, de la sociedad civil que a fin de cuentas es la potencial destinataria de ese insoportable esquema de aberraciones que a todos nos aguarda con las rejas abiertas para cerrarlas sin término visible el día que nos atrapen.

No olvidemos que el terror psiquiátrico fue un instrumento de control político y social usado extensamente por los regímenes de Hitler y de Stalin, y que tras la caída del nazismo conservó su vigencia en los países del socialialismo realmente existente, y que tras el derrumbe del muro de Berlín permanece intacto en México. No nos lo merecemos.

¿Y Sari?


Por correo, por teléfono y en persona, muchas personas que leyeron la trama del Moscagate no han vacilado en preguntarme: ¿y Sari? Quienes tal me dicen suponen que la presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes es de algún modo corresponsable de las pillerías de Belsasso por la vía de la complicidad conyugal, pero se equivocan. Hace ya mucho tiempo que la señora Bermúdez abandonó el domicilio que compartía con Belsasso, y la razón más importante que la impulsó a tomar esa medida fue, oh paradoja, la crueldad mental que sistemáticamente le infligía su ex marido.

Para cerrar este piano, Desfiladero quiere extender un abrazo a todas las figuras de los medios electrónicos que, tras la providencial emisión de Joaquín López Dóriga la noche del miércoles 20 en Televisa, se volcaron sin clemencia sobre mi teléfono para darme el sincero testimonio de su amistad e invitarme a hacer en sus pantallas y micrófonos un papelón que desde luego no me tocaba. Ojalá que todo ese caudal de entusiasmo frustrado por mi negativa a darles una entrevista se transforme en una sana mezcla de energía y creatividad que detone, como ustedes bien saben hacerlo, una campaña implacable en favor de la reforma psiquiátrica. Pero de todos modos, un millón de gracias.

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